jueves, 18 de octubre de 2012

La mentira que evitó una Cuba nuclear

La mentira que evitó una Cuba nuclear
Por: SERGIO GóMEZ MASERI | 8:09 p.m. | 17 de Octubre del 2012

Hace 50 años, la URSS inventó un pretexto para retirar armas que
prometió dejar en la isla.

El 28 de octubre de 1962, el mundo respiró con alivio luego de que
Estados Unidos y la Unión Soviética pusieron fin a la llamada 'Crisis de
los misiles', evitando lo que pudo haber sido una devastadora guerra
nuclear.

Ese día, Nikita Khruschev, entonces líder en Moscú, se comprometió con
el presidente John F. Kennedy a retirar los misiles que había enviado a
Cuba a cambio de que los estadounidenses prometieran no invadir La
Habana y retiraran las armas ofensivas que Washington había instalado en
Turquía.

Lo que no se sabía hasta ahora es que la crisis prosiguió por varias
semanas, mientras Khruschev negociaba con Fidel Castro el futuro de unas
100 armas nucleares que ya estaban en la isla y de las que EE. UU. nunca
tuvo conocimiento. Más aún, que Cuba estuvo a punto de convertirse en
una potencia nuclear de no haber sido por la volatilidad del líder
cubano y de una mentira inventada por los soviéticos para evitarlo.

Esa es la historia de 'La crisis soviética-cubana', un libro basado en
las memorias de Sergo Mikoyan, hijo de Anastas Mikoyan (el número dos
del Kremlin de la época).

El libro fue escrito por la investigadora Svetlana Savranskaya, miembro
de la organización Archivos de Seguridad Nacional y con la que EL TIEMPO
conversó en Washington.

La historia comienza el 2 de noviembre de ese año, cuando Khruschev
envió a Mikoyan a Cuba para explicar al régimen de Castro el acuerdo que
había alcanzado con los estadounidenses.

Castro -se desprende del libro- estaba furioso pues se sentía
traicionado por Moscú, y tampoco creía en la promesa de no invadir que
había hecho Kennedy. "Nosotros estábamos dispuestos a morir por la
revolución en una guerra nuclear. ¿Quiénes creen que somos?, ¿un trapo
viejo?, ¿un cero a la izquierda?", le dijo a Castro a Mikoyan durante
una de las reuniones que sostuvieron ese mes en La Habana y que fueron
documentadas por Sergo, que estuvo al lado de su padre durante todo el
proceso.

Mikoyan intentó asegurar a Castro que la URSS seguía siendo un gran
aliado, a tal punto que no pensaba retirar unas 100 cabezas nucleares de
carácter táctico que habían sido enviadas a la isla para contrarrestar
una posible invasión.

Entre estas, 80 misiles (FK3, armados con ojivas), 12 cabezas nucleares
para lanzacohetes y 6 bombas para el avión IL-28. En el acuerdo con
Kennedy, explicó Mikoyan, se había hablado de retirar las armas
"ofensivas", pero no de las defensivas ni de las que los estadounidenses
no tenían conocimiento.

De hecho, Washington solo se enteró de su existencia 30 años después,
durante un foro en 1992, cuando ya había caído la URSS. E incluso
entonces solo supo de la existencia de ocho.

Para Castro, esas armas eran clave pues con ellas se aseguraba una carta
disuasiva en caso de que los estadounidenses intentaran una nueva
invasión, como la que habían lanzado 18 meses antes en Bahía Cochinos.
Pero Mikoyan, que era amigo de Castro desde 1960, pronto comenzó a temer
que el carácter explosivo del líder cubano implicara un gran riesgo para
el Kremlin.

En medio de las negociaciones, Castro le envió una carta a Khruschev en
la que lo invitaba, palabras más palabras menos, a lanzar un ataque
nuclear contra EE. UU. Y poco después otra a su embajador en la ONU,
Carlo Lechuga, en la que le ordenaba anunciar que Cuba aún poseía estas
armas nucleares.

El anuncio finalmente nunca se hizo, pero la simple posibilidad
implicaba una segura retaliación de EE. UU. que habría creado una crisis
peor. Moscú decidió entonces retirar también las armas tácticas. El tema
no era fácil pues al ingresarlas a Cuba le habían prometido a Castro que
estas permanecerían en la isla una vez se les entrenara para su manejo.

