martes, 10 de noviembre de 2009

La caída del muro

La caída del muro
Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Hoy, 9 de noviembre, se
conmemora el XX aniversario de la caída del Muro de Berlín, que marcó el
fin del campo socialista y la Guerra Fría. En Cuba, las noticias fueron
distorsionadas, pero las declaraciones y la propaganda oficiales no
podían soslayar la gran sorpresa y el desconcierto. El gobierno daba por
sentado que un sistema "tan perfecto" y poderoso sería eterno y
desbancaría al capitalismo. La llamada revolución cubana se prolongaría
infinitamente, con derroche de los recursos financieros y materiales que
durante tres decenios permitieron todos los antojos del máximo poder,
sobre todo el fomento de las guerrillas, la subversión y las gloriosas
guerras en el extranjero.

No había que acumular riquezas, diversificar la industria y la
agricultura, ni liberar las capacidades creativas de los ciudadanos. En
Cuba todo tenía que ser a escala de competencia con Estados Unidos,
aunque el país siguió siendo mono productor y exportador. A diferencia
de los "nefastos" tiempos del neocolonialismo, ser mono productores
ahora era bueno y se debía a la especialización productiva del Consejo
de Ayuda Mutua Económica (CAME O COMECON). El azúcar se vendía a precios
preferenciales, por encima del mercado mundial, a cambio de petróleo
soviético, y así sucesivamente. Se llegó a los extremos de enviar a la
República Democrática Alemana (RDA) levadura de torula a cambio de leche
en polvo. Todavía se recuerdan las grandes fábricas dispersas por el
país, que nunca llegaron a montarse, y se echaron a perder a la
intemperie, como las de tableros de bagazo llegadas de Polonia.

Tampoco entonces se pagaba, y abundaban las renegociaciones permanentes
de créditos. Cartas y delegaciones de allá para acá y de aquí para
allá; reuniones de alto nivel para exigir más ayuda desde La Habana,
pero el mercado nacional nunca se abastecía convenientemente. Las
visitas de los primeros secretarios de los partidos comunistas, o los
presidentes, eran antecedidas por grandes embarques de productos,
vendidos en las tiendas, como ocurriera con la del gran amigo Erich
Honecker. Jóvenes cubanos fueron enviados a trabajar a Hungría,
Checoslovaquia y la RDA, para conseguir ingresos adicionales para el
gobierno. Afortunadamente, los muchachos también recibieron
entrenamientos, aunque no pudieron utilizarlos al regreso.
En aquellos tiempos, aun se adecentaban los edificios y se arreglaban
las calles por donde pasarían las delegaciones invitadas a los congresos
del Partido Comunista de Cuba y otras festividades nacionales e
internacionales. Había reservas en los almacenes y hasta algunas en los
escaparates familiares.

Cuba: Incestos (9 November 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/noviembre09/09_C_3.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario