jueves, 7 de julio de 2011

Soldados incondicionales o ciudadanos conscientes?

¿Soldados incondicionales o ciudadanos conscientes?
Fernando Ravsberg | 2011-07-07, 11:18

Llegó a mis manos el formulario que deben llenar los estudiantes de
secundaria para entrar en los preuniversitarios pedagógicos y me dejó
sorprendido el nivel de compromiso que se les exige dada su edad, no más
de 14 o 15 años.

El alumno está obligado a firmar un documento en el que declara: "sentir
vocación por el magisterio, siendo consciente de que una vez aprobado el
12º grado y las tres pruebas de ingreso solo puedo optar por carreras
pedagógicas".

Es verdad que al final del documento se exige también la firma del tutor
legal pero uno podría preguntarse si algún padre tiene moralmente el
derecho para comprometer de esa forma la vida de su hijo y su futuro
profesional.

El chico apenas ha dejado atrás la pubertad y aún lucha contra el acné
pero debe asegurar que no padece "ningún tipo de enfermedad, limitación
física, mental, política o religiosa que me impida formarme como un
estudiante patriota".

Agrega que debe ser "incondicional ante las tareas y misiones que se me
asignen". El diccionario me dice que un incondicional es un "adepto
absoluto", alguien capaz de cumplir las órdenes sin cuestionar su
eficiencia práctica o su validez moral.

Pero lo peor no es eso, lo peor es que los jóvenes que aceptan ser
incondicionales son los que formarán a las nuevas generaciones y no solo
les trasmitirán las matemáticas o el español, también serán ejemplo de
simulación.

Porque en el fondo nadie es incondicional, lo más que se puede lograr es
aparentarlo. Y es preferible que así sea porque de lo contrario seríamos
robots dispuestos a hacer todo aquello que nos ordene nuestro programador.

Es la lucha entre el país de la unanimidad que requiere soldados
incondicionales y otro que lucha por nacer, compuesto por ciudadanos
pensantes, cuyas ideas diversas podrían ser las piedras necesarias para
continuar construyendo la nación cubana.

Pero lo cierto es que ahora estudiar pedagogía se torna casi tan
dramático como emigrar porque después que se da el paso ya no hay
posibilidades de volver atrás. El cubano que se equivoque deberá pagarlo
durante toda su vida.

Es comprensible la necesidad de maestros de Cuba, un país en el que
hasta el último niño en medio de las montañas tiene un aula pero
justamente por el nivel alcanzado debería aspirar a una enseñanza de
mayor calidad.

Ya han habido experiencias de crear educadores a como de lugar, la gente
en broma los llamó "maestros instantáneos", pero el chiste se acabó
cuando uno de estos jóvenes mató de un sillazo a un alumno, apenas un
poco menor que él.

Es indiscutible que la incorporación en 1961 de miles de muchachos y
muchachas a las brigadas de alfabetización significó un salto hacia el
futuro pero la necesidad de apelar a sus nietos 50 años después implica
un retroceso.

Cuba tuvo un buen plantel de maestros y necesita volver a tenerlo pero
parece poco probable que lo logre trayendo muchachos inexpertos a
impartir clases o encadenando con juramentos de por vida a sus adolecentes.

El problema de fondo -sobre el que habla cualquier maestro al que se
quiera escuchar- es el de los bajos salarios, ingresos que no se
corresponden con costo de la vida ni con la responsabilidad que implica
el magisterio.

Durante los últimos años se gastaron millones en la reparación de
escuelas, en computadoras, en videos y en televisores para todas las
aulas del país pero los maestros siguieron siendo uno de los sectores
más pobres de la población.

Ganan alrededor de US$24 mensuales y llegan a los US$25,60 si obtienen
una maestría. Semejante cantidad es apenas suficiente para vivir unos 10
días, con el agravante de que no tienen las entradas extras de otros
trabajadores.

Muchos empleados estatales completan sus ingresos llevándose cosas de
sus empresas y vendiéndolas en el mercado negro pero en las escuelas los
educadores no tienen acceso a nada que les permita ese tipo de sobresueldo.

Por si esto fuera poco, con las nuevas políticas se les exigió mejorar
su preparación docente, trabajar más en sus casas, asesorar a los
maestros emergentes y hacer guardias para cuidar los medios electrónicos
adquiridos por las escuelas.

Los maestros no abandonan las aulas por carecer de amor a su profesión o
porque les falten solemnes juramentos de lealtad, lo hacen en busca de
ingresos que les permitan mantener a sus familias con un mínimo de decoro.

No quisiera ser pesimista pero tengo la impresión de que mientras esta
realidad no cambie, todos los compromisos adquiridos por los
adolescentes no serán más que pasto para seguir alimentando la
simulación de los adultos.

http://www.bbc.co.uk/blogs/mundo/cartas_desde_cuba/2011/07/soldados_incondicionales_o_ciu.html#more

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