lunes, 8 de noviembre de 2010

La otra cara del festival

La otra cara del festival
Odelín Alfonso Torna (PD)

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Mientras esperaba a que
mi hija terminara los ensayos del desfile de apertura por el XXII
Festival Internacional de Ballet, en las afueras de la sala García Lorca
del Gran Teatro de La Habana, alerté al ciudadano Jesús Inocente Mata
Roque para que no recogiera latas de un tanque de basura. Hacía apenas
unos minutos, en ese mismo lugar, vi a un policía multar a un anciano
negro por igual proceder.

Al calor de la discusión entre el anciano y el policía, logre afinar mi
oído y escuchar los argumentos emitidos por aquel leguleyo del orden. El
guardia, un mulato joven, delgado y de mediana estatura, le decía al
infractor que supuestamente violaba la ley –sin mencionar decreto
alguno-, que estaba prohibido sacar basura (latas) de los depósitos y
que sólo era permisible recoger las que están tiradas en calles o
aceras. No pude entender aquello.

Tampoco tenía argumentos, si así lo quisiera, para explicarle a Inocente
Mata Roque, vecino de Gloria número 11, entre Egido y Zulueta, en el
municipio capitalino Centro Habana, el por qué de mi advertencia ante lo
que se aprestaba a hacer. Pero como es sabido que vivimos en un eterno
estado de emergencia, con situaciones y leyes emergentes, todo cabe, más
cuando un festival internacional exige edulcorar en sus perímetros la
imagen de la revolución.

¿Esta multa se considera legal y el policía el más indicado para aplicarla?

Este incidente era sólo el preámbulo en la otra cara del festival.
Coreógrafos del orden, también del desorden, se aprestaban a ultimar los
detalles escenográficos para esa obra interminable de miseria que no se
deja ver desde los palcos del poder ¿O quizá sí? ¿Son necesarios los
arrestos y las multas preventivas, las advertencias y otras
improvisaciones represivas y circunstanciales?

Es triste ver en escena a prostitutas sin satín que interpretan su
propia versión de Romeo y Julieta, a oscuras, desnudas y en puntillas de
pie, en busca de unos dólares para sobrevivir; o aquellos quijotes y
espartanos que cambian cisnes por latas desechables de cerveza. No debe
permitirse, bajo ningún concepto, que en las jornadas del festival
salgan del camerino aquellos indigentes que la dictadura del
proletariado decía haber eliminado de una vez y por todas. El gobierno
teme que las delegaciones extranjeras vean en las calles eso que dicen
que no existe.

En cuanto a seguridad, ¿tendrían por qué preocuparse el American Ballet
Theatre o el Royal Ballet de Londres? Claro que no, en Cuba sobran
butacas en las cárceles para esas "primeras figuras delictivas", sin más
ovación que la del cerrojo y los conteos de galera.

La otra cara del festival nos propone una ciudad tranquila,
temporalmente estéril y necesariamente custodiada, una muestra que
culminó con el cierre del telón en la jornada de clausura.

Diez días de Festival Internacional de Ballet y la inmundicia se
repliega, mientras vendedores, proxenetas y buquenques acuartelados,
afinan sus zapatillas para el ejercicio del "sálvese quien pueda".

En lo personal, así también lo recoge la crítica especializada; el XXII
Festival Internacional de Ballet de La Habana fue una de las ediciones
de mayor alcance en participación y talento artístico. Meritorio, el
trabajo y dedicación del Ballet Nacional de Cuba, una de las mejores
cátedras del mundo.

Cerradas y las cortinas del García Lorca, volverá la ópera siempre
inédita de quienes sobreviven en las calles. También ese gran teatro de
los policías donde Jesús Inocente Mata Roque suele recoger las latas de
la basura sin temor a ser requerido.

odelinalfonso@yahoo.com

http://www.cubanet.org/CNews/year2010/Nov2010/08_C_2.html

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