martes, 9 de noviembre de 2010

Estoy dispuesto a morir antes de hacerle daño a mi adversario

Estoy dispuesto a morir antes de hacerle daño a mi adversario
(Entrevista con el opositor cubano Guillermo Fariñas, Premio Sajarov de
los Derechos Humanos, 2010)
José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Algunos afirman que
Guillermo Fariñas está loco. Otros consideran que su actitud de
enfrentar al régimen mediante reiteradas huelgas de hambre (24 hasta
hoy) lo muestran como un hombre con sicología suicida y con enfermiza
vocación de martirologio. Justo con el ánimo de ahondar en su
personalidad y en las causas de su conducta, así como en las
circunstancias que la motivan, CubaNet ha ido en busca de este psicólogo
y periodista independiente cubano, recientemente galardonado con el
Premio Sajarov de los Derechos Humanos 2010:

Periodista: ¿Está loco Fariñas o padece vocación de martirologio? ¿Cómo
valora estos criterios desde su perspectiva como psicólogo?

Guillermo Fariñas: El de loco es un término popular. Desde el punto de
vista sicopatológico, existe la demencia. Y uno es demente o no. Uno de
los primeros mecanismos que usó el régimen contra mí fue hacerme una
evaluación médica como demente. Sus propios psiquiatras tuvieron que
reconocer que no había demencia. No obstante, esta ha sido una constante
a nivel de rumor, lanzado por el régimen para degradar mi prestigio como
opositor. Porque ellos siempre han sabido que fui entrenado para
enfrentar procesos volitivos muy fuertes, bajo el concepto militar, como
miembro que fui de sus Tropas Especiales. Ellos saben que tomo una
determinación y es hasta el final. Pero yo no soy un suicida. Si lo
fuera, citaría a la prensa extranjera a la Plaza de la Revolución para
brindarles el espectáculo de mi inmolación. Yo pongo en juego mi vida,
pero le doy un margen al régimen para que decida. La huelga de hambre,
según se ha demostrado en la historia, da resultados, porque es un
método con el que ganas el respeto de correligionarios, la admiración de
los conciudadanos neutrales y hasta la de tus enemigos, y además desarma
a los adversarios políticos. Usé la huelga de hambre porque como me
formé en un ejército de tropas especiales, conozco los métodos de la
contrainteligencia, conozco las debilidades del gobierno, pero también
sé de su fortaleza, y pienso que la huelga de hambre es efectiva. Por
eso la usé y la seguiré usando mientras sea necesario. Por otro lado, me
siento orgulloso de mi vocación de martirologio. Pienso que no es
enfermiza, porque obedece a razones muy saludables y muy bien meditadas.
Así que no me ofende que alguien me lo señale. Cualquier patriota
convencido debiera aspirar a ser un mártir por el bienestar de su patria.

P: En más de una ocasión el régimen lo ha acusado de ser un hombre
violento. Sin embargo, usted insiste en identificarse dentro del
movimiento cubano de oposición pacífica. ¿Cuál sería su actitud si algún
día el pueblo se sublevara violentamente contra el régimen? ¿Aprobaría
esa rebelión violenta y participaría en ella?

G.F: Por supuesto que yo soy un hombre violento. En mi fuero interno lo
soy. Esa violencia me viene de haber crecido entre dos barrios
marginales: El Condado y La Chirusa (en Santa Clara, al centro de la
Isla). Allí el nivel de violencia es alto. Pero también mi violencia de
origen fue especialmente exacerbada desde que puse mis pies en un
círculo infantil, donde me enseñaron a ser violento contra el
imperialismo norteamericano y contra todo enemigo. Mi padre, para
sacarme del contexto marginal, prácticamente me obligó a ingresar en una
escuela militar, la escuela de cadetes Camilo Cienfuegos, y en ese
contexto el grado de violencia era mayor que en los barrios marginales.
Nos enseñaban a odiar, nos enseñaban a matar, teníamos que practicar
como mínimo tres tipos de artes de combate.

