jueves, 9 de diciembre de 2010

No sobredimensionemos las protestas

Protestas

No sobredimensionemos las protestas

Desde hace mucho tiempo al cubano promedio no le interesa la "política",
sólo supervivir como pueda mientras deja los discursos de los Castro correr

Félix Luis Viera, México DF | 08/12/2010

A raíz de ciertas protestas públicas acaecidas en diversas regiones de
Cuba en días recientes, he visto al menos en par de encuestas que la
mayoría de los participantes opinan que aquéllas podrían desembocar en
un estallido popular. No lo creo.

Si consideramos la génesis de estas manifestaciones, veremos que todas
tienen un tinte sectorizado; es decir, unos y otros grupos se han
rebelado contra lo que afecta sus intereses, de modo que no hay un
basamento "ideológico" en estas reacciones —por muy novedosas y
bienvenidas que sean—, y que, eso sí, podrían ser tomadas en cuenta por
el régimen, aplicar las "enmiendas" correspondientes, y todo en calma de
nuevo.

Desde hace mucho tiempo al cubano promedio no le interesa la "política",
sólo supervivir como pueda —contrabandeando, sustrayendo de aquí y de
allá y algunos esperando que le lleguen las remesas de sus familiares en
el extranjero— mientras deja los discursos de los Castro correr. Quizá
la batalla contra la inopia los prive de abstraerse acerca de la
situación política que vive el país y del futuro de éste. Si no fuese
por los valerosos grupos de disidentes que dentro de la Isla llevan a
cabo su lucha, cualquiera podría pensar que en Cuba no pasa nada.

Quizá ocurra que cierto rasgo de la idiosincrasia del cubano juegue otro
factor importante para tal pasividad: siempre me ha llamado la atención
que, antes de 1959, abundaban en Cuba los nombres propios como Marilyn,
Jacqueline, Lincoln, Eddy, Bobby (así inscritos en el Registro Civil) y
en los inicios de la llamada "era soviética" proliferasen los Pavel,
Yuri, Natascha, Nadiezdha, Gorki, Aliosha y aun los Stalin y Lenin; y
que par de décadas después comenzasen a surgir nombres donde la Y
predominaba, como Yunisley, Yaíma, Yaini, Yuniel Yuniesky y otros
parecidos que, realmente, parecen nombres de medicamentos.

Por otra parte, es tan viejo casi como el mundo mismo que quien controla
los medios de comunicación, lo controla todo. Así, los cubanos de
"adentro" no están aptos para provocar una reacción en cadena a raíz de
los últimos acontecimientos; sólo porque una parte ínfima de los
ciudadanos podría tener conocimiento de lo que ocurre en el pueblo
vecino. Sí, la Internet se ha convertido en el mayor enemigo de la
dictadura, pero allá no la tienen. Somos los que estamos "afuera" los
más informados de lo que ocurre "adentro"; si bien alguna información de
lo que sucede en la Isla les llega a los que allí están de parte de los
que estamos "afuera". Si por alguna razón la mísera cuota de la moderna
tecnología de comunicación que ha permitido el régimen para sus
subyugados, llegara a dañar (al régimen) considerablemente, sería
posible que el anciano príncipe heredero —Raúl Castro digo—, basándose
en subterfugios y en su poder absoluto, eliminara los correos
electrónicos autorizados para ciertas personas, los teléfonos celulares
y el acceso a Internet de ciertos elegidos.

Pueblos bravos —no es necesario mencionarlos— estuvieron bajo la bota
del comunismo durante décadas y décadas y nada pudieron hacer, aunque,
como en el caso de los cubanos, la mayoría de aquellos ciudadanos
aborrecía al régimen. O sea, ya lo sabemos, el trueno salvador para
aquellos pueblos vino desde arriba. ¿Podría venir desde abajo en lo que
a Cuba se refiere? Quizás sí, quizá podría ser la excepción, puesto que
los tiempos han cambiado, pensarán algunos. La pregunta es la de
siempre: ¿Cómo? Yo no sé.

Por lo pronto, habrá que seguir luchando desde afuera de la Isla,
presionando a los organismos internacionales para que a su vez presionen
a la dictadura —y lo mismo a los gobiernos decentes e indecentes—,
tratar de eliminar al menos algunas cláusulas del embargo estadounidense
que no permiten que los ciudadanos de este país arriben a Cuba sin
sospechar, seguramente, que estarían haciendo la función del caballo de
Troya. Y claro, no olvidarnos de que todos somos mortales, dictadores
incluidos.

Pero no esperemos un estallido como consecuencia de una y otra protesta
en territorio cubano. Serán muy pocas golondrinas para hacer verano.

Félix Luis Viera es poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara,
Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado, entre otros libros, las
novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC
1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás
comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo
herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003) y la noveleta
Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997.
Reediciones 2003 y 2005).

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/no-sobredimensionemos-las-protestas-250471

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