Lezama en los archivos de la Stasi
Antonio José Ponte
Madrid 10-06-2011 - 12:25 pm.
Un documento con epígrafe de Raúl Castro prueba la represión sistemática
contra Lezama Lima.
DOSSIER: Cien años de José Lezama Lima
"El día de su entierro", escribió Reinaldo Arenas, "hubo hasta ascensos
en el departamento de la Policía Política que vigila a los escritores".
Los asistentes al sepelio de Lezama pudieron percibir, de reojo, cómo se
desplegaba por los alrededores una brigada policial.
Heberto Padilla contó en sus memorias que, a principios de 1971, Lezama
había recibido la visita de un oficial de Seguridad del Estado que lo
acusó de difamar del gobierno revolucionario y, puesto que Lezama negaba
la acusación, el oficial sacó de su maletín una grabadora y le hizo
escuchar la prueba de su propia voz.
Según Eloísa Lezama Lima, ya en los primeros años del nuevo régimen su
hermano le pedía salir a la calle para hablar libremente. Subían al auto
de ella y, al llegar a un semáforo, comenzaba a dudar de la privacidad
conseguida. "A lo mejor esto está conectado con algo", le decía.
Hoy ni los escritores cubanos más oficialistas niegan el ostracismo
padecido por Lezama durante los años setenta, aunque no se arriesgan a
incluir a la Seguridad del Estado en el asunto. Achacan los
contratiempos a alguna directiva improcedente, a un puñado de comisarios
desbocados. Cintio Vitier reconoció en un diálogo con Arcadio Díaz
Quiñones que "a partir del 72, sí efectivamente empieza a haber una
actitud de hostilidad hacia Lezama por parte de determinados
funcionarios. Estos funcionarios empezaron a crear una especie de cerco
de silencio en torno a Lezama".
Determinados funcionarios. Una especie de cerco de silencio, no un cerco
de silencio propiamente. Lezama, según tan piadosa versión, resultó
víctima de ciertas excepciones del aparato estatal. Y es de lamentar que
muriera tan temprano, pues unos pocos años más de vida le habrían
alcanzado para ver sus inéditos publicados, recibir la visita de su
hermana y viajar al extranjero.
El oficial con grabadora que lo visitara debió de ser, si no invención
de Padilla, uno de los funcionarios relativamente autónomos postulados
por Vitier. La brigada de policía secreta en el entierro era achacable a
la sempiterna disposición a novelar de Reinaldo Arenas… Desde entonces
había llovido mucho. Los jefes que se tomaran atribuciones indebidas
estaban muertos o arrastraban jubilación. Entretanto, librerías y
bibliotecas y centros de estudios de todo el país atesoraban los
volúmenes de Lezama. La casa del escritor había sido declarada museo y
patrimonio nacional. Acababa de celebrarse por todo lo alto el
centenario de su nacimiento. ¿Para qué insistir en las vicisitudes que
sufriera? ¿Adónde conducía tanto resentimiento?
Un documento descubierto en Berlín por el investigador Jorge Luis García
Vázquez (y que reproducimos aquí en pdf gracias a su generosidad) viene
a probar que Lezama sufrió una represión sistemática, legitimada por las
autoridades más altas. El documento procede de los fondos de la Stasi,
adonde pudo llegar gracias al intercambio entre servicios de
inteligencia hermanos. Se trata de un folleto de dieciocho páginas
publicado en Cuba, que lleva en sus páginas las marcas de los archivos
secretos de la época comunista ("MfS" o Ministerium für
Staatssicherheit, abreviadamente, Stasi. "ZAIG" o uno de los
departamentos de la Stasi, el Grupo Central de Análisis e Investigación)
y las marcas de los archivos consultables del poscomunismo: "BstU",
siglas de la oficina para la preservación de los fondos de la Stasi.
No contiene información clasificada: fue el programa de mano de una
exposición abierta al público en La Habana de 1974 y organizada por el
Ministerio del Interior cubano. Una frase de Raúl Castro sirve de
epígrafe al programa: "El diversionismo ideológico, arma sutil que
esgrimen los enemigos contra la Revolución". Sus páginas son lo
suficientemente enumerativas como para permitir que nos hagamos una idea
de aquella exposición.
La cultura, advierten sus líneas iniciales, es el campo principal de los
ataques enemigos. Instituciones religiosas y organizaciones
contrarrevolucionarias internas procuran subvertir el entusiasmo del
pueblo cubano por su revolución. Pero tienen que vérselas con la
Seguridad del Estado, con el Partido Comunista y las organizaciones de
masas.
Tres salas de muestras y una de proyecciones acogían las pruebas de
aquellos enfrentamientos. Allí estaba lo ocupado al enemigo: una
exhibición de atrocidades. Podía escucharse la grabación de un programa
radial extranjero que "alentaba la creación de grupos juveniles con
nombres y símbolos extravagantes". Se exhibían revistas y materiales de
contenido erótico, juegos infantiles con imágenes de Nixon y de Kennedy,
cartas dirigidas a los deportistas cubanos para hacerlos desertar,
boletines de instituciones religiosas del exilio, pruebas del trabajo
pastoral dentro del país. Propaganda sionista dispersada desde la
Legación de Israel. Propaganda trostkista. Llamados
contrarrevolucionarios al terrorismo y el magnicidio, pancartas
antigubernamentales aparecidas en diversos rincones de la capital,
ejemplos de humor contra las autoridades.
Un mapa señalaba cada una de las emisoras radiales que emitían hacia
Cuba desde territorio estadounidense. Un documento oficial argentino
prohibía la entrada de libros cubanos, especialmente los de José Martí,
Ernesto Guevara y Fidel Castro. Y, más allá de toda sutileza, se
mostraban restos del material explosivo utilizado recientemente contra
las misiones diplomáticas cubanas en Argentina y Perú.