También soy violento porque cumplí misión de guerra en Angola, en el
frente sur, con las Tropas Especiales cubanas, donde los asesores
chinos, coreanos y vietnamitas se dedicaron a exacerbar esa violencia. Y
aún más cuando fui a estudiar una carrera como oficial de Tropas en la
Unión Soviética. También allí me adiestraron para la solución de los
problemas a través de la violencia. Soy un hombre violento porque la
violencia me la conformó y modeló la propia revolución. Es verdad que el
trauma que como adolescente sufrí en la guerra de Angola me hizo meditar
sobre el uso de la violencia, porque desgraciadamente allí convivimos en
el mismo espacio con otro tipo de tropas, las tropas anti guerrillas, y
vimos los abusos que esas tropas cometieron contra el pueblo angolano.
Esto me hizo meditar sobre el horror de la violencia. Recuerdo las
películas soviéticas sobre la barbarie nazi. Y allí en Angola yo vi la
misma barbarie, pero con otras banderas y otros uniformes. Recomiendo a
los lectores una novela mía que está próxima a salir. Se titula "Con el
abismo dentro", que es el reflejo de una serie de anécdotas de distintas
personas que estuvimos en Angola, sobre lo que era allí la violencia y
no la parte épica. Sin embargo, hay un momento en que yo me percato de
que la violencia no es el camino. Había jurado por 25 años como oficial
de las Fuerzas Armadas. Fui a la URSS a estudiar y allí sufrí un
accidente grave, producto del cual me dieron la baja militar. Sufrí
intoxicación con gas neuroparalizante. Los soviéticos siempre se negaron
a decir qué tipo de gas era. Ese accidente me provocó epilepsia
morfeica, o sea, que ataca sólo durante el sueño. Al desmovilizarme de
la vida militar, Dios me dio la posibilidad de asumir otra carrera.
Quería hacerme periodista, pero debía trasladarme a La Habana para
estudiar. Entonces escogí la carrera de Psicología, que podía cursarla
cerca de mi casa. Primero quise escoger Derecho, pero mi difunto padre,
que había sido miembro del Ministerio del Interior, me aconsejó que no
estudiara Derecho, pues luego me obligarían a ser fiscal y tendría que
actuar en contra de mi propia gente. Por eso me decidí por la psicología.

Sobre cuál sería mi actitud ante una posible rebelión violenta en Cuba,
una de las cosas que le agradezco a la oposición pacífica, a pesar de
mis sufrimientos y el de mi familia, es que me ha enseñado a no creer en
la violencia. Si surgiera esa rebelión, y ojalá que no, saldría a la
calle a tratar de aplacar a los violentos, pero yo no participaría en la
violencia. Porque he aprendido que la razón es más fuerte y eficaz. Hay
que amar a nuestros enemigos, como enseñaba Cristo. No me oculto para
decir que muchas maneras de amor que yo he usado en esta lucha me han
granjeado el respeto de los propios paramilitares del régimen. Tengo
experiencia con varios casos de paramilitares que me hicieron daño. Y
sin embargo, han tenido problemas familiares, con enfermos, y he
compartido con ellos mis pocas medicinas, como un acto de amor. Y este
acto de amor ha neutralizado su odio. La huelga de hambre es eso, un
acto de amor. El huelguista está diciéndole al adversario: yo estoy
dispuesto a morirme antes de hacerte daño a ti.

P: Ha debido ser muy difícil para su esposa convivir con un hombre que
cada día está expuesto a morir por voluntad propia. Al margen de la
política y de los múltiples infortunios patrios, ¿se siente realizado en
su vida personal? ¿Cómo asume su familia esa radical determinación de
dar la vida por un ideal?

G.F: Yo no vivo con mi esposa ni con mi hija. Vivo con mi mamá, mi
hermana y mi sobrina. No puedo vivir con mi esposa porque ella vive en
el pueblo de Camajuaní, y no deseo perjudicar a sus hermanas que son
militantes del partido comunista, ni a su hija mayor que es trabajadora
social. Vivo con mi hija y mi esposa sólo los fines de semana, cuando
ellas vienen aquí a mi casa. Yo vivo dentro de un círculo matriarcal,
rodeado de mujeres. Mi esposa me conoció ejerciendo la psicología y ella
quisiera que volviera a ejercerla. Le digo que para mejorar la mente de
las personas, primero hay que liberarlas desde el punto de vista
ciudadano. Así que no puedo ejercer la psicología hasta que no haya
democracia en Cuba. El totalitarismo enloquece a los ciudadanos.

