Friday, July 15, 2011 | Por Frank Correa
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) – Hace unos días conocí en el
municipio Marianao a una mujer cristiana que vive en la extrema
pobreza. Pasé a dejarle un artículo publicado hace poco en Internet, que
habla de ella. La encontré ocupada en sus labores domésticas. Limpiaba
el piso con una frazada vieja y, como cubo, utilizaba una cazuela.
No había agua desde hacía dos días en el apartamento, situado en 21
entre 96 y 98, lugar céntrico de la capital. Los pomos plásticos donde
almacena el líquido para tener cuando falta el suministro estaban
vacíos; sólo quedaba uno lleno hasta la mitad y, antes de saludarme, se
lavó las manos con un pedacito de jabón que apenas hacía espuma.
Lucía avejentada, posiblemente debido a la mala alimentación y las
preocupaciones. Se notaba que su pelo canoso no veía champú, suavizador,
ni tinte desde hacía mucho tiempo. Vestía ropas viejas, donadas por la
iglesia. Su único vestido lo guarda para ir al culto, a los ayunos, a
las adoraciones y a las alabanzas a Dios.
Su apartamento lo compone un baño (que cerró en cuanto llegué), una cama
sin tender y un fogón tiznado. Se disculpó por haberla encontrado tan
descompuesta. Dijo que estaba pasando pruebas que el Señor le ponía en
el camino. Pero en el nombre de Jesús saldría adelante.
Le entregué el artículo y cuando lo leyó se tuvo lástima. Dijo que la
principal razón de sus desgracias era no querer apartarse de los
caminos de Cristo.
-Son prueba que Él me pone -dijo-. Puedes añadir al escrito que la
policía acaba de ponerme una multa de doscientos pesos por vender dulces
en la calle y no sé cómo voy a pagarla. Estoy esperando a un amigo para
que me haga un préstamo, pero al parecer no va a llegar.
Me preguntó si pertenecía a "los derechos humanos". Y me advirtió que
a Dios no le agradaba eso.
Oró por mí, porque entrara en los caminos del Señor. y me dedicara a
otra cosa. Por ejemplo, que me pusiera a vender dulces. Pero me
recomendó que primero sacara licencia.
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