Martes 03 de Agosto de 2010 17:36 ALBERTO MÉNDEZ CASTELLÓ
Tras arriesgar la vida por 26 prisioneros políticos enfermos, en una
huelga de hambre que durante 135 días mantuvo en vilo a ciudadanos de a
pie, jefes de Estado y a la Iglesia Católica, el psicólogo Guillermo
Fariñas Hernández se restablece al cuidado de familiares y amigos en su
casa en Santa Clara.
Este domingo, compartió con DIARIO DE CUBA criterios sobre asuntos como
el diálogo entre cubanos y el perdón, mientras en la Asamblea Nacional
del Poder Popular el discurso del general Raúl Castro daba a entender
que en la Isla el sistema represivo se mantendrá intacto.
¿Cree que la excarcelación de presos políticos constituye un cambio?
Es un gesto humanitario y de flexibilización del régimen, pero no un
cambio. Habrá un cambio cuando las leyes que permiten encarcelar a
personas por su libertad de expresión y asociación sean abolidas. Pueden
ser excarcelados los 52, los 115 que quedan, pero si mañana la venalidad
de nuestros gobernantes considera que debe haber 75 más, veremos
encarcelamientos nuevamente.
Considero que no va a haber cambios en Cuba hasta que se modifiquen esas
leyes, o por lo menos hasta que el gobierno se comprometa a estudiar
esas leyes para modificarlas.
¿Debe cambiar la Posición Común de la Unión Europea respecto al régimen
de La Habana?
La Posición Común fue adoptada por los gobiernos europeos en 1996,
cuando no existía el Grupo de los 75 ni había ocurrido esa desgracia que
fue la Primavera Negra de 2003. Se aprobó para que el gobierno cubano
cumpliera y diera pruebas de avances en el respeto de los derechos
humanos, y yo pienso que eso no está ocurriendo. Por tanto, no debe ser
levantada la Posición Común de la Unión Europea.
Conciliador, al término de su huelga de hambre, usted declaró que no
había vencedores ni vencidos. Pero con el envío a España de los presos
políticos, ¿no sale el gobierno con la mejor parte?
Hay un factor más importante que el sólo observado desde ese punto de
vista. Realmente considero que no hay vencedores ni vencidos porque, en
primer lugar, el gobierno debió aprender a lidiar y a ser flexible con
la parte de la ciudadanía que se le enfrenta pacíficamente en los temas
políticos. Pienso que esa es una victoria para el gobierno cubano, que
mostró flexibilidad, pero creo que también la oposición pacífica fue
vencedora porque aprendió que, con métodos de reclamos ciudadanos,
coherentes, bien estructurados, buscando el apoyo de la opinión pública
internacional, el gobierno cubano se ve en la necesidad de hacer gestos
humanitarios como estos.
Usted es psicólogo, sabe cómo funcionan los métodos de psicología social
y de propaganda en los regímenes totalitarios. ¿Qué pudiera hacerse para
que la gente diga "basta, queremos libertad" y comience a ejercitar sus
derechos.
Creo que debe haber una cuota de valor personal en cada ciudadano. Hay
que atreverse a perder los privilegios que se tengan. Y pongo el ejemplo
del politólogo y académico Esteban Morales, quien fue capaz de hacerlo;
estaba cercano a la nomenclatura y fue capaz de mantener un discurso
coherente. Ha perdido sus privilegios, pero no su dignidad.
La otra cuestión es que estos cubanos que se deciden a dar esos pasos
tienen que saber que cuentan con la solidaridad de los gobiernos,
parlamentos, de los partidos políticos y de los intelectuales del mundo.
La del exilio es una solidaridad que puede ser espiritual, pero que
también debe ser material, para que el gobierno deje de ser ese ente
hegemónico desde el punto de vista económico. Piense que mucha gente no
da ese paso porque teme que su familia pase más precariedad de la que
tiene ahora.
¿Concibe al gobierno y a la disidencia cubana sentados a una mesa de
negociaciones?
Yo pienso que sí, que detrás de la nomenclatura hay personas que,
independientemente de sus posiciones políticas, son ante todo patriotas
y, mientras se piense en la patria, se puede comprender que hay que
sentarse a conversar. Mientras se piense en la ideologías, todos
pretenderán ser dominantes.
A su juicio, ¿qué entorpecería ese ejercicio democrático?
Las personas más radicales dentro de la nomenclatura cubana, que no
quieren ceder un ápice del poder que poseen. También hay que reconocer
que hay personas dentro de la oposición que no quieren ningún tipo de
diálogo con el gobierno.
Por estos días Fidel Castro está en escena. ¿Qué opinión tiene de tal
reaparición?
Mi opinión es que persigue varios objetivos. En primer lugar, trata de
robarle espacio dentro de las noticias a la excarcelación y a las
opiniones de los presos políticos que están en libertad. Ante los medios
de prensa de las sociedades democráticas, ellos son testigos
excepcionales de lo que ocurre dentro de las prisiones y en la sociedad
cubana, después de siete años de prisión. Fidel Castro es noticia cada
vez que sale, es el último dinosaurio de la Guerra Fría,
indiscutiblemente es una personalidad histórica, y está utilizando eso
para robar protagonismo.
En segundo lugar, intenta enviar un mensaje a la parte más radical de
las instituciones armadas del país, diciéndoles que él está al frente de
todo, y que Raúl Castro cuenta con su apoyo.
Otro objetivo de sus numerosas apariciones es un mensaje tranquilizador
hacia los beatos de la izquierda radical en cualquier parte del mundo.
En cuarto lugar, estaría tratando con su presencia de desacelerar los
cambios que están por hacerse. Creo que está tratando de alargar las
negociaciones y posponer las concesiones que el gobierno tendrá que
hacer a sus detractores, tanto dentro como fuera de Cuba. Por eso
nosotros tenemos que luchar para que el tiempo sea lo más corto posible.
Precisamente, para intentar acortar esa profunda crisis que no sólo es
económica, sino también moral y ética, ¿qué mensaje le enviaría a los
cubanos y en particular a los intelectuales?
Partiendo de que un intelectual, si en verdad lo es, tiene seguidores,
su deber es crear ideas, difundir opiniones. Luego el mensaje que les
enviaría a los intelectuales cubanos, e incluso a los de cualquier parte
del mundo, es que en estos momentos hay que pensar en Cuba, en la
patria, en la nación, no en las ideologías, porque si pensamos en las
ideologías no podremos hacer una transición sin derramamiento de sangre
ni perdón. Eso es lo fundamental para que esta nueva revolución que se
acerca no se parezca a la de 1959, donde todo fue sangre y venganza.
Nosotros tenemos que ser superiores a los que tomaron el poder en el 59,
superiores al saber perdonar para crear. Eso marcaría la diferencia en
nuestra transición pacífica.
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