En mi vida personal me siento realizado, con independencia de los
sufrimientos que me ha ocasionado mi actividad política. Pude ejercer la
carrera que me gusta: el periodismo. Mi familia, independientemente de
que no estén de acuerdo con la forma en que lucho, se mantiene a mi
lado, me cuida. Mi padre y mi madre me enseñaron a querer en las
dificultades, mucho más que en el bienestar. Tengo una sobrina de 15
años que me quiere como a un padre, y yo la adoro a ella, y tengo una
hija que descubrió que su padre era un ayunante a través de una
telenovela brasileña. Entonces me llamó y me dijo: papá ya sé lo que
estás haciendo. Lloró mucho conmigo, pero me dijo que me quería y que se
sentía orgullosa de mí.

P: Hay personas que se niegan a reconocer en usted un auténtico y
radical luchador contra la dictadura, alegando que perteneció a uno de
sus aparatos represores, el ejército. Usted ha explicado suficientemente
por qué decidió hacer oposición activa contra el régimen. No obstante,
nos gustaría conocer cómo toma las acusaciones de esas personas. ¿Le
provocan remordimientos? ¿Considera que con su admirable enfrentamiento
al régimen ha subsanado ya aquella culpa que se le achaca? ¿O
simplemente piensa que los acusadores son unos ingratos e intolerantes?

G.F: No me provocan remordimientos esas acusaciones, porque nunca acepté
ser del Ministerio del Interior. Siempre fui de las Fuerzas Armadas. Mis
misiones dentro de Cuba consistieron en custodiar sedes diplomáticas,
como la embajada de Perú. También custodié las casas de altos
dirigentes. Nunca reprimí a nadie. Y no me arrepiento de lo que hice
porque en aquel momento era un joven idealista y creía que la revolución
le hacía bien al país. Como joven de 17 años, no sabía que tanta gente
quisiera abandonar la isla. Los sucesos en la embajada de Perú me
impactaron. La guerra de Angola fue una guerra institucional. Allí me
dediqué a volar puentes y líneas eléctricas en la retaguardia del
enemigo. Cuando me incorporé las Fuerzas Armadas, estaban en función de
enfrentar posibles invasiones desde el exterior o de incursionar en
guerras en el exterior. Nunca fui represor de mi pueblo. A mí se me
inculcó en la escuela de cadetes Camilo Cienfuegos que las Fuerzas
Armadas eran un lugar para los hombres valientes, y que el Ministerio
del Interior era para burócratas. A los que me acusan les diría que no
se puede ser tan superficial. Pero yo a mis detractores los divido en 3
grupos. El primero está formado por agentes de Seguridad del Estado,
dentro y fuera de Cuba, que tienen la misión de denigrar a los
opositores. El segundo es el de las personas que tal vez sienten envidia
por no tener el valor que tengo yo y otros hermanos. Y el tercer grupo
es el de las personas que son intolerantes, porque sufrieron pérdidas
muy valiosas, están cegadas por el odio y no son capaces de ver que hay
personas con otras proyecciones. Ellos deben respetarnos como nosotros
los respetamos a ellos.

P: El panorama de la lucha opositora en Cuba suele ser a veces
frustrante y desesperanzador. En los momentos en que ha estado a punto
de morir por su causa, ¿no ha contemplado la posibilidad de que ese
sacrificio fuese en vano? ¿No ha puesto en duda ni por un minuto el
beneficio de su rol como mártir?

