martes, 9 de noviembre de 2010

Alan Gross en el Purgatorio

Publicado el martes, 11.09.10
Alan Gross en el Purgatorio
By MIGUEL COSSIO

Alan P. Gross no votó en las elecciones del pasado martes y tampoco lo
hará el 6 de noviembre del 2012, si Estados Unidos no encuentra pronto
una forma de sacarlo del Purgatorio en el que largó ya 40 kilos de peso,
clara manifestación del deterioro de su salud física y mental.

En los once meses que lleva de expiación de supuestas culpas ajenas con
una ``justicia divina'' llamada Fidel Castro, Gross recibió cierta dosis
de ungüento emocional. Su esposa Judy lo visitó en tres ocasiones y
ahora habla más seguido con ella por teléfono. Conoció además noticias
familiares deprimentes. A una hija suya le diagnosticaron cáncer de mama.

De su gobierno, escucha que explora todas las vías para conseguir su
liberación, excepto la del canje por los espías de la Red Avispa, según
consta en la carta que dos altos funcionarios de los Departamentos de
Estado y Justicia enviaron recientemente al congresista Lincoln Díaz-Balart.

Mientras más la Administración niegue esa posibilidad, mejor, afirma
Díaz-Balart. El tema flota en el ambiente desde hace meses e incluso
salió durante la charla que sostuvieron el subsecretario de Estado
Arturo Valenzuela y el cardenal Jaime Ortega, en el segundo viaje de
éste a Washington en un mes (3 de agosto).

A juicio del congresista, la detención de Gross no tiene como fin último
el perdón a los agentes cubanos. Si a La Habana le sale de carambola,
sería una victoria adicional. La verdadera razón, dice Lincoln, estriba
en el uso que Fidel Castro está tratando de darle a Gross como ficha de
ajedrez, para que Washington elimine el programa de ayuda a la oposición
interna en Cuba, que se encuentra en un limbo. Suena lógico.

Hace unos días un ex funcionario federal, que conoce al dedillo el caso
de la Red Avispa, me explicó que la liberación de los cubanos siempre
está sobre la mesa. Es una posibilidad que depende de la coyuntura y los
intereses en juego. ¿No acaba EEUU de canjear a once espías rusos?,
ejemplificó.

¿Qué ocurre si un día Cuba ofrece información sensible, de valor
incalculable para la seguridad nacional de este país, y a cambio exige a
sus cinco espías? Desde el punto de vista ético, es inadmisible, dijo, y
recordó el crimen de los cuatro pilotos de Hermanos al Rescate. El
hombre alberga sus dudas respecto al futuro.

Cuando lo llamé para comentarle que Estados Unidos y Cuba mantuvieron en
secreto la visita reciente de Adriana Pérez a su marido Gerardo
Hernández, el cabecilla de la Red Avispa, comentó escuetamente: ``ya
nada me extraña''.

El hecho trascendió gracias a una mención perdida en el párrafo once de
una nota de Ginger Thompson en el New York Times (10/24/2010) sobre la
entrevista que Judy Gross concedió a Reuters.

Escribí al periódico con el pedido de que aclarara la información. Hasta
donde yo sabía, Estados Unidos nunca había otorgado visa a Pérez, dada
su conexión con el espionaje cubano. La mujer fue entrenada en labores
de inteligencia, antes del arresto de Hernández el 12 de septiembre de 1998.

Para mi sorpresa, recibí un correo electrónico de Greg Brock, uno de los
editores del Times. El diario había verificado el dato con dos fuentes,
una del Departamento de Estado y otra del Congreso. Busqué confirmación
a través de otros canales conocidos, entre ellos, la oficina de la
congresista Ileana Ros Lehtinen y una fuente gubernamental. Obtuve la
misma respuesta: Adriana Pérez vino a EEUU en septiembre.

La visita es de hecho trascendente, porque constituye el mayor gesto de
flexibilización de la Administración Obama hacia el gobierno de Cuba.
Supongo que en este acto de concesión política influyó el interés de la
Casa Blanca por Alan Gross. El silencio cómplice, sin embargo, resulta
llamativo. Quizás Washington sopesó las consecuencias que traería hacer
público el viaje de Pérez, antes de las elecciones del 2 de noviembre.

¿Dónde estamos? El 11 de septiembre un grupo de artistas
estadounidenses, amigos del gobierno cubano, entre los que figuran Danny
Glover, Susan Sarandon, Martin Sheen y Oliver Stone, pidió al presidente
Barack Obama la liberación de Gerardo Hernández y el resto de los
miembros de la Red.

El 14 de septiembre el subsecretario Valenzuela declaró en Miami que no
había avances en el caso Gross, lo que representaba un impedimento para
mejorar las relaciones con La Habana. El día 24 Valenzuela se reunió en
Nueva York con el canciller de Castro, Bruno Rodríguez Parrilla, para
``insistir en la excarcelación de Alan Gross'', según reveló a medios de
prensa un mes más tarde Phillip Crowley, vocero del Departamento de Estado.

El lunes 18 de octubre Crowley negó que Cuba hubiera dado señal alguna
en cuanto a la liberación de Gross. El funcionario sentenció: ``teníamos
la esperanza de que ocurriría hoy, pero eso depende del gobierno cubano''.

Al día siguiente el presidente Obama dio un portazo y declaró a
periodistas hispanos reunidos en la Casa Blanca que los cambios en Cuba
eran insuficientes y que, por tanto, su Administración no daría nuevos
pasos para mejorar la relación.

Es decir, Washington esperó infructuosamente por La Habana. Tal vez ésta
empezó a jugar ya con los resultados electorales del pasado martes y la
fuerte presencia cubanoamericana en ambas cámaras del Congreso.
Mientras, Alan P. Gross sigue contando sus noches en el Purgatorio cubano.

http://www.elnuevoherald.com/2010/11/09/v-fullstory/834636/miguel-cossio-alan-gross-en-el.html

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