lunes, 19 de septiembre de 2011

CONSENTIR LO INADMISIBLE

CONSENTIR LO INADMISIBLE
19-09-2011.
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Ciertos hechos, algunos malos hábitos,
parecen haberse incorporado al paisaje cotidiano y vinieron para
quedarse aparentemente. Es que la sociedad ha iniciado un proceso de
naturalización de sus errores, considerando normal, lo inaceptable.

La corrupción es, en ese sentido, uno de los paradigmas más fuertemente
instalados en la comunidad. Ya es parte de la escenografía y empezamos a
asumirla como una cuestión con la que debemos convivir.

Hasta hace poco, sólo repetíamos aquella cita, que se atribuye a
Benjamín Franklin, que dice que "en este mundo no se puede estar seguro
de nada, salvo de la muerte y los impuestos". Pues habrá que agregarle
de algún modo una nueva certeza, la de cohabitar con la corrupción.

Que la política haya hecho un despliegue de sus artes, perfeccionando la
forma en la que se financia, que los perversos sigan aprovechando sus
éxitos electorales para enriquecerse a costa de la ingenuidad de muchos,
y la pasividad de otros, puede admitirse como esperable. Pero lo que no
es aceptable, es que una sociedad que despotrica contra la deshonestidad
acepte mansamente esa realidad, con impotencia, se entregue y claudique.

La inútil retórica que intenta repartir responsabilidades entre los que
corrompen y los corruptos, no justifica a los espectadores de esta
historieta. Somos parte del sistema. Lo que ocurre, sucede, por nuestro
silencio, indiferencia y complicidad, aunque esta parezca involuntaria.
La sociedad toda, parece superada por su impotencia, por no encontrar el
modo de superar este presente.

Que existe un sector prebendario en la actividad pseudo privada no caben
dudas, y es importante aclarar que llamarlos empresarios sería ofender a
quienes toman riesgos a diario y realmente merecen llevar ese nombre.

Pero la corrupción no existe porque unos son los malos y otros los
buenos. Seguir recorriendo el ingenuo diagnóstico de que éste es un
problema de moral, de dirigentes que se tuercen en el camino, es
probablemente demasiado infantil.

La corrupción tiene muchas explicaciones, pero fundamentalmente su
denominador común es que alguien puede contratar discrecionalmente,
decidir en forma arbitraria, le resulta posible tomar definiciones con
poco nivel de consulta y control, porque no hay transparencia y cada vez
mas tenemos un estado gigantesco, que crece porque una sociedad
demandante pretende delegar todo en el paternalismo del sector público.

Hay que asumir las ideas que se defienden y hacerse cargo de ello. Un
Estado grande implica, altos niveles de discrecionalidad, y eso es
directamente proporcional a los niveles de corrupción

Luego, habrá matices, dirigentes más honestos y de los otros, pero debe
preocupar lo estructural, y no lo anecdótico. No se trata sólo de
personajes mejores y peores, sino de sistemas que permiten que todo esto
sea posible, y que nadie, ni los que gobiernan, ni los otros, están
dispuestos a modificar.

Asumir que este es un problema de algunos, es hacer un reduccionismo
improcedente. Culpar a los que están y eximir de culpas a los que no
gobiernan, es no entender cómo funciona. Que la casta, la corporación
política y la de los intereses que defienden esta dinámica, perseveren
en su creatividad, y sigan encontrando ocurrentes modos de permanecer en
su inercia, no nos puede extrañar.

Lo inaceptable, es que la víctima de esta historia, el electorado, la
ciudadanía, siga avalando con su connivencia esta continuidad, bajo
débiles argumentos como aquel que dice que "no se puede hacer nada".

O peor aún, justificando su postura timorata en el "todos roban". Está
claro que esta visión muestra el nivel de impotencia y de resignación
que nos invade. Pero asumir que las cosas no pueden ser modificadas sin
entender el problema e intentar seriamente cambiar el rumbo, no es
saludable, para estas generaciones y mucho menos para las que vienen y
esperan de nosotros, con consistencia por cierto, un gesto adecuada, el
correcto.

Tan patética es la percepción de la sociedad que muchos aceptan la
perversa reflexión de asumir aquel "roba, pero hace", como si una cosa
justificara la otra, y como si el hecho de ser ejecutivos y promover
obras, lo eximiera de responsabilidades. Es más, muchas veces, esa
ejecutividad, es la que explica claramente los altos índices de
corrupción. Más se puede robar cuanto más se puede mostrar.

No quedará fuera de este recorrido la temible frase de "estos roban
más", como si fuera una cuestión cuántica la que define la moralidad de
los actos. Algo así como que si roban poco está bien, pero si roban
mucho está mal. Completa el pobre paisaje aquello de "pero los otros
eran más burdos", como si se tratara de una cuestión de formas, de
sutilezas, de disimulos.

El tema de la corrupción es complejo, pero su solución pasa por
enfrentarlo con el diagnóstico preciso y no de eludirlo, pensando que se
trata sólo de personajes deshonestos. El sistema es corrupto, no los
seres humanos. El esquema vigente lo hace posible, y no la malicia de
los circunstanciales actores. Hasta que no asumamos la gravedad del
asunto, y los ciudadanos no decidamos dejar de ser funcionales a esta
realidad, por lo visto y por algún tiempo, seguiremos en esta dinámica
de consentir lo inadmisible.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=33682

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