sábado, 6 de octubre de 2012

Alan, Angel y Arón

Publicado el jueves, 10.04.12

Alan, Angel y Arón
Ileana Fuentes

Una sencilla canción norteamericana de 1968 nos recuerda a tres grandes
adalides de los derechos civiles, la paz internacional y la convivencia
planetaria.

Como lo fueron en su época Abraham, Martin y John, aunque de forma
diferente –Lincoln, King y Kennedy asesinados, los de hoy emboscados o
encarcelados– Alan Gross, Angel Carromero y Jens Arón Modig son bajas en
la lucha por un mundo mejor… en este caso, una Cuba mejor.

Alan Gross lleva preso en el paraíso transformista –nunca reformista– de
los Castro desde diciembre del 2009. El fallo de culpabilidad por violar
la soberanía nacional de Cuba, indica que a Gross le siguieron los pasos
durante más de cinco años. Entró y salió de la isla muchas veces en lo
que para él eran –y para el mundo libre, eran– encomiables visitas
humanitarias.

No así para las autoridades cubanas. Alan Gross fue acusado de poner en
peligro la seguridad nacional, de ser agente del imperialismo enemigo,
de proveerle a opositores, disidentes y ciudadanos desafectos la
prohibida tecnología de comunicaciones que abriera las compuertas de la
Internet y las redes sociales en la cárcel de Raúl y de Fidel. A los
efectos de La Habana: subversión digital.

Lo triste es que Gross cayó en una especie de agujero negro propiciado
por un cándido optimismo burocrático en Washington que insiste en lidiar
con los servicios de inteligencia, espionaje y seguridad de Cuba cual si
ésta fuera una república bananera. Ramiro Valdés, José Abrahantes,
Manuel Piñeiro no fueron jamás militares de opereta. Con ellos, Cuba
alcanzó el pináculo de los servicios secretos internacionales, a la par
de la KGB soviética, la Statni checa y la Stasi alemana. En Washington
se habla de la "primavera árabe" como modelo transformable en "primavera
cubana" que conduzca a la isla hacia la democracia. Piensan liquidar el
castrismo mediante Twitter, e-mails y Facebook. Hasta Yoani Sánchez, la
premiada bloguera independiente, afirma que están locos de remate.

El pasado mes de julio, un joven sueco y otro español emprendieron un
camino parecido, con confianza vikinga el primero, el segundo cual
peregrino a Santiago. Se equivocaron de mapa: no iban a Groenlandia ni
Compostela, sino a Santiago de Cuba. Con la misma credulidad que Alan
Gross, partieron en misión imposible a fomentar derechos y libertades en
la finca del Comandante. Nadie les repasó las leyes cubanas para
entender en qué tipo de suicidio se estaban lanzando. Cierto: hay que
penetrar las grietas de las murallas. Pero con civiles idealistas y
novatos no me parece honesto ni práctico. Honesto y práctico es enviar
la 5ta Flota y la 82da División Aerotransportada, entrenadas para
penetraciones eficientes y rápidas.

En el camino del Santiago tropical, Angel y Arón se llevaron a otros dos
buenos hombres: Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero, cabeza y
colaborador respectivamente del Proyecto Varela del Movimiento Cristiano
Liberación. ¿Por dónde andaba Cristo a la hora de proteger a estos
cuatro cristianos? El accidente ya es historia y no hay que volver a
contarlo. Lo que sí hay que contar es lo que se avecina en este
juicio-de-tres-pistas iniciado hoy contra el infeliz chivo expiatorio
español. Angel Carromero es culpable desde que pisó suelo cubano. Su
juicio es sólo un formalismo.

Al sueco lo hicieron más sueco, con su amnesia selectiva: "Recuperé el
sentido luego del choque para acordarme de que no me acordaba de nada".
Un quid pro quo diabólico y perfecto: el olvido, o la vida. El actual
totí se llama Angel; antes se llamó Alan. Además de culpable por
homicidio vehicular, pueden tocarle otros 15 años –la condena de Gross–
por violar la seguridad nacional y las leyes de Cuba. La Moncloa se
recondena con esta daga traicionera. Si Madrid se comporta y el discurso
de la nueva concordia del recién nombrado embajador de la Unión Europea
a La Habana convence –suavizar la posición común ante las ¿reformas? de
Raúl Castro– entonces Carromero recibirá un castiguito, y la Madre
Patria se encargará de ampararlo en su regazo.

Entre tanto, Alan, el hebreo-americano, se consume en el Hospital
Militar Carlos J. Finlay, en Marianao. Arón, el vikingo, calla su verdad
en el Atlántico Norte. Si fuera cubano, gritaría: ¡Asere! ¡Esto es el colmo!

© Ileana Fuentes

http://www.elnuevoherald.com/2012/10/04/1315211/ileana-fuentes-alan-angel-y-aron.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario