jueves, 11 de octubre de 2012

Duras vivencias que no deben soslayarse

Damas de Blanco, Represión

Duras vivencias que no deben soslayarse

En los últimos 53 años la Iglesia Católica ha afrontado muchas
dificultades, pero no se ha mantenido ajena a acontecimientos relevantes
y delicados sucedidos en Cuba, afirma la autora de este artículo

Miriam Leiva, La Habana | 11/10/2012 10:30 am

El último domingo de marzo de 2003, seis mujeres vestidas de blanco
participamos por primera vez en la misa de la Iglesia Santa Rita de
Casia, virgen de las causas imposibles o muy difíciles. Por entonces, a
cada una nos seguían hombres jóvenes vestidos de civil. Eran agentes de
la Seguridad del Estado, que también rodeaban nuestras viviendas y
procuraban impedirnos relacionarnos con la atemorizada población y con
los pocos extranjeros que se encontraban en Cuba deseosos de expresarnos
su solidaridad.

Nos escabullimos de muy diversas formas. Llegamos a la iglesia sin
avisar, sin consultar si seríamos bienvenidas, lo dábamos por hecho,
pero creamos un verdadero caos en el ambiente apacible y de devoción
religiosa al que iban los feligreses, que con muchas dificultades
aumentaban. A partir de ese domingo, llegados desde temprano, los
represores merodeaban por los dos parques aledaños y se esparcían por el
templo, reconocibles no solo por su aspecto, sino sobre todo porque
desconocían el rito, aunque con la asiduidad algunos aprendieron a rezar
y cantar.

Sabíamos que desde hacía algún tiempo una organización de madres de
prisioneros políticos, vestidas de blanco y negro, asistía a esa
iglesia, y tratamos de unirnos a ellas. Sin embargo, la presión fue tan
grande que ellas decidieron peregrinar por otras, lo cual resultaba
comprensible. De esa manera, las esposas, madres, hijas, hermanas y tías
de los 75 fuimos arropadas por Santa Rita y en cada ocasión éramos más,
según nos conocíamos en las visitas a las prisiones o nos comunicábamos
de diversas formas.

En marzo de 2005 sobre 30 mujeres, vestidas de blanco y con gladiolos
rosados en mano, se abalanzaron más de 200 "reunidas espontáneamente",
bandera cubana y carteles muy bien elaborados en mano, vociferando
gritos insultantes. Nosotras continuamos caminando, entonando cantos
religiosos. Los parques estaban llenos de hombres, y también alguna
mujer, con botas militares, equipos de comunicación en mano. Era el
reinicio de los "mítines de repudio" contra los pacíficos opositores y
contra personas que solamente pretendían salir de Cuba, realizados en
las décadas de 1980 y 1990.

La Iglesia Católica Cubana fue la única institución nacional que condenó
el encarcelamiento de los 75 y pidió su libertad mediante un documento
de la Conferencia de Obispos, el 11 de abril de 2003. Su jerarquía,
sacerdotes, monjas, diáconos, laicos y creyentes nos ayudaron en todo el
país, incluso brindando alojamiento cuando teníamos visitas a los
familiares que cumplían sus condenas a cientos de kilómetros de
distancia de nuestros hogares. Los sacerdotes solicitaron brindarles
asistencia religiosa en las prisiones, algo que solo lograron hacia la
etapa final de su encarcelamiento.

Usualmente nos reuníamos en La Habana, lo cual resultaba muy difícil
para todas, pero especialmente para las mujeres del interior del país,
que eran vigiladas para que no salieran de sus hogares. La policía
política les retiraba los carnés de identidad y, si lograban
introducirse en algún transporte, los paraban en las carreteras, bajaban
a ellas y a sus pequeños hijos o ancianos padres para conducirlos de
vuelta en sus autos LADAS usualmente blancos, pues las mujeres se
negaban a montar las patrullas policiales. Sin embargo, la mayoría
lograba llegar o lo hacía el mes próximo. No puede olvidarse el "mitin
de repudio" a Isel Acosta, esposa de Blas Giraldo Reyes; una mujer sola
que desde la tarde hasta entrada la madrugada soportó gritos y golpes en
la puerta, que estuvo a punto de caer. Allí, en Sancti Spiritus, como
los vecinos no se prestaron a esa barbarie, llevaron ómnibus cargados de
empleados de empresas del Gobierno y estudiantes extranjeros de la
universidad.

En La Habana, también íbamos al Santuario de la Virgen de la Caridad del
Cobre, patrona de Cuba, los 8 de septiembre para participar en la
procesión usualmente encabezada por el Cardenal Jaime Ortega y a la misa
por la "celebración mariana" (de María, madre de Dios) que oficia.
Igualmente asistíamos a la misa de la Iglesia de la Merced, patrona de
los presos, los 24 de ese mes. Siempre escoltadas por los oficiales que
pululaban por las calles aledañas, importunando a miles de creyentes,
que poco a poco se acostumbraron y esa presión no ha impedido que
aumente de año en año la participación. Por cierto, muchas personas
llevan ropa blanca como se viste a las bellas imágenes de la Virgen de
la Merced en los altares de su Iglesia, en el humilde barrio de la
Habana Vieja; color coincidente con el tradicional de ritos afro-cubanos
y de las Damas de Blanco, que lo escogieron por representar la paz, el
amor y la reconciliación entre los cubanos. Éramos mujeres a quienes la
injusticia y la crueldad contra cubanos pacíficos nos convirtieron en
voces. La mayoría no participaba en las actividades de ellos; había
muchas amas de casas, humildes trabajadoras, alguna veterinaria,
ingeniera, abogada, médica o ex diplomática.

Por aquellos días iniciales, cuando muy pocos familiares y amigos nos
apoyaban, y los vecinos solidarios se acercaban cuando estábamos a
cuadras de distancia de nuestros hogares, lejos de la vigilancia de los
informantes, los Comités de Defensa de la Revolución y otros "factores",
éramos invitadas a recepciones de algunas embajadas acreditadas en La
Habana, donde teníamos oportunidad de exponer nuestra situación también
a otros cubanos asistentes. En una ocasión saludé a Monseñor José Félix
Pérez, quien me presentó al Cardenal Jaime Ortega, lo que aproveché para
referirme a nuestra súbita y problemática presencia en la Iglesia Santa
Rita de Casia. "Las puertas de las iglesias están abiertas a todos los
cubanos. Ustedes son bienvenidas", respondió. Ellos no preguntaron
cuántos prisioneros de conciencia de los 75 y sus familias eran
católicos o creyentes.

Pepe Félix, como cariñosamente es llamado el sacerdote de esa iglesia,
desde hace muchos años ocupa un destacado cargo en la Conferencia de
Obispos Católicos de Cuba (COCC). Su comprensión, afabilidad y paciencia
durante tantos años ha sido un sostén religioso y humano inmenso. El
cardenal Jaime Ortega, además de máxima representación católica en Cuba,
ha sido Presidente de la COCC en tres períodos consecutivos (1988-1998),
y nuevamente de 2001-2004 —cuando los días 18, 19 y 20 de marzo de 2003
ocurrió la asonada represiva—, y desde entonces es su vicepresidente.
Por consiguiente, ha encabezado y compartido sus decisiones, al tiempo
que ha contado con el apoyo para la realización de las conversaciones
con el presidente Raúl Castro, en las que participa Monseñor Dionisio
García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba y presidente de la
Conferencia, las cuales en 2010 disminuyeron el fuerte acoso a las Damas
de Blanco y resultaron en la excarcelación de los 75. A pesar de que la
mayoría de las damas originales abandonaron Cuba, esa agrupación decidió
continuar sus actividades integradas mayoritariamente por las mujeres de
apoyo, cuyo concepto desapareció para convertirse todas en Damas de
Blanco, y continúan asistiendo a misa en la Iglesia Santa Rita de Casia
y otras en diversos templos de Cuba.

La jerarquía católica ha proseguido sus conversaciones con ellas. El 6
de julio, el Cardenal se reunió con cuatro representantes durante tres
horas y cuarenta minutos. Entonces Berta Soler, quien dirige las Damas
de Blanco, manifestó a la prensa extranjera: "Tuvimos una reunión muy
abierta, fue muy receptivo el cardenal. Tenemos confianza, fe en él,
puesto que tenemos mucho que agradecerle por la excarcelación de
nuestros seres queridos". A El Nuevo Herald dijo que "fue un diálogo
abierto, donde él nos escuchó y nosotras lo escuchamos. Estamos muy
contentas". Según la fuente, subrayó que las mujeres estarán eternamente
agradecidas a Ortega por interceder a su favor ante Castro en 2010,
cuando turbas organizadas por el Gobierno las acosaban habitualmente con
gestos y palabras obscenas. "Sabemos que las puertas de la Iglesia nunca
han estado cerradas para las Damas de Blanco. Nosotras vamos a seguir
tocando las puertas de la Iglesia Católica".

El Arzobispado de La Habana, y la Iglesia Católica de Cuba en general
han mostrado notable consternación por el trágico deceso de Oswaldo Payá
Sardiñas y apoyado a su familia, no solo durante su velatorio en la
Iglesia Parroquia de El Salvador y sus honras fúnebres. Durante la misa
funeral, el Cardenal Jaime Ortega expresó: "Oswaldo tenía una clara
vocación política y esto, como buen cristiano, no lo alejó de la fe ni
de su práctica religiosa. Al contrario, siempre buscaba en su fe
cristiana inspiración para su opción política. Y esto no lo alejaba de
la Iglesia, porque la aspiración a participar en la vida política de la
nación es un derecho y un deber del laico cristiano. La Iglesia pide a
sus laicos que tengan una consideración especial del llamado del
Evangelio a participar en la transformación de la humanidad, actuando en
la medida de sus posibilidades, en el quehacer político de su país. La
Iglesia, por medio del Magisterio de los Sumos Pontífices, lo ha
repetido en muchas ocasiones… Ahora bien, la llamada a una sana acción
política y la solicitud de espacios para su realización presentada por
la Iglesia a los gobiernos, está hecha a favor de los laicos. La
jerarquía, Obispos y clero en general, no deben hacer opción política
partidista en ningún caso".

En los último 53 años la Iglesia Católica ha afrontado muchas
dificultades, pero no se ha mantenido ajena a acontecimientos relevantes
y delicados sucedidos en Cuba. Como al parecer se desconocen, se sea
creyente o no, sería muy oportuno acercarse a sus miembros y leer sus
documentos, incluidos los emitidos por el Cardenal Jaime Ortega. Resulta
la institución con mayor prestigio y arraigo entre la población. Su
ascenso se ha evidenciado durante la conmemoración del 400 aniversario
del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad, y la estancia del
Papa Benedicto XVI. Sus esfuerzos no solo se han ceñido a la
evangelización y la ampliación de los espacios religiosos. Está muy viva
en los asuntos de la sociedad actual, a pesar de las dificultades para
avanzar.

Miriam Leiva es cofundadora de Damas de Blanco. Activa participante
hasta fines de 2008, cuando se concentró nuevamente en su labor como
periodista independiente, siempre manteniendo la estrecha vinculación y
solidaridad con los 75 prisioneros de conciencia, sus familias y otros.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/duras-vivencias-que-no-deben-soslayarse-280741

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