La resolución llegó el 22 de noviembre durante una tensa reunión en la
que participaron Mikoyan, Castro, 'el Che' Guevara y otros. Según las
notas que tomó Sergo, Castro estaba desesperado por retener las armas y
hasta les suplicó que no las retiraran. Mikoyan se negó invocando una
ley soviética que impedía la transferencia de armas nucleares a un
tercer país. Ley inexistente, al menos en el papel.

El líder cubano insistió alegando que las armas aún podían permanecer
bajo la custodia soviética pues en la isla iban a permanecer unos 42.000
soldados del Kremlin. Pero, según las memorias, Mikoyan le explicó que
los soldados eran en realidad solo asesores y por lo tanto no contaban
con esa autoridad.

Muy a pesar de Castro, las armas abandonaron Cuba el primero de
diciembre de 1962. Y al hacerlo, llegó el fin de otra crisis -quizá
peor- que el mundo no conoció.

'No podían controlar el régimen'

Svetlana Savranskaya, escritora y editora del libro 'La crisis
soviética-cubana', habló con EL TIEMPO sobre la obra.

¿Por qué cree que los soviéticos optaron inicialmente por dejar en Cuba
semejante arsenal nuclear a espaldas de los estadounidenses?

El acuerdo inicial era construir una gran base militar en Cuba. Lo
trataban como un gran aliado, el primer estado socialista en América
Latina. Y les hicieron grandes promesas sobre sus opciones para
defenderse de una agresión de EE. UU., como que las armas tácticas se
quedarían. Retirarlas era un gran problema para los soviéticos. Además,
Washington no sabía de ellas, y sobre el papel tampoco se podían
clasificar como armas ofensivas. Para los soviéticos era algo positivo
siempre y cuando retuvieran el control sobre estas. De hecho, el plan
inicial cuando Sergo Mikayan llegó a Cuba es que todo, salvo los misiles
estratégicos y las tropas desplegadas para utilizarlos, se quedaría. La
idea era fortalecer a Cuba y convertirla en una potencia militar.

¿Entonces qué fue lo que los hizo cambiar de parecer?

Mikayan (padre) cambió de parecer de manera gradual. Cuando llega a La
Habana, se da cuenta de que los cubanos estaban de verdad listos para
meterse en una guerra nuclear. Algo que ni EE. UU. ni la URSS querían.
Se da cuenta también de que no pueden controlar al régimen, que son muy
independientes y que tenían planes hasta de lucha armada en América
Latina. Luego Castro da la orden de disparar contra aviones espía de EE.
UU., que fue un escalamiento mayor de la crisis. Al final se da cuenta,
pese a todo lo que los admiraba, que dejar las armas se convertiría en
un problema mayúsculo, en un factor de desestabilización.

¿Temían que Castro las usara?

Nunca se habló de eso. Pero se vio que los cubanos podían revelarlo al
mundo, como cuando se enteraron de que Castro había dado la orden a su
embajador en la ONU para que anunciara que tenían armas nucleares
tácticas. Y eso hubiese generado un problema gigante justo en el momento
en que Kennedy y Khruschev acababan de llegar a un acuerdo. Fue eso lo
que lo terminó de convencer.

¿Es cierto que Mikayan se inventó una ley inexistente en la URSS sobre
no transferencia de armas nucleares a terceros países para justificar
ante los cubanos el retiro del arsenal?

Mikayan le propone al Presidium (órgano legislativo soviético de
entonces) decirle a Castro que hay una ley no publicada que prohíbe la
transferencia. Y el Presidium le contesta que use ese argumento, pero
sin indicar que existe esa ley. Le pregunté a Sergo Mikayan si su padre
se la había inventado y me contestó que nadie había oído hablar de ella
y que creía que su padre la había inventado para negociar. Lo
interesante es que desde entonces se convirtió en el precedente, pues la
URSS nunca transfirió armas a terceros bajo ese argumento.

¿Qué cree que hubiese pasado si Castro hubiera retenido las armas?

Sabemos que en EE. UU., incluso poco después de la crisis, se seguía
hablando de atacar o invadir a Cuba. De llegar a conocerse que en La
Habana aún existían armas nucleares, Kennedy habría sido forzado a
actuar. E igual habría sido el caso para futuros presidentes de EE. UU.
Cuba, por su parte, se habría convertido en una potencia nuclear y, como
tal, su influencia en América Latina habría sido mayor.

Sergio Gómez Maseri
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington


http://www.eltiempo.com/mundo/latinoamerica/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-12312743.html

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