En la sala de proyecciones, un documental explicaba las actividades como
agente de la CIA de Humberto Carrillo Colón, consejero y agregado de
prensa de la embajada mexicana expulsado del país en 1969.
Abundaban en la exposición los materiales literarios. Libros y folletos
publicados en Estados Unidos por una fundación universitaria con el
nombre de José Martí, obras de escritores cubanos exiliados
("apátridas") y ejemplos de literatura anticastrista extranjera: Les
Guérrilleros au pouvoir:l'itinéraire politique de la révolution cubaine
de K. S. Karol, Cuba, est-il socialiste? de René Dumont y Persona non
grata de Jorge Edwards. Un expediente policial seguía de cerca las
andanzas del antropólogo estadounidense Oscar Lewis, quien emprendiera
investigaciones de campo en el país antes de ser interrogado, acusado de
espionaje y expulsado.
Cabía allí una apretada historia de la censura política revolucionaria.
Entre los títulos impresos por editoras nacionales "que se dedicaron
hasta 1965 a resaltar la actividad literaria de elementos diversionistas
en Cuba" debieron exponerse los de una pequeña editorial clausurada ese
mismo año, El Puente. Las obras "diversionistas" premiadas en concursos
nacionales por jurados extranjeros eran, seguramente, Fuera del juego de
Heberto Padilla y Los siete contra Tebas de Antón Arrufat. Libros y
revistas editados por el Departamento de Filosofía de la universidad
habanera y acusados de revisionismo y mixtificación del marxismo
debieron pertenecer a los redactores de Pensamiento Crítico, revista
cerrada en 1971 a la par que disolvían el departamento universitario.
Allí estaban, fallidos, los primeros tamizdat: inéditos que algunos
escritores intentaron sacar del país. Podían examinarse los expedientes
operativos contra dos escritores: Heberto Padilla (Caso "Iluso") y José
Lezama Lima. Sobre este último, puede leerse en el programa de mano:
"Materiales operativos del Caso 'ORBITA' llevado contra el escritor
diversionista JOSE LEZAMA LIMA. Se expone [sic] también algunas de sus
obras, editadas en nuestro país y los manuscritos de las obras que
elabora actualmente".
El nombre del caso debieron tomarlo de una antología publicada en 1966:
Órbita de Lezama Lima. El expediente pudo iniciarse por esa fecha. O
quizás antes, y luego fue rebautizado. La exposición contenía, según se
complace en anunciar el folleto, obra inédita ocupada al escritor. De
manera que Lezama debió soportar, no solo las violaciones de su
privacidad, sino el alarde público de esas violaciones. Las editoriales
(no quedaba ya ninguna independiente) no editaban sus textos y, sin
embargo, la policía secreta se los arrebataba para exponerlos como
prueba de delito. Lezama no era dueño de su material. Cualquier
visitante de la exposición podía asomarse al work in progress de aquel
monstruo que escribía, no para ser publicado, no para la gaveta, sino
para la policía y el grupo de curiosos arremolinados en torno a una
escena de detención.
Es fácil conjeturar que él no visitó la muestra, que no sufrió el
vértigo póstumo de inclinarse ante sus manuscritos en vitrina.
Presentarse allí habría sido exponerse a represalias. Pero debió tener
noticias de que inéditos suyos servían para su escarnio y escarmiento.
Y, dos años después de aquella exposición, murió.
Entonces fue autorizada la publicación de la novela inacabada Oppiano
Licario. Editaron su último libro de poemas, Fragmentos a su imán.
Fueron compilados sus textos de innegable entusiasmo por los primeros
años de revolución: Imagen y posibilidad. Cintio Vitier pudo emplearse a
fondo en los trabajos de soldadura autógena que juntaban a Lezama con el
régimen.
La recuperación oficial del escritor supuso, sin dudas, la desaparición
de pruebas inculpatorias como este folleto conservado por la Stasi.
Sobre la exposición organizada por el Ministerio del Interior apilaron
tanto silencio que ninguno de los testimoniantes de noticias biográficas
lezamianas alcanzó (ni siquiera desde la inmunidad del exilio) a
recordarla. La primera mención del caso "Órbita" y de la exhibición
pública de material relacionado con él apareció en un artículo de Jorge
Luis García Vázquez. En su libro Palabras del trasfondo. Intelectuales,
literatura e ideología en la Revolución Cubana (Colibrí, Madrid, 2009),
Duanel Díaz Infante ha relacionado el contenido de aquella exposición
con una conferencia pronunciada un par de años antes por Raúl Castro. La
exposición, según él, constituyó "una especie de demostración gráfica"
de dicha conferencia.
En el Museo del Ministerio del Interior, que visité en La Habana hace
aproximadamente siete años, no encontré ninguno de los materiales
exhibidos en 1974. El programa de mano sacado de los fondos de la Stasi
pertenece a una época en que la censura estaba lejos de ser vergonzante,
los comisarios apelaban a una ideología y se reprimía abiertamente. Tan
abiertamente, que podía llegarse al exhibicionismo. A diferencia, en la
hipócrita actualidad cubana no cabe tanta ostentación de poder.
Me pregunto, por último, si existen otros ejemplares de este folleto.
Porque el museo lezamiano de Trocadero 162 y el museo habanero de la
policía secreta deberían contar alguna vez, en montajes más fidedignos,
con una pieza como ésta.
lezama.pdf:
http://www.ddcuba.com/sites/default/files/pdf/lezama.pdf
http://www.ddcuba.com/cultura/5217-lezama-en-los-archivos-de-la-stasi
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