miércoles, 17 de octubre de 2012

Opción diferente se busca

Opción diferente se busca
[17-10-2012]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Algunos suelen enfadarse cuando se critica
a la política. Sostienen que esas afirmaciones contra el sistema, dañan
la esencia democrática. Es posible que el debate no haya sido
suficientemente profundizado y se confundan, como tantas otras veces,
consecuencias con causas.

La política no goza de buena reputación, y esto está lejos de ser una
suposición, sino en todo caso la conclusión a la que arriban muchos
estudios serios en buena parte del planeta. La política, sin duda
alguna, genera más rechazo que adhesión.

Cuando la opinión ciudadana afirma detestar esa palabra y todo lo que
simboliza, se deberían buscar las razones que explican esa visión.

Si se hiciera un intento sensato, más desapasionado, tal vez se podría
comprender, que mucha gente, y con buenos argumentos por cierto,
relaciona la política a la mentira, a la corrupción y a la hipocresía.

No se puede esperar otra cosa de la sociedad, cuando se le pide opinión
sobre la política, que cierto desprecio, una importante dosis de
desconfianza y poca esperanza respecto del futuro de esa actividad.

Es inevitable que cuando se consulta a cualquiera por estas cuestiones,
automáticamente la relacionen con la figura de los gobernantes de turno,
de los que acceden al poder, de quienes realmente lo ejercen.

Lo que sigue sin quedar claro, es por qué los que pretenden reemplazar a
los que gobiernan, los supuestos opositores, se parecen tanto a sus
contrincantes y no ofrecen una verdadera alternativa de cambio, ni se
mueven con una modalidad distinta o plantean un discurso absolutamente
diferente.

La sociedad, mayoritariamente, piensa lo que piensa, porque las
evidencias lo demuestran y están a la vista, porque ese desprecio
encuentra fundamento a cada paso en lo que se observa a diario, y en lo
que las revelaciones que siempre se filtran, terminan confirmando todo.

La sociedad, se ha convertido finalmente, en prisionera de los
"sistemas" que ella misma ha avalado y posibilitado construir. Los que
pretenden el poder, y mucho más aun los que lo detentan, se ocupan
permanentemente de generar condiciones que les garanticen el mejor
margen de maniobra para el ocultamiento, el manejo discrecional y la
escasa transparencia, todas cuestiones que claramente no podrían contar
con anuencia social alguna.

Pero algún día llegará lo que la mayoría dice buscar, es decir, un
espacio político capaz de satisfacer las condiciones más elementales de
demanda de la sociedad. Y surgirán desde allí algunos líderes capaces de
representar lo que la gente desea, hombres y mujeres dispuestos a
ofrecer transparencia en la administración de los recursos públicos,
honestidad como valor central de la gestión, integridad en la forma de
hacer las cosas, inclusive hasta el aval de la comunidad para decir lo
políticamente incorrecto.

Pero buena parte de la tarea no es que esos líderes surjan
espontáneamente como producto de la casualidad, o de alguna cuestión
mágica del destino, sino como la inevitable y esperable consecuencia de
una acción sistemática de los individuos.

Los ciudadanos reclaman justicia. La idea es terminar con la corrupción,
para que esos políticos no se salgan con la suya, llevándose el fruto
del esfuerzo de todos, financiando sus aventuras políticas y alimentando
su crónica ambición por enriquecerse con dinero ajeno.

Reclamarle a la política, honestidad intelectual no debería ser un
despropósito y exigirle un verdadero culto a la verdad, aunque muchas
veces no sea el paraíso que se desea escuchar y conocer, tampoco tendría
que suponer demasiado.

Los ciudadanos tienen, en estos tiempos, la responsabilidad de
establecer nuevas reglas de juego, otros estándares de mayor calidad. Si
los corruptos no son juzgados jamás, es en buena medida porque se tiene
con ellos una actitud que conjuga resignación y falta de perseverancia,
aceptando con displicencia, el olvido como medio de superar etapas
históricas.

Tal vez haya que comprender que, en la medida, que los incentivos
sociales, sigan mostrando que los corruptos triunfan, que se salen con
la suya, que nunca pagan el precio de sus delitos, que se les tolera
cualquier decisión, este tipo de personajes, seguirán pululando y
proponiéndose al electorado.

Es el turno de los ciudadanos, es el momento de generar condiciones con
altos umbrales, con requisitos adaptados a las nuevas demandas, que
descarten de plano a los hipócritas, que expulsen a los delincuentes, a
los manipuladores de la verdad y a los inmorales.

Si el piso de exigencia deja fuera a los que no tienen integridad para
gobernar, se podrá disponer de la posibilidad de elegir entre los
mejores y no entre los más pícaros. Mientras se siga seleccionando entre
mediocres y deshonestos, el resultado será idéntico al que muestra la
rutina cotidiana.

Es imprescindible revisar muy pronto los paradigmas, para entender la
relación causa efecto. Tal vez así se pueda descubrir que gobiernan los
que obtienen cierta aprobación social, suficiente tolerancia de los
votantes, y consiguen hacer de las suyas porque los ciudadanos permiten
que esta historia se repita cíclica e indefinidamente.

Una decisión ciudadana debe emerger pronto, con contundencia y
determinación, para que todo cambie en el sentido declamado. Habrá que
alinear discurso y acción a nivel individual. Y cuando eso suceda, solo
en ese momento, aparecerá la alternativa concreta, esa que afirmen con
consistencia, "opción diferente, se busca".

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=37395

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