¿El último optimista antropológico?
Michel Suárez
Madrid 16-09-2011 - 9:35 am.
La más reciente visita de Bill Richardson a La Habana no ha podido ser
más inútil.
El exgobernador de Nuevo México (D) Bill Richardson, durante una
conferencia de prensa en La Habana. (REUTERS, 13 de septiembre)
En febrero de este año, el exgobernador de Nuevo México, Bill
Richardson, se mostraba plenamente ilusionado con una supuesta mejoría
de las relaciones entre Washington y La Habana. Incluso solicitó al
Departamento de Estado que sacara a Cuba de la lista de países
patrocinadores del terrorismo y que revisara o eliminara los programas
de promoción de la democracia.
Siete meses después, el político demócrata parece aterrizar en la más
cruda realidad: entiende, en apenas una semana de trajines por el
Malecón, que al régimen no le interesa normalizar las relaciones con
Estados Unidos.
Su más reciente visita a La Habana no ha podido ser más inútil. A pesar
de su habitual prudencia hacia el Gobierno, Richardson sucumbió esta vez
a la tentación de los adjetivos, que es, probablemente, el peor
desacierto de cualquier negociador.
Sin embargo, para ser justos, habrá que reconocer que el bloqueo del
caso Gross no depende, en modo alguno, de un calificativo "difamatorio".
La trampa que le tendieron al hábil mediador es sólo un madero más en el
fuego de los Castro sobre las relaciones bilaterales.
La inminente excarcelación —bajo vigilancia— de uno de los cinco espías,
el inicio de la precampaña electoral norteamericana y la previsible
derrota de los socialistas en España, modelan un magnífico e
irrenunciable escenario de confrontación para el castrismo. El
mantenimiento del statu quo es el sueño dorado de cualquier dictadura.
Si a esto se suma la olla de presión interna, con una actividad
opositora nunca antes vista, las derivaciones son obvias: ningún gesto
que demuestre debilidad.
Poco a poco, los optimistas antropológicos que imaginaron algún tipo de
solución negociada con el dúo más famoso de los últimos años, van
despertando de su dulce pero irrealizable sueño.
Unos esperaron años para admitir su error de cálculo ("pensamos que algo
se podía hacer"), cuando ya estaban fuera de sus responsabilidades
políticas. Otros, como el presidente español y su nueva ministra de
Exteriores, han puesto hielo al asunto del diálogo (de sordos) con La
Habana, después del vendaval de errores del canciller anterior.
Bienvenidos todos al club de la desconfianza, al equipo de los que creen
en el diálogo y la negociación, pero sin actitudes pueriles.
http://www.ddcuba.com/opinion/6982-el-ultimo-optimista-antropologico
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