Interlocutores válidos
By DANIEL MORCATE
Pocos espectáculos pueden ser más gratificantes para un demócrata que el
ver a un grupo de personas inocentes recuperar su libertad, como ha
sucedido con los presos políticos cubanos que han llegado a España
acompañados de decenas de familiares. Todas las gestiones de buena fe
que se hayan hecho para lograr esas liberaciones, provengan de donde
provengan, tienen un valor intrínseco que no se puede negar ni
escamotear. Pero entre todas esas gestiones sobresalen las presiones
internas y externas que ha recibido el régimen de los hermanos Castro
para que excarcele a ciudadanos a los que jamás debió haber encarcelado
porque no cometieron otro delito que opinar sobre cuál debe ser el
futuro de su país y trabajar honesta y pacíficamente en defensa de sus
opiniones.
Las principales presiones internas que aflojaron momentáneamente el
férreo puño de los Castro, esos impacables capataces de Cuba, fueron las
valientes manifestaciones de las Damas de Blanco, la muerte en huelga de
hambre de Orlando Zapata Tamayo y la casi muerte en otra protesta
similar de Guillermo Fariñas. Las principales presiones externas han
sido la exigencia unánime de la Unión Europea de respeto a los derechos
humanos a cambio de mejorar las relaciones con Cuba (léase darle más
ayuda humanitaria y créditos incobrables) y el oportuno freno que el
gobierno del presidente Barack Obama le echó al proceso de
reacercamiento con La Habana. En conjunto, estas estrategias
refrescantes alumbran el camino que idealmente debería seguirse para
lograr el deseable objetivo final: el desmantelamiento total de la
dictadura y la creación en Cuba de una civilizada sociedad libre y
pluralista.
El problema estriba en que ese deseable objetivo final no lo es, o no
parece serlo, para todos los protagonistas de la actual realidad cubana.
El gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero merece elogio
por contribuir a las liberaciones. Pero antes y durante sus gestiones ha
demostrado que su principal objetivo es aplacar la indignación europea
por los desmanes castristas y proteger las jugosas inversiones españolas
en Cuba. La Iglesia cubana y el Vaticano también merecen crédito por las
liberaciones. Pero han actuado con poca transparencia y demostrado una
proclividad a servir simultáneamente a Dios y al diablo, como sugiere el
viaje ya no tan secreto del cardenal Jaime Ortega a Washington, donde
hizo gestiones similares a las que allí realizan los cabilderos a sueldo
del régimen castrista.
De ahí que convenga insistir, desde la unanimidad europea y el
recuperado pragmatismo norteamericano, en que los Castro acepten como
interlocutores válidos a los opositores cubanos dentro de la isla para
que se pueda iniciar con ellos una amplia negociación que cambie de una
buena vez la naturaleza fundamentalmente represiva, retrógrada y
excluyente del sistema cubano. El momento es propicio porque el régimen
parece haber llegado a una situación económica límite que lo ha obligado
a darles la mala incluso a inversionistas extranjeros a los que había
engatusado y a mendigar en Washington créditos y el envío de turistas
norteamericanos. Como interlocutores, los miembros de la oposición
interna podrían reclamar no sólo que los Castro liberen sin condiciones
humillantes a todos los presos políticos, sino que se comprometan a no
seguir generando esa modalidad de prisioneros mediante arbitrariedades
como las vigentes leyes de peligrosidad predelictiva, asociación
ilícita, propaganda enemiga y salida ilegal del país, entre muchas otras.
n diplomacia se distingue entre diálogo y negociación. El primero
presupone al menos dos partes dispuestas a hablar a partir de una base
común de principios y valores. La negociación, en cambio, presupone un
choque de fuerzas rivales que buscan ventajas estratégicas.
Monologuistas en extremo, los Castro no han demostrado nunca inclinación
alguna al diálogo. Pero las presiones internas y externas los pueden
obligar, y de hecho los están obligando ya, a negociar. Lo ideal sería
exigirles que acepten interlocutores válidos para la negociación, gente
sin otra agenda que el deseo sincero de democracia, libertad y
prosperidad para Cuba. Muchos opositores internos han demostrado
fehacientemente que llenan los requisitos.
http://www.elnuevoherald.com/2010/07/22/769879/daniel-morcate-interlocutores.html
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