lunes, 15 de octubre de 2012

La nueva izquierda cubana: ¿pura y solita?

Oposición, Disidencia, Izquierdas

La nueva izquierda cubana: ¿pura y solita?

A estas alturas del juego seguir creyendo que el liberalismo es un
compuesto viral tan mortífero como el ébola es un error político fatal

Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 15/10/2012 10:28 am

Hace ya algunas semanas algunos miembros del Observatorio Crítico (OC)
—grupo de intelectuales y activistas de lo que se ha dado en llamar una
nueva izquierda cubana— prestaron su atención al Llamamiento por una
Cuba Mejor y Posible, firmado por varios centenares de cubanos emigrados
y residentes en la Isla.

Algunos miembros del OC lo firmaron, considerando que era una buena
manera de revalidar sus posicionamientos y trazar puentes con otras
personas y grupos, con los que no comparten ideologías, pero sí
propuestas concretas sobre el futuro nacional. Creo que esa concurrencia
fue un dato cualitativo muy interesante de este documento, que habla de
la madurez política de los firmantes. Creo que nos honraron a todos.

Otros no lo hicieron, pues consideraron —al menos fue el caso de dos
artículos que leí firmados por Karel Negrete y Rogelio Díaz — que se
trataba de un documento democrático liberal del tipo del que es
necesario huir si la izquierda alternativa, como también es referido el
OC, quiere ser eso mismo, es decir, alternativa. En lugar de cuestiones
como el multipartidismo o el ejercicio de libertades, los dos
articulistas del OC se recordaban entre ellos que la meta de la
izquierda era avanzar hacia la organización del sujeto popular en todos
aquellos lugares en que esté, y todo desde una perspectiva anticapitalista.

Por supuesto que respeto sus razones. Que no hayan firmado el
Llamamiento no es particularmente relevante. Se trata de un documento
que cubrió una coyuntura, y en él no se agota la galaxia. Creo que fue
una buena cosa, pues la gama de posiciones que englobó —desde
neoliberales hasta socialistas— habla de la evolución política de todo
un segmento de la sociedad transnacional cubana. Creo que para el OC
como red hubiera sido interesante firmar un documento de consenso que si
se escoraba en alguna dirección era justamente a la izquierda, quizás
porque la mayor parte de sus promotores padecían de esa sana
inclinación. Y obviamente porque nadie lo objetó. Pero, repito, se trató
de un simple documento, y no de la última Coca Cola del Desierto, y con
seguridad habrá otras oportunidades de encuentros y desencuentros.

Lo que realmente me preocupa es el tipo de argumento empleado por los
articulistas, y el coste que puede tener esta suerte de posicionamiento
sectario puritano del que la izquierda ha sido históricamente pródiga,
sin dejar tras ella nada más que los ripios de sus testimonios de
derrotas. Y debo dejar claro que si me detengo en este asunto es
sencillamente porque me parece que tanto el surgimiento de una llamada
Nueva Izquierda en Cuba y la existencia del Observatorio Crítico son dos
hechos muy importantes en el complejo presente de nuestra sociedad
transnacional.

Francamente creo que a estas alturas del juego seguir creyendo que el
liberalismo es un compuesto viral tan mortífero como el ébola es un
error político fatal. La democracia es un ente complejo que implica
muchas cosas, buena parte de ellas inherentes al credo liberal:
elecciones libres y competitivas, transparencia, participación,
libertades y derechos, pluralismo político, etc. Según las preferencias
doctrinarias se pueden enfatizar unos u otros componentes, y de ahí
brotan formatos diferentes de democracia. Pero omitir los valores
liberales como ingredientes transversales, es desnaturalizarla.

A los anticapitalistas más ofuscados vale la pena recordarles que el
liberalismo es una construcción sociopolítica que precede al propio
capitalismo, y empezó a gestarse en los primeros momentos en que los
griegos comenzaron a separar la moral positiva de la política positiva,
al demos del legislador, a la comunidad del individuo. Y que el propio
Marx fue un producto de esa evolución, y muchas veces fue seriamente
liberal, como cuando proclamaba aquello de que la realización de todos
dependía de la realización de cada uno. Y no al revés, como quisieron
los poco ilustres constructores del "socialismo real".

Y sin democracia no hay alternativa que funcione. Realmente es alentador
que uno de los articulistas de OC abogue "por el trabajo a pie de
barrio, de comunidad; de promoción entre toda la ciudadanía de la
conciencia del poder". Yo también lo creo importante. Solo que mi
experiencia personal me sugiere que eso que hoy se llama empoderamiento
no puede conseguirse a largo plazo fuera de un sistema democrático.

