domingo, 21 de octubre de 2012

Cuba: Cien años de migraciones

Publicado el domingo, 10.21.12

Cuba: Cien años de migraciones
Armando H. Portela
aportela@elnuevoherald.com

Cuba está perdiendo población a un ritmo tan acelerado, que compromete
seriamente el crecimiento del país, el futuro de su economía y el
bienestar social.

Por cada tres niños que nacen hoy se va un cubano a vivir en el
extranjero como parte de una tendencia que ha ido en aumento durante los
pasados 18 años. La combinación de emigración alta, natalidad en picado
y población cada vez más vieja acabará por transformar a la población
cubana en el curso de unos pocos años. Y lo más alarmante es que casi 4
de cada cinco personas que se va está en edad laboral según muestran las
estadísticas oficiales.

Las tendencias demográficas actuales tendrán un impacto considerable en
el futuro de Cuba: la población envejece, el exilio crece y la fuerza
laboral se irá haciendo más escasa con el tiempo. El proceso es lento y
difícilmente perceptible, pero una ojeada a las cifras que revela el
propio régimen deja la certeza de que se avecina una prolongada tormenta
demográfica para el país.

A diferencia de los emigrados de otros países, la abrumadora mayoría de
los cubanos que se marcha lo hace –por convicción o por obligación– de
manera "definitiva", usando el término oficial, lo cual ha significado,
durante más de medio siglo, la pérdida de sus propiedades y derechos,
entre ellos el de vivir de nuevo en su propio país, ya sea para
disfrutar o invertir la riqueza acumulada fuera o para curarse la nostalgia.

El año pasado abandonaron la isla 39,263 personas, la cifra más alta
desde el éxodo de los balseros en 1994, lo que equivale a que 3.5 de
cada mil habitantes decidieron empezar una nueva vida en otra parte del
mundo. En los últimos 18 años se han marchado alrededor de 620,000
personas de una población de 11.25 millones. Si se toma en cuenta que el
75 por ciento de ese grupo está en edad laboral, se concluye que el país
perdió a más de 460,000 trabajadores que decidieron irse a producir a
otra parte.

Una vez que las remesas de los exiliados se han convertido en una de las
principales fuentes de ingreso de divisas, algunas de las medidas de
reforma migratoria adoptadas recientemente por el gobierno parecen
apuntar a ese numeroso grupo y revelan la intención de permitir que siga
creciendo y que incremente sus vínculos con la isla.

En unos años la cifra de emigrados recientes –los posteriores a las
primeras olas del exilio histórico y a los refugiados del Mariel– podría
aproximarse a un millón, con el potencial de convertirse en una colosal
fuente de ingresos en remesas, en gastos de viajes o en negocios
iniciados o apoyados en la isla.

Una isla de inmigrantes

En los últimos 100 años Cuba ha vivido etapas de llegada masiva de
inmigrantes, de éxodo de su propia gente o de equilibrio migratorio.
Estas tendencias han estado estrechamente vinculadas a períodos de
prosperidad, estabilidad o crisis económica, por no mencionar los
ambientes de libertades, tolerancia o de represión política que se han
sucedido en la isla. Las tendencias generales de la migración
corresponden con esas condiciones.

Si en 1931 casi dos de cada cinco personas había nacido fuera de Cuba,
en el 2011 el 15 por ciento de todas las personas nacidas en Cuba
estaban viviendo –o habían muerto– fuera de su país.

Hace un siglo la industria azucarera atrajo un interminable flujo de
inmigrantes en busca de trabajo y de las oportunidades que ofrecía una
economía libre y en expansión explosiva. Las tolerantes regulaciones
migratorias de entonces permitieron que se asentaran –y se insertaran en
la sociedad cubana– alrededor de 1.5 millones de personas en los
primeros 30 años de la república, una cifra similar al número de
habitantes que había en el momento de la Independencia.

