miércoles, 6 de julio de 2011

El lobo, el bosque y Fernando Rojas

Opinión

El lobo, el bosque y Fernando Rojas
Orlando Luis Pardo Lazo
La Habana 06-07-2011 - 10:59 am.

Medio siglo después, el viceministro relanza aquellas 'Palabras a los
intelectuales' de Fidel Castro en 1961.

En arte como en política, los discursos de los epígonos, libres ya de la
culpa original del Mesías, empiezan intentando una relectura liberal del
evangelio revolucionario y terminan siendo puro fascismo. El intelectual
cubano Fernando Rojas, más allá de su alto cargo gubernamental (de
cuando en cuando en el campo literario cubano circula con horror el
rumor de que sustituirá a Abel Prieto), no tendría por qué ser la excepción.

Medio siglo después de un ajuste de cuentas de ocasión, Rojas relanza al
futuro aquellas Palabras a los intelectuales de Fidel Castro en 1961. No
quiere dejar que sean los arqueólogos los que exhumen la violencia fósil
del documento. Interpretar es higienizar. Y Rojas apuesta por
ideologizar lo que fue un acto tan concreto como poner la pistola sobre
un buró de la Biblioteca Nacional.

Se trata, por supuesto, de una intentona de golpe de estado contra la
cultura cubana. Un proceso de rojización terminal. Y ojalá que sea
exitosa esta maniobra, más allá de su demagogia científica y su cadencia
republicana de partido estalinista en el poder. Porque la salud plena de
cualquier cultura solo se logra bajo la botaza obscena de un déspota.
Porque sin censura no hay resistencia moral que devenga en creatividad
límite (de ahí los bostezos primermundistas de nuestro exilio estético).
Porque el futuro depende a partes iguales de la víctima y su torturador,
donde Fernando Rojas ahora mismo encarna con hidalguía histórica ese
segundo rol (papel protagónico y para nada segundón).

Así pues, la próxima década promete ser tan gris como luminosa en las
perspectivas de Rojas. Habrá debates de corte anti-dogmático sobre los
grandes errores del pasado de la Revolución. La burocracia será
burocráticamente lapidada por mil novecientas cincuentinovena vez. Habrá
rectificaciones de rescate, incluso para los escritores no
revolucionarios que no lleguen a ser incorregiblemente reaccionarios
(puede que por ahí me salve en una tablita yo). Se blanqueará la rabia
de Cabrera Infante y Reinaldo Arenas, como en su momento se blanquearon
la ironía inicua de Virgilio Piñera y la socarronería atroz de Lezama.
Se folclorizará la barbarie de Lydia Cabrera y serán obligatorios los
estridentismos de Celia Cruz. Mientras tanto, el mercado seguirá siendo
una herramienta medieval en las manos momificadas del Estado: la ilusión
siempre inmersa dentro de la institución. Es la teoría de la zanahoria
madura versus la tiranía del latigazo verde oliva.

Aplausos, ovación cerrada: así transcribía la prensa cubana la versión
de los calígrafos de Fidel Castro. Y Fernando Rojas debió rematar así
mismo la gramática de Granma de su último discurso. No debió sentir pena
de ese coda que nadie en Cuba, excepto yo, le concederá. En efecto,
aplausos y ovación cerrada es lo menos que se merece el monolitismo que
lo traiciona de párrafo en párrafo, los que supuran un desprecio
anti-intelectual que le quedaría mucho mejor articulado, en tanto autor,
en una de esas novelas sobre la soledad de un sátrapa antes sádico y
ahora senil.

Fernando Rojas le perdona magnánimamente la vida a sus niños nuevos
cautivos (hombrecitos felices que le tienen pánico o lo putean, pero en
definitiva niños perdidos del bosque que, más temprano que tarde, serán
corregidos por los peterpanes políticos que los atienden). No hay cómo
eludir sus buenas intenciones al blandir un papel empedrado como la
única Ley. Nuestro Rojaspierre en el ministerio sabe que la
analfabeticidad de la audiencia cubana está en proporción directa con su
alto nivel educacional. Todos quieren crear, ergo será muy fácil
entonces hacerlos primero creer. Y luego ya nos pondremos de acuerdo
sobre héroes y tumbas, así como sobre becas y viajes, pero siempre
cómplicemente entre compañeros, pues allá afuera y aquí dentro ya afilan
sus cuchillos ciudadanos esa nunca tan útil como hoy contrarrevolución
inescrupulosa e insaciable.

Sin embargo, a pesar del esfuerzo iluminista de Rojas, cacarear fuera de
contexto "dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada",
forwardear la frasecita sin leer ni por error el resto de aquel discurso
primigenio, exagerar su carácter de apartheid cultural y ningunear las
sutilezas semánticas del socialismo, acaso ha sido una suerte de
venganza minimal, inconscientemente transgeneracional, casi un tweet
anónimo que no se recuerda bien de qué usuario salió, una línea
discontinua de fuga ante el monólogo megalomaniaco de décadas y décadas
del Máximo Líder en su tribuna-tribunal. Parece seer que cada cual tiene
la mala cita que se merece.

http://www.ddcuba.com/cultura/5667-el-lobo-el-bosque-y-fernando-rojas

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