jueves, 27 de octubre de 2011

El miedo que paraliza

Represión

El miedo que paraliza

El miedo no es exclusivo de los cubanos de a pie. Lo sienten, y mucho,
la élite dirigente y sus serviles funcionarios

Rebeca Montero, La Habana | 27/10/2011

El miedo es una pasión que afecta cuerpo y alma. El cuerpo se altera por
el aumento en las palpitaciones, la opresión en el pecho, la sudoración
profusa, el pasmo mental, el extravío de los sentidos, la convulsión
muscular.

Según Spinoza, el miedo era una pasión negativa porque conducía a la
sumisión. Hobbes la consideraba una pasión positiva porque regulaba las
prácticas políticas y sociales. Aristóteles había descrito tal pasión
como una suerte de pesar o turbación "nacidos de la imagen de que es
inminente un mal destructivo o penoso".[1]

No creo exagerar si digo que millones de personas quisieran alguna
variante de "la primavera árabe" o del movimiento de "indignados" en
Cuba. Pero, desafortunadamente, el pueblo no saldrá a las calles. No lo
hará porque es un pueblo que ignora lo que sucede en el mundo, que no
tiene medios de comunicación independientes ni redes sociales reales,
cuyos únicos refugios son la superstición, alguna fe o la evasión.[2] Es
una nación enferma de miedo, ensimismada en la tarea angustiosa de
sobrevivir, inmersa en la mudez de sus ambiciones, enajenada de lo que
la rodea, constructora de jaulas individuales.

Son personas que viven dentro de una campana cuidadosamente forjada para
que nada la invada: ningún pensamiento libre, ningún punto de
comparación, ninguna disonancia del coro permitido, ningún conocimiento
real de la historia del país, ningún antídoto contra la anestesia de la
razón. Nunca han leído la Declaración Universal de los Derechos Humanos
porque es lectura "clasificada y restringida", controlada en bibliotecas
especiales. El movimiento disidente apenas se comienza a conocer aunque
con distorsiones tales que algunas personas, que en otras circunstancias
tendrían cierta nobleza de espíritu, llegan a justificar los desmanes
bárbaros que se cometen contra los que quieren un cambio nacional.

Ante "el mal inminente", los cubanos saben o imaginan que las cartas se
leen, que los teléfonos están todos intervenidos, que los correos pasan
por la censura de los informáticos asalariados, que los vecinos vigilan,
que los amigos pudieran traicionar, que hay un micrófono oculto en la
casa, que la dividida familia se espía. No quedan afectos sin
contaminar. Esta es la fuerza del régimen: el terror en el alma.

El miedo no es exclusivo de los cubanos de a pie. Lo sienten, y mucho,
la élite dirigente y sus serviles funcionarios. Encienden sus lucecitas
nocturnas porque la oscuridad los asusta —como a Lady Macbeth—,
"asesinan al sueño", que solo merecen los espíritus limpios, se rodean
de una guardia pretoriana, tienen pantallas detectoras de metales y
reveladoras de esqueletos para sus visitantes, graban las conversaciones
para sobornar conciencias, hurgan en las vidas de sus médicos y de sus
cocineros, se mantienen a distancia de las multitudes, residen en
fincas-fortalezas o en complejos aislados de construcciones especiales,
viajan por los aires para no pisar la tierra que han violado, se miran
con suspicacia los unos a los otros. Hay que estar atentos a los que
aspiran a disfrutar de "las mieles del poder", ésas que solo pueden
saborear los octogenarios históricos.

Se sabe que el valor emana del control del miedo. Algunos dictadores han
muerto en sus lechos, quiero pensar que torturados por sus pesadillas.
Otros son devorados por sus miedos y, en esa pérdida del control, se
guarecen en sus escondrijos, suplican que no los maten, huyen a las
cuevas de la Sierra si se acerca un avión, se suicidan en sus bunkers,
imploran por un destierro benigno, claman por algún demonio a quien
vender su alma, lloran en el Palacio de Miraflores si se creen derrocados.

Más de medio siglo se convierte en un tenebroso "cuento narrado por un
idiota"[3] y los idiotas, por lo general, no tienen miedo.

[1] Citado por Domínguez, Atilano. Vida, pasión y razón en grandes
filósofos, Universidad de Castilla-La Mancha, 2002, p.347.

[2] "…sin alcohol, la vida en semejante país no era soportable".
Lagerlộff, Selma. El maravilloso viaje de Nils Holgersson.

[3] William Shakespeare, "Macbeth", Acto V, Escena V.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/el-miedo-que-paraliza-269860

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