La mayoría de aquellas personas llegó de España, pero también arribaron
cerca de 200,000 inmigrantes de Haití, Jamaica y de otras islas del
Caribe, e incluso desde Estados Unidos llegaron unas 70,000 personas a
iniciar una vida "cubana". En 1931, a 29 años del 20 de mayo de 1902,
Cuba era el hogar de 3.9 millones de habitantes.

La Gran Depresión de los años 30 puso un final traumático a esa fase no
repetida en la historia cubana. El gobierno de entonces se vio obligado
a restringir la inmigración y los no ciudadanos fueron forzados a
naturalizarse o abandonar el país.

En las siguientes tres décadas la migración fue balanceada. La Segunda
Guerra Mundial llevó a Cuba miles de refugiados que escapaban de la
violencia y la limpieza étnica en Europa, pero la mayoría de ellos se
marchó al terminar el conflicto. Durante la década del 50 surgió una
leve tendencia a la emigración hacia Estados Unidos en busca de trabajo
o como refugio de la violencia política en la isla, que se apoyaba en
una singular relación entre los dos países que hacía muy fluido el
movimiento a través de la frontera .

El éxodo y la separación familiar

El éxodo masivo apareció junto con el arribo de Fidel Castro al poder y
lejos de atenuarse se hizo creciente y constante. El éxodo fue además un
fenómeno embarazoso para el gobierno comunista: por más que el castrismo
hablara de las maravillas de la Revolución, muchos optaban por probar
fortuna, desde cero, en otras tierras.

En los últimos 53 años más de 1.7 millones de cubanos han abandonado la
isla en varias oleadas sucesivas, la mayor de las cuales ocurrió en 1980
durante la crisis del Mariel, cuando casi 142,000 personas abandonaron
la isla en un vergonzoso espectáculo de acoso masivo y violencia física
inspirada por el gobierno contra aquellos individuos deseosos de escapar.

A partir de 1959 se ha producido una episódica deserción de la élite de
la sociedad cubana, comenzando por la clase política y empresarial alta
que se exilió en los años 60, a las que siguieron intelectuales, la
clase media y gente emprendedora de todos los estratos que encontró un
ambiente abiertamente hostil y anulador en su país. Más tarde, cada vez
que retoñaba de manera espontánea una capa social emprendedora, aun una
incipiente clase de artesanos, campesinos minimalistas e intermediarios,
las autoridades se encargaban de segarla una y otra vez, forzando en la
práctica su salida del país.

Por décadas la emigración ha obrado como una sangría constante de
talento, y no es descabellado pensar que ello tenga consecuencias
nefastas para la sociedad que permanece en la isla.

La ola más prolongada de las cuatro producidas en medio siglo aún no ha
llegado a su fin. Comenzó en 1994 con la crisis de los balseros (47,844
abandonaron la isla ese año) y con los acuerdos migratorios firmados por
el gobierno de Castro con la administración del ex presidente Bill
Clinton, en virtud de los cuales se le proveen a Cuba 20,000 visas
anuales para emigrar.

No es exagerado afirmar que no hay familia cubana que no tenga al menos
un pariente lejano viviendo en el exterior. Como la familia promedio
está compuesta por 3.3 personas, una de cada dos familias que hoy vive
en Cuba tiene un ser querido fuera. La restante debe tener también algún
familiar, si bien este quizás no sea tan próximo.

Las tendencias migratorias, sin embargo, son reversibles. Un cambio
político y económico en Cuba pudiera tener el efecto no solo de detener
la tendecia masiva actual, sino de revertirla y provocar un regreso
masivo de exiliados, sobre todo de los más recientes, a un país que les
abra verdaderamente las puertas y les ofrezca modos confiables de vivir
y desarrollarse.

El precedente está a un siglo de distancia en la historia, cuando el
país recién salido de la guerra, con la población diezmada y la economía
en ruinas, pudo atraer un millón y medio de inmigrantes en corto tiempo
a un clima de seguridad y prosperidad.

Aquel extraordinario milagro pudiera repetirse.

http://www.elnuevoherald.com/2012/10/21/v-fullstory/1326601/cuba-cien-anos-de-migraciones.html

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