G.F: Cierto, el panorama de la oposición en Cuba es frustrante, porque
quisiéramos que el pueblo nos apoyara abiertamente, pero uno debe
comprender que a ese pueblo le han inculcado el terror de manera
sistemática, y ese terror lo tiene paralizado. En mi libro "Radiografía
de los miedos en Cuba", describo los grupos sociales que hay en Cuba y
los miedos que sufre cada grupo. Pero creo que esa frustración también
es planificada por la contrainteligencia. Recuerdo que aquí, en Villa
Clara, había una unidad militar, en el kilómetro 10 de la carretera que
va de Santa Clara a Sagua la Grande. Esa unidad se nombraba El Molino, y
allí, con asesoramiento de la Unión Soviética, se creaban guerrillas
falsas para introducirlas en las montañas del Escambray con el objeto de
crear la desunión entre quienes enfrentaban al gobierno. Ellos vigilaban
el nivel de entrega de las guerrillas auténticas, investigaban sus
canales de suministro, y sobre todo, realizaban acciones contra la
población que la mayoría de la ciudadanía rechazara. Hoy es esa la misma
concepción de la Dirección General de Contrainteligencia para combatir
la oposición pacífica. Crean falsos líderes que trabajan para ellos,
falsas organizaciones para evitar que los opositores se unan para llegar
a acuerdos, para evitar la unidad, y caracterizan a los miembros de la
oposición para crear conflictos entre ellos. Pongo como ejemplo a la
agente Tania, es decir, Odilia Collazo Valdés, que fue la que liquidó la
organización opositora Concilio Cubano, y la que difamó sobre la ayuda
de Tamarindo de Oscar Elías Biscet; ella fue la que entregó en bandeja a
los 4 firmantes de La Patria es de Todos, y siempre tuvo el apoyo de
alguien desde el exterior. Esto nos da la medida de que muchas personas
que fueron alumnos de El Molino ahora viven en el exilio, tienen un
discurso anticastrista, y sin embargo, aúpan a opositores que van en
contra de la unidad. En cuanto a si alguna vez he puesto en duda mi rol
como posible mártir, no, nunca. Uno se debe a su patria y el acto más
sublime es dar la vida por ella.
P: ¿Han logrado convencerlo sus compañeros de lucha sobre la
conveniencia de que no siga arriesgando su vida en huelgas de hambre, ya
que tanto lo necesita vivo el movimiento opositor? ¿Volverá por fin a la
huelga de hambre si el régimen no le permite viajar a Europa para
asistir a la entrega del Premio Sajarov de los Derechos Humanos 2010?

G.F: Los hermanos míos han logrado convencerme a medias de que debo
cuidarme, y esto va a ser así mientras la integridad física de ellos no
esté en peligro. Mis hermanos de lucha, los 13 que se encuentran
prisioneros y los que están en el exilio, más los de aquí, han logrado
convencerme de que si el gobierno no me da permiso para ir a recoger el
Premio Sajarov, de todas formas será una victoria para nuestra causa,
porque el gobierno se desacreditará aún más. Y si me dejan ir también
será una victoria para nosotros.

P: ¿Quisiera decirnos qué proyecta hacer con la importante suma de
dinero que le entregarán por ese premio? ¿Acaso tiene en mente abrir un
negocio particular?
G.F: Como he hecho con todos los premios que me han otorgado, este
también lo donaré a la lucha. Todavía no he decidido a quién
específicamente se lo voy a dar, pero será entregado a la lucha por la
democracia. Y no puedo abrir una empresa particular porque las leyes
cubanas para inversión son únicamente para extranjeros.

Los cubanos no podemos invertir en nuestro país, porque se nos prohíbe.
Supongo que esa parte de su pregunta sea una broma, pero si la tomamos
en serio, le diría que antes de invertir en una empresa, me gustaría
crear una imprenta o una editorial donde pudieran publicar sus libros
todos los escritores cubanos, tanto los del exilio como los de aquí, sin
exclusiones de carácter político y sin censura.
P: Si como todos deseamos y algunos esperan, en Cuba tuviese lugar a
plazo más o menos corto una apertura hacia la democracia, ¿participaría
usted en la vida política del país? Desde su condición de paradigma de
la rebeldía contra la dictadura y teniendo en cuenta su probada
capacidad política, ¿estaría dispuesto a postularse para altos cargos en
el gobierno en unas elecciones pluralistas?

G.F: Siempre he sido un admirador de Mahatma Gandhi, a quien no le
gustaba ocupar cargos públicos. Pero eso dependería de los candidatos
que se presentaran a esas elecciones. Yo querría hacer lo que siempre
añoré y nunca me dejaron ser, profesor de sicología, y, a la vez, seguir
ejerciendo el periodismo. Pero, como le digo, depende de las
circunstancias. Porque el hombre es sus circunstancias. En general, no
pienso en cargos públicos, sino en escribir libros; es lo que me
interesa más que otra cosa.

http://www.cubanet.org/CNews/year2010/Nov2010/09_C_1.html

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