lunes, 18 de julio de 2011

Las rodillas y otros males

Las rodillas y otros males
Monday, July 18, 2011 | Por Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) – Hace unos días Candelaria y
yo nos conocimos en la policlínica de Santa Fe, al oeste de La Habana,
donde recibimos un tratamiento con electricidad, luz infrarroja, calor,
ejercicios, debido al mal de las rodillas que nos aqueja a ambas.

Allí conversamos como si nos hubiéramos conocido hace años. Tenemos la
misma edad, somos cubanas y hemos sufrido, aparte de nuestro mal de
rodillas, de esos otros males que nos inflige una dictadura de medio siglo.

La historia de Candelaria merece no sólo una crónica, sino un libro,
pero un libro escrito por sus propias manos, curtidas por las cicatrices
del trabajo diario del campo.

Es dueña de una finca en Punta Brava, provincia de Pinar del río. En esa
zona el General Antonio Maceo pasó las últimas horas de su vida, un
domingo de 1896.

En esa finca nació y creció Candelaria. Es por eso que su piel tiene el
mismo color púrpura de esas tierras fértiles y sus ojos son tan verdes y
brillantes, como las hojas de las palmas al amanecer.

Cuando me contó de fracasos y de tantos sinsabores, la comprendí. ¿Qué
cubano olvida que durante estos años de latifundio castrista, a los
campesinos les imponen siembras que nada tienen que ver con la calidad
del suelo, o les pagan sus cosechas miserablemente, algo que no los
estimula para continuar trabajando?

Una tarde, dos dirigentes políticos la visitaron y le ordenaron sembrar
caña. Sólo caña. Por mucho que protestó, puesto que ella no tenía
experiencia con esa siembra y mucho menos el terreno adecuado, se vio
obligada a aceptar. Fue en la zafra de 1970.

Años después ocurrió su peor desgracia al salir una noche en su caballo,
con el propósito de perseguir a un par de ladrones que se llevaban tres
cerdos del corral.

Al bajarse del animal, a la entrada de su casa, sufrió una caída que,
desde entonces, la tiene caminando con un bastón. Dice que ese día se
convirtió en una anciana casi inválida, que hasta trabajo le cuesta
atender sus siembras de cebollino, ajo porro y culantro.

Pero la suerte tocó a la puerta de Candelaria en sus últimos años de
vida, no precisamente por haber trabajado en la agricultura durante
medio siglo, sino porque su hija más pequeña, una mulata preciosa y de
pequeña estatura como ella, se casó bien casada, con traje de novia,
azahares y las notas de la Marcha Nupcial como fondo, en una iglesia del
barrio de Miramar.

La historia comenzó cuando un joven danés se enamoró de su hija y se la
llevó para Copenhague, donde viven felices, como en los cuentos de
hadas, hace más de diez años.

Al lejano reino de Dinamarca viajó Candelaria con su bastón, para
conocer a su nieta que lleva su mismo nombre, pero no con C como primera
letra, sino con K. De allá recibe coronas danesas como ayuda económica.

Los meses que pasó en ese país los recuerda como un sueño, el sueño más
bonito que tuvo en sus años de campesina, y del que no hubiera querido
despertar jamás.

http://www.cubanet.org/articulos/las-rodillas-y-otros-males/

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