Wednesday, February 16, 2011 | Por Amarilis C. Rey
LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) – Frustración y desconfianza
son algunos de los sentimientos expresados por algunas personas que han
solicitado licencias para trabajar por cuenta propia.
La idea del gobierno de tratar de paliar la crisis del desempleo
estimulando la iniciativa privada, no parece haber tenido la acogida que
se deseaba. La gente se muestra escéptica ante las nuevas medidas.
De acuerdo con el criterio de varias personas, a las oficinas
habilitadas por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social llegan
tantas personas a solicitar sus licencias para trabajar por cuenta
propia, como las que acuden a devolverlas poco después de haberlas
obtenido, debido a que no pueden pagar los altos costos e impuestos que
el gobierno demanda.
"Se pueden ver las dos filas. Unos van a solicitar la licencia y otros a
entregarlas porque no ganan lo suficiente, ya que los impuestos son muy
altos y la vida está muy cara" -expresó Daniel, un habanero de 48 años.
Sin embargo, los vendedores ambulantes, que hasta hace poco fueron
combatidos por policías e inspectores, vuelven a ocupar las calles.
Improvisadas mesas en varios sitios de la ciudad, exhiben una discreta
variedad de productos. Y otros son escondidos debajo de las mismas,
fuera de la vista de los inspectores.
Una vendedora comentó: "Uno no sabe ni lo que puede vender. Mi licencia
me permite vender sólo objetos útiles para el hogar. Sin embargo, por
vender estropajos de aluminio, ayer los inspectores me pusieron una
multa, dicen ellos que simbólica, de 20 pesos. Es como una multa de
advertencia. Pero después, uno de ellos me pidió que le regalara un
estropajo. Hay cosas que sabemos que no podemos vender, pues no se
relacionan con nuestra licencia. Pero otras si, y de cualquier modo nos
multan, y si protestas es peor".
Quienes en Cuba han adquirido una licencia para trabajar por cuenta
propia, saben que la buena relación con los inspectores es primordial
para la subsistencia de su negocio.
Migdalia, enfermera jubilada con más de treinta años de servicio, recibe
un retiro mensual de trescientos pesos, equivalente a doce dólares, y
afirma que debe vender lo que pueda para subsistir:
"Estoy enferma y cansada, mi retiro no me alcanza, pero mientras tenga
ánimo seguiré luchando. Aquí uno se enfrenta a muchas adversidades y la
primera son los inspectores. Algunos trabajan bien, pero otros se
aprovechan del puesto que tienen para sacarte algo de lo poquísimo que
nos deja el gobierno. Y lo más triste es que se lo tienes que dar".
Los medios, por su parte, destacan la labor de los trabajadores por
cuenta propia como muy positiva. Hace unos días, en una entrevista
televisiva a una mujer jubilada, con licencia para vender alimentos
ligeros, la periodista le dijo: "Ahora usted puede decir que es dueña de
su vida".
Por su parte, Arturo Rivas, jubilado de 65 años que vende refrescos
elaborados con materia prima que compra en moneda convertible, no
comparte la opinión de la periodista. No soy dueño de nada. No somos
dueños ni de nosotros".
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