miércoles, 3 de noviembre de 2010

Enemigo complacido

Opinión

Enemigo complacido
Reinaldo Escobar
La Habana 02-11-2010 - 4:28 pm.

Bruno Rodríguez aclara en la ONU que los 'cambios' en la Isla se deben a
demandas populares y no de EE UU. ¿Acaso coinciden los intereses de
Washington y los anhelos de los cubanos?

Bruno Rodríguez en la ONU. (AP)

La afirmación del canciller Bruno Rodríguez Parrilla en las Naciones
Unidas de que las transformaciones emprendidas por el gobierno cubano
"no se proponen complacer los deseos o satisfacer los intereses del
gobierno de los Estados Unidos", sino que "responden a los anhelos de
los cubanos y a decisiones soberanas de nuestro pueblo", hace pensar
que, o se trata de una advertencia absolutamente innecesaria, o en el
fondo pudiera encontrarse alguna coincidencia entre los intereses
imperialistas y los anhelos del pueblo.

Nunca antes un dirigente de la revolución se había visto en la necesidad
de aclarar que los esfuerzos para reducir la mortalidad infantil,
aumentar la expectativa de vida, diseminar la educación gratuita o
garantizar la seguridad social de los desvalidos, fueran iniciativas que
se llevaban a cabo, no para complacer intereses foráneos, sino porque
eran una demanda popular. ¿Por qué esta vez se sintió Bruno Rodríguez
obligado a hacer semejante precisión?

Facilito. Porque durante casi medio siglo todo aquel que ha criticado el
paternalismo estatal —mantenedor de las plantillas infladas del pleno
empleo— o ha señalado las injustas condenas a que fueron sometidos los
opositores, ha sido sistemáticamente estigmatizado como agente del
imperialismo, mercenario de los yanquis, lacayo de la Unión Europea y
otras lindezas más. Me gustaría saber desde cuándo estaban enterados los
gobernantes cubanos de los anhelos de su pueblo de que se pusieran en
marcha las transformaciones con que hoy intentan complacerlo. Es
pregunta para calcular cuánto más se van a demorar en satisfacer otras
exigencias populares, como son la libertad de expresión o asociación, la
libertad de movimiento o de empresa, y en fin el ejercicio de los
derechos establecidos en aquella Declaración Universal de la que nuestro
país es firmante.

Si a las grandes potencias no les faltara tanto el sentido del humor,
podrían jugar a exigirle al gobierno cubano a que siga haciendo todas
esas cosas que nos desagradan y tal vez de esa forma se eliminaría la
costumbre de encarcelar personas por peligrosidad predelictiva, o se
permitiría a guantanameros, santiagueros y camagüeyanos circular
libremente por la capital. A lo mejor hasta nos dejarían contratar
televisión por cable o tener acceso a internet en nuestras casas.
¿Estará enterado Bruno Parrilla de que el pueblo (también) hace esas
demandas?

Suele ocurrir que los deseos de un pueblo coinciden con los intereses
extranjeros. Por ejemplo, todos recordamos las campañas
internacionalistas en Angola y Etiopía. Durante años trataron de
convencernos de que fuimos a morir allí en cumplimiento de un deber, de
una deuda que teníamos con África, y que aunque eso coincidiera con los
intereses geopolíticos de la Unión Soviética en los tiempos de la guerra
fría, la verdadera intención nunca fue complacer al Kremlin, sino
realizar una decisión nuestra, soberana y en correspondencia con nuestra
ideología.

Aparentemente, de lo que se trata es de no dar la imagen de que se están
haciendo concesiones al enemigo, porque cuando los pasos dados por un
gobierno en una u otra dirección dan esa impresión, uno puede sospechar
que el poder se está debilitando y hasta se llega a pensar que el
verdadero enemigo del gobierno ha sido siempre el pueblo.

http://www.diariodecuba.com/opinion/1550-enemigo-complacido

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