Hace ya veinte años yo intenté trabajar a "pie de barrio". Y junto con
un equipo formidable, creo que lo hicimos muy bien. Entre 1990 y 1996
establecimos vínculos y acompañamos experiencias comunitarias de
vocación autogestionaria en lugares como Atarés, Santa Fe, El Condado,
Libertad; al mismo tiempo que trabajamos junto con dirigentes
municipales progresistas y renovadores. Se dieron pasos considerables, y
tangencialmente dejamos escritos varios artículos y un par de libros que
aún hoy se leen en la Isla, al menos algo más de lo que se citan.
Realizamos varios talleres sobre los temas de la autogestión a los que
concurrían líderes comunitarios, activistas sociales, académicos y
funcionarios municipales. No menos relevantes fueron los contactos de
nuestra gente con homólogos centroamericanos que pudieron mostrar el
valor de la autonomía.

Pero cuando en 1996 vino la ofensiva contrarrevolucionaria del Buró
Político del PCC que diezmó al Centro de Estudios sobre América, lo
primero que los interventores indicaron fue detener totalmente esos
estudios y contactos. Y luego fueron esterilizando a estas
organizaciones, disgregándolas o convirtiéndolas en mecanismos
auxiliares de los aparatos municipales respectivos. No hubo para donde
huir, ni donde esconderse, sencillamente porque no había espacios
consagrados de derechos y libertades —no se si burgueses, proletarios,
liberales o anarco-sindicalistas— pero suficientes para garantizar la
autonomía social.

El problema de la democracia en Cuba —de los derechos y libertades
ciudadanos; del pluralismo político como principio organizador del
sistema, de la renovación mediante elecciones libres y de la
participación autónoma de la sociedad— no puede colocarse en la lista de
espera. Mirar fijamente a la utopía por demasiado tiempo es la mejor
manera de no mirar las realidades ríspidas que tenemos que resolver.
Ninguna retórica sobre "movimientos sociales cubanos" o sobre "las
fuerzas conscientes de las clases trabajadoras" puede servir de pretexto
para continuar imaginando que hacemos algo y no hacer otra cosa que
dejar testimonios de sanas intenciones.

De igual manera que ninguna declaración de solidaridad con las luchas
globales anticapitalistas, legitima el silencio de que hace gala una
parte de nuestra nueva izquierda respecto a la represión sistemática que
sufren los compatriotas que quieren ejercer sus derechos políticos en la
tierra en que nacieron. No importa que sean socialdemócratas,
neoliberales o democristianos: tienen derechos y les son negados. Hasta
que ellos no los tengan, nadie los tiene.

La restauración capitalista en Cuba es inevitable. No es posible
regenerar socialismo de donde no lo hay. Tampoco es posible creer que la
sociedad cubana —exhausta y cansada de las metas abultadas— esté lista
para escenificar epopeyas trascendentalistas. La cuestión está en si la
sociedad cubana tendrá que presenciar la restauración del capitalismo
con las manos atadas, o si en cambio habrá espacio para luchas sociales,
sindicales, feministas, ambientales, raciales, territoriales, etc. en
defensa de las conquistas sociales republicanas y revolucionarias y para
establecer nuevas normas de responsabilidad social empresarial y de
funcionamiento de mercados. Y todo eso pasa inevitablemente por la
instauración de un orden democrático y de principios liberales que
protejan la autonomía de la sociedad. Y si al final de esta historia
logramos establecer en Cuba un orden socialdemócrata, creo que habremos
conseguido mucho más de lo que la retórica altisonante nos depara.

Sé que esto último debe sonar a terrible traición. Sé que la
socialdemocracia ha reculado tanto que ya no sabe ni donde dejó los
zapatos. Pero también sé que ha tenido logros históricos en la
redistribución de los ingresos vía fiscal, en el manejo de regímenes
corporativistas y en el establecimiento de estados de derechos con un
fuerte contenido social. No hizo lo que dijo que iba a hacer, pero creo
que lo hizo mejor que la otra izquierda que encabezó las experiencias
del llamado socialismo soviético. El contraste entre Willy Brand y Erich
Honecker.

Para la nueva izquierda cubana es hora de avanzar sin mantos de
penitentes, ni dogmas, ni rigideces doctrinarias, ni consignas que a
nadie interesan y solo sirven para alimentar nuestras recreaciones
onanistas. Conservemos las utopías como referentes, pero fijémonos en lo
que pasa en la esquina. Querer enhestarlas por encima de las realidades
es un signo inequívoco de derrota para la izquierda. Es irse quedando
sola, muy sola.

Y a fuerza de pequeñeces, diría, solita.

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/la-nueva-izquierda-cubana-pura-y-solita-280807

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