jueves, 14 de julio de 2011

Los misterios de la Causa 1

Caso Ochoa

Los misterios de la Causa 1
Alberto Méndez Castelló
Las Tunas 14-07-2011 - 3:00 pm.


A 22 años de la muerte del general Ochoa y del coronel Antonio de la
Guardia y sus ayudantes, quedan muchas preguntas sin respuesta.

Arnaldo Ochoa junto a Fidel Castro, Santiago de Chile, 1972
(WWW.SECRETOSDECUBA.COM)

La muerte del general Arnaldo Ochoa Sánchez, el coronel Antonio de la
Guardia Font y sus respectivos ayudantes, como conclusión del proceso
penal de la Causa 1 de 1989, cumplió ayer 22 años, pero cabe preguntarse
si tras la ejecución sumarísima de estos oficiales —téngase en cuenta
que el proceso tardó mucho menos del que suele emplearse para instruir
de cargos y juzgar a un ladrón de caballos—concluyó también un proceso
preñado de misterios que todavía mueve a interrogantes aterradoras.

Sabido es que entre militares en cualquier lugar del mundo la
compartimentación —valga decir, "mi trabajo solo importa a la jefatura"—
levanta barreras de silencios muchas veces llevado a la tumba. Pero la
compartimentación tiene una cota, un punto culminante de altitud, a
donde todo llega, donde todo se informa, donde al menos uno o dos casi
todo lo saben.

Los ejércitos y servicios secretos de países democráticos suelen tener
fallas de información (debido a la flexibilidad impuesta por la misma
democracia) que no suelen ocurrir en los sistemas totalitarios, donde
todos vigilan a todos, si no con el encono de un felino en celo, sí con
la complacencia de la hembra que se rinde al semental; esto es, al
caudillo, al líder máximo, el que todo lo sabe o debe saberlo.

Bajo ese principio de vigilancia e información absoluta, el ciudadano
común, ese que va con paso cansado de la casa al trabajo y del trabajo a
la casa, es observado por varios pares de ojos diferentes a nivel de
barrio: los del presidente y el responsable de vigilancia del Comité de
Defensa de la Revolución, los del jefe de sector de la Policía y los del
oficial de la policía política, además de los de sus informadores, entre
otros.

A todo este entramado inquisitorial, súmese en los militares el olfato
de sabueso de la contrainteligencia y el de los servicios de control
interno.

Con semejante telaraña sobre cada habitante de la Isla, es útil
preguntarse si puede un cubano dar un paso sin que no se sepa
inmediatamente. Con toda probabilidad, ha de saberse; que no quieran
enterarse, es harina de otro costal.

Según Fidel Castro Ruz, durante décadas comandante en jefe de la fuerzas
de mar, aire y tierra y hasta de lo más insignificante en Cuba, ante los
rumores de que algo andaba mal hizo venir de Colombia al exguerrillero
del M-19 Antonio Navarro Wolff para que le informara.

Otros asuntos impidieron a Castro entrevistarse con Navarro Wolff, quien
fue entrevistado por un oficial del Ministerio del Interior sin que el
ministro José Abrantes, quien visitaba a diario el despacho del
comandante le informara de asunto tan candente que todavía hoy quema las
manos: tráfico de drogas.

Dos preguntas saltan a la vista: ¿Callaría el general Abrantes lo que
por orden debía informar a su comandante en jefe? ¿Dijo algo Navarro
Wolff que ya no se supiera en Cuba y Estados Unidos?

Por supuesto, el general Abrantes está muerto y los muertos no hablan.

Ante el tribunal, el general Ochoa dijo sentirse cansado. Cansado de
qué, preguntaría el fiscal. Aunque dio una respuesta —en realidad una
respuesta poco convincente— ese es otro de los misterios de la Causa 1
que se iría a la tumba junto con el Héroe de la República de Cuba
fusilado. ¿Cansado de qué estaba el general Ochoa?

A finales de la década de los noventa un general defenestrado mostró a
este periodista una pistola nueva, en su caja. Era un obsequio de Raúl
Castro, quien se la enviaba junto con una carta en la cual le reiteraba
su confianza, hablándole de aquel proceso como una "cura de caballo".

¿De qué estaba enfermo el caballo urgido de una cura tan estremecedora?
Es un misterio que se llevaron a la tumba quienes podían revelarlo y del
que, al parecer, no hablaran aquellos a quienes puede costar muy caro
hacerlo.

El general Patricio de la Guardia Font está vivo, está ahí, sabe
bastante, pero seguro callará.

http://www.ddcuba.com/cuba/5806-los-misterios-de-la-causa-1

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