03-08-2010.
Elías Amor Bravo
Economista ULC
(www.miscelaneasdecuba.net).- Al final, lo que estaba previsto sucedió.
En esa atmósfera de presunta estabilidad en la que se encuentra el
raulismo castrista, que sigue considerando que "la revolución está más
fuerte que nunca", la Asamblea Nacional ha sido el foro elegido por el
mandatario del régimen para anunciar una reforma que, de llevarse a cabo
en todos sus términos, va a suponer un cambio muy importante y de
consecuencias profundas para la dinámica de la estructura económica y de
poder del castrismo en los próximos años.
Dentro de la denominada "política de cambios estructurales y de
conceptos" entendida como una serie de actuaciones puntuales que Raúl
Castro ha venido realizando, más bien con cierta desgana y con absoluta
falta de previsión y/o criterio, la reducción del empleo estatal y la
paralela autorización del ejercicio de actividades privadas, dentro de
un cierto margen de estabilidad, puede interpretarse como un paso
decisivo hacia otro modelo económico distinto.
Valga por delante que libertad económica sin libertad política sigue
situando al régimen de los Castro en la puerta trasera de las
instituciones de gobierno internacionales. El ejercicio del pluralismo
democrático o el respeto a los derechos humanos, no se puede compensar
con una cierta libertad para el desempeño económico. Pero, en un sistema
inmovilista por naturaleza cuyo destino histórico ha sido ganar tiempo,
la medida que ahora se ha autorizado, es muy importante.
Sin dar respuesta a las expectativas creadas en la población, Castro
anunció la ampliación del ejercicio del trabajo por cuenta propia y su
utilización como una alternativa más de empleo de los trabajadores
excedentes, eliminando toda una serie de prohibiciones y restricciones
que impiden el desempeño privado en la "distribución y comercialización
de algunas producciones", precisamente donde falla con mayor intensidad
la economía castrista. Estas nuevas actividades privadas se acompañan de
un régimen tributario de nuevo cuño, con el objetivo de incrementar la
recaudación impositiva, más parecido al de una economía de mercado
occidental que a la maraña fiscal castrista.
Experiencias de libertad en el ejercicio de actividades económicas han
existido durante el castrismo en varias ocasiones. Y todas ellas venían
obligadas por las circunstancias de permanente escasez y ausencia de
bienes y servicios en los mercados, así como por el racionamiento
crónico de una economía de base estalinista.
De igual modo, tan pronto como estas actividades por cuenta propia
despegaban e iniciaban un proceso de acumulación de capital para
aumentar su escala, el régimen las eliminaba e, incluso, en algunos
casos, las penalizaba. Sabido es que la alta nomenclatura y sus
familiares directos e indirectos, sigue disfrutando en el presente de
ingresos complementarios derivados de tareas como el alojamiento
turístico en sus magníficas residencias, pero esta actividad dista mucho
de formar parte de lo que se podría calificar economía de mercado.
Ahora lo que planea Raúl Castro es expulsar trabajadores empleados en la
nómina estatal para que, simplemente, se busquen la vida en actividades
por cuenta propia.
En palabras textuales del dirigente comunista, "en una primera fase, que
planificamos concluir en el primer trimestre del próximo año, se
modificará el tratamiento laboral y salarial a los trabajadores
disponibles y desempleados de un grupo de organismos de la
administración central del estado".
Experiencias de esta magnitud en Cuba hay que situarlas cuando las
empresas hoteleras españolas se hicieron con el control de la gestión de
numerosos establecimientos turísticos y empezaron a vaciarlos de
personal, durante el período especial. Incluso, en un régimen como el
castrista, en el que el empleo, aun cuando sea improductivo e
ineficiente, puede perderse en un momento de la vida, la sensación que
ello comporta de deslealtad es importante. Y si no, que se lo pregunten
a los trabajadores excedentarios del sector azucarero, muchos de ellos
sin opciones de futuro, ocho años después del cierre de estas actividades.
En cualquier caso, la eventual flexibilidad de la economía cubana que
entrañan estas medidas, es incuestionable. Tanto es así, que Marino
Murilllo el ministro del ramo se apresuró a señalar que "no se puede
hablar de reformas. Estamos estudiando una actualización del modelo
económico manteniendo la planificación centralizada y rechazando la
economía de mercado. Todo está en estudio y con mucha calma".
Y ahí es donde precisamente se produce la controversia, ya que un amplio
sector de economistas, tanto de la Isla como del exilio, cuestiona este
ritmo lento y exigen reformas muy amplias encaminadas a orientar la
economía cubana hacia un marco de propiedad privada y economía de
mercado, de ámbito general. Al final, lo que se trata es de mejorar las
condiciones de vida de los cubanos y aliviar su transición hacia las
libertades y la democracia.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=29190
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