miércoles, 22 de agosto de 2012