sábado, 19 de febrero de 2011

Religión en Cuba: Los límites de un espacio

Religión en Cuba: Los límites de un espacio
Por Marcos Antonio Ramos

El paso de los años es implacable. Así terminaba mi más reciente
artículo. Cincuenta y dos años después de la toma del poder por Fidel
Castro en 1959 era lógico esperar cambios dramáticos. No sólo las
reformas que no han llegado sino también situaciones provocadas como
resultado de nuevas generaciones y de ambientes que se derivan de
diferentes períodos históricos. Además de artículos publicados en este
diario, en publicaciones periódicas en otras geografías y en revistas
especializadas, he estudiado profesionalmente por 40 años el fenómeno
religioso en Cuba y las instituciones eclesiásticas y otros movimientos
de ese tipo en el país. Algunos de mis libros publicados a través de las
décadas se han concentrado en esos temas, así como también clases,
conferencias, talleres, entrevistas y todo lo demás. Pero se abre todo
un nuevo ciclo con sus características propias.

Con este artículo, simplemente me propongo señalar un detalle de lo que,
al menos hasta donde puedo ver, está sucediendo en cuanto al alcance del
espacio para la religión. La labor por delante será más complicada y
todos nos veremos obligados a rectificar datos y afirmaciones,
reconociendo limitaciones, intentando nuevas interpretaciones, pero sin
pretender demasiado. Seremos siempre sacudidos por alguna noticia o por
el contacto con otro especialista o con alguna persona con las vivencias
propias de quien reside en Cuba. Pero las declaraciones de líderes
religiosos, entrevistas con visitantes nacionales o extranjeros, los
informes que publican las Iglesias y muchas otras cosas sólo ayudan a
aproximarse a lo que ha sucedido hasta fecha reciente y nada más. Y
precisamente lo acontecido en las relaciones Iglesia/Estado, así como el
resurgimiento católico y el avance evangélico en el país, asuntos que
atraen ahora a la prensa, obligarán al interesado a estudiar con mayor
rigor esta zona del quehacer humano.

Algunas cosas se mantienen más o menos igual. Por ejemplo, el movimiento
evangélico o protestante es el mismo que describí en 1986 en "Panorama
del Protestantismo en Cuba". Quizás porque ese libro voluminoso (668
páginas) entraba más bien en el periodo anterior a 1959 y no tanto en el
proceso posterior no recibí muchas reacciones negativas del mundo
académico, bastante liberal, o de las Iglesias establecidas. Pero en
relación con otro esfuerzo, publicado en 1989, se produjo una crítica
sumamente curiosa. Un libro, escrito en lengua inglesa y publicado por
la Universidad de Miami con el título "Protestantism and Revolution in
Cuba", causó sorpresa en algún sector por haberme atrevido a
"subestimar" la importancia atribuida en círculos de izquierda a la
teología de liberación en el país.

Treinta años después de la Revolución (1989), y todavía hoy (2011), sus
partidarios se han limitado a un reducidísimo grupo de personas, que
recibe mucha publicidad oficial, pero que no había ejercido ni ejerce
influencia significativa a no ser en reuniones de "teólogos por el
socialismo" y sigue siendo rechazada allí por casi toda la comunidad
protestante, no necesariamente dependiente de opiniones de un Consejo de
Iglesias, con todo derecho a creerla y a promoverla si así lo desea,
pero que no representa a los que se sientan en los bancos o predican
desde los púlpitos. Un profesor norteamericano estudioso del Brasil
confundía las declaraciones oficiosas del Consejo Ecuménico de Cuba con
el pensamiento de la feligresía.

La institución de estudios teológicos con la que enseñé historia en los
últimos 25 años facilitó trabajar con datos acerca de la Iglesia
Católica en Cuba. En noviembre del 2002, otra casa de estudios, Trinity
College de Washington, institución católica, publicó mi ensayo:
"Religion and Religiosity in Cuba: Past, Present and Future" (Religión y
Religiosidad en Cuba: Pasado, Presente y Futuro). Y el Dr. Efrén Córdova
me encargó desde 1999 del tema religioso en sus libros sobre la
Revolución. En cuanto al creciente sincretismo afrocubano debe ser
tratado por sus especialistas.

Pues bien, en esta nueva etapa debe enfrentarse, con sus matices, la
realidad de que el gobierno cubano, que fracasó en su campaña ateísta,
ha adoptado una nueva política en relaciones Iglesia/Estado. Además,
desde la segunda mitad de los años ochenta y sobre todo desde los
noventa, flexibilizó, sin eliminar los controles, las restricciones
impuestas a instituciones religiosas, las cuales no representan como
antes algo conveniente para el régimen.

En un artículo anterior me referí al vacío creado por el fracaso mundial
del llamado socialismo real y el desastre económico imperante en el
país. Es conocido que las grandes Iglesias históricas, opuestas al
embargo estadounidense, hacen llegar ayuda material a una población cada
día más pobre, y que no cuenta ni siquiera con un sistema estatal de
distribución de alimentos. La Iglesia tradicional, con sus relaciones
internacionales, y especialmente su episcopado, pueden ser utilizados
para mejorar la imagen del nuevo Jefe de Gobierno y de su gestión, sobre
todo en la realización de arreglos para libertad y destierro de
prisioneros, evitando también huelgas de hambre que han sido detenidas
en parte por la intervención eclesiástica. En el pasado, el gobierno
utilizó sectores pro oficialistas en las comunidades católica y
protestante, pero ahora ha alzado el vuelo tratando hacia la más alta
jerarquía, la cual, por razones obvias, debe manejarlo todo con cuidado,
como siempre sucede en relaciones Iglesia/Estado hasta en sistemas
abiertos y pluralistas.

En el futuro, los que tratamos estos temas tendremos quizás que
contribuir a subrayar los límites, no sólo de nuestras propias
investigaciones, sino del espacio que se le concederá a la religión
organizada y sus instituciones en Cuba. Mientras no existan escuelas
privadas religiosas, libre acceso a las comunicaciones y una absoluta
falta de discriminación ideológica en nombramientos de funcionarios a
los más altos niveles, el espacio concedido a las Iglesias será bastante
limitado, independientemente de gestiones anunciadas por el episcopado
católico o por entidades protestantes.

Mucho más que antes, los comentarios y análisis de este material tendrán
que ser más profundos y altamente cuidadosos sin que nos dediquemos
simplemente a comentar noticias descontextualizadas en cuanto al nuevo
período histórico Iglesia/Estado. Y cuidado con exagerar la asistencia
regular a los templos. El compromiso del pueblo con las Iglesias no
alcanza al 8% de la población, incluyendo a todas las confesiones. El
secularismo, ya existente desde antes de la fundación de la República,
sigue reinando aunque ahora con cierta competencia. Sin emitir juicios
definitivos, sería de gran utilidad hacer resaltar a aquellos que a
través del tiempo han sido capaces de mantener abiertos los templos en
medio de dificultades comprobables y sobre todo a los que han mantenido
sus convicciones.

Pero estudiar seriamente el tema no significa necesariamente defender
alguna creencia en particular, buscar viejos precedentes en versiones
tradicionales de Historia de la Iglesia o comparar el caso cubano al de
otra geografía. Y es necesario evitar depender de informes de algún
gobierno o tendencia para proclamar o rechazar la existencia de un
espacio mayor al concedido realmente. No existe una "inerrante" eficacia
de intervenciones eclesiásticas confesionales ni tampoco credenciales de
jueces a larga distancia.

http://www.diariolasamericas.com/noticia/117174/46/religi%C3%B3n-en-cuba-los-l%C3%ADmites-de-un-espacio

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