jueves, 18 de octubre de 2012

Elecciones en Cuba y aprender de Venezuela

Elecciones en Cuba y aprender de Venezuela
octubre 18, 2012
Yusimí Rodriguez

HAVANA TIMES — Hace cuatro años me interesé en unos comicios por primera
vez. Este año, he seguido el segundo proceso electoral de mi vida.

En ninguna de las dos ocasiones se ha tratado de las elecciones de mi
país. De forma inconsciente, me he convencido de que las elecciones
ajenas afectan mi vida más que las de mi propio país.

En el 2008, miraba las Mesas Redondas sobre las elecciones en los
Estados Unidos y leía los artículos que el periódico Granma dedicaba al
tema.

La elección de Obama podía significar el fin del bloqueo y la
normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Si la vida en el país no mejoraba, al menos tenía la seguridad de que la
justificación, quiero decir el motivo, no sería el bloqueo impuesto por
el gobierno norteamericano. Nada de eso sucedió.

La vida demostró que hace falta más que un presidente negro en la Casa
Blanca, que se anuncie como el presidente del cambio, para que las cosas
cambien; que no basta con llegar a la presidencia lleno de buenas
intenciones; que hay países donde el presidente no es el dueño del país.
Que no basta ganar el Premio Nobel de la Paz para merecerlo.

Este año, estuve al tanto de las elecciones en Venezuela, sin decidirme
a temer o desear que Chávez ganara. Dos días antes de que los
venezolanos acudieran a las urnas, un amigo me dijo que valía la pena
que Chávez perdiera, solo para que nuestro gobierno se desestabilizara.

Si el país no recibe combustible no será como en el Período Especial,
cuando la gente soportó los alumbrones (como llamábamos a los pequeños
intervalos entre apagones).

No sé si es así que deseo que las cosas cambien en mi país. Temo que por
la vía de estar sometidos a una mayor escasez que la que ya enfrentamos,
la gente se lanzaría a las calles, con razón, y se convertiría en
personal apto para ser reprimido en nombre de la soberanía nacional.

Confieso que después del viernes no había vuelto a pensar en las
elecciones venezolanas. El domingo llegué a casa sobre las seis, con la
intención de sentarme a mirar una de las pocas series televisivas que
sigo, pero fue suspendida a causa de la Mesa Redonda dedicada a seguir
las elecciones venezolanas, dos horas antes del cierre de los colegios
electorales.

El conductor y sus invitados de la Mesa… no mencionaron las
consecuencias nefastas que tendría para nosotros la no reelección de
Chávez. Hablaron de los beneficios que ha obtenido el pueblo venezolano
durante su gobierno, y sobre todo alabaron la democracia existente en
ese país.

Citaron incluso al ex presidente norteamericano Carter, y ahí me
pusieron a pensar. Porque, para ser honesta, no confío demasiado en los
conductores e invitados de la Mesa Redonda cuando de juzgar democracias
se trata. Tampoco es que piense que Carter tiene la última palabra al
respecto, pero al menos es un observador externo, menos comprometido que
los invitados de la Mesa.

No sé si los compañeros de la Mesa… se percataron de que quizás
elogiaban demasiado la democracia venezolana. Bien mirado, es cierto que
Chávez va por su segunda reelección y algunos aseguran que pretende
eternizarse en el poder (si la salud se lo permite).

¿Pero qué tiene de malo la reelección de un presidente cuando el pueblo
considera que lo está haciendo bien, y sobre todo, cuando el pueblo
cuenta con los mecanismos para extirparlo del poder cuando lo decida?

En Venezuela hubo elecciones en las que intervino más de un partido
político. Cada votante tuvo la oportunidad de decidir, de hacer la
diferencia con su voto. Según la Unión de Naciones Suramericanas
(UNASUR) más de un 80% del pueblo votó. Hicieron colas, incluso, para
ejercer su derecho al voto, para decidir el futuro de su país.

El domingo 21 de octubre, los cubanos acudiremos a las urnas para votar
por el delegado a la Asamblea del Poder Popular y luego… nos sentaremos
a mirar. No tendremos participación en la elección de la Asamblea
Municipal, ni en la Provincial ni la Nacional, ni en la elección del
presidente del país. Aunque no nos sorprenderá el resultado final.

Estoy segura de que aquí votará más que el 80% que lo hizo en Venezuela.
¿Pero cuántos lo harán con la convicción de que su voto tiene algún peso
en la vida del país, y cuántos lo harán para no señalarse, en mantenerse
aptos para empleos en el turismo u otros bien remunerados?

Pero sobre todo, ¿qué futuro decidiremos con nuestro voto, más allá del
delegado que intentará resolver nuestros problemas por un tiempo o nos
dará respuestas consoladoras, cada vez que sienta las manos atadas?

Los venezolanos apostaron, una vez más, por Chávez. Pero tuvieron otras
opciones, pudieron haber votado por cualquier otro candidato. La
oposición estuvo representada. Capriles tuvo la oportunidad de dirigirse
al pueblo, de usar los medios de comunicación masiva para hacerles saber
qué les esperaba si lo elegían presidente.

¿En Cuba, cuál es el mecanismo para cambiar el poder? ¿Qué
representación tienen, aún cuando puedan ser minoría, quienes se oponen
al gobierno?

"Venezuela dio al mundo una lección de democracia" afirmó Carlos
Álvarez, jefe de la misión de acompañamiento de UNASUR, tras las
elecciones del domingo. ¿A Cuba también?

http://www.havanatimes.org/sp/?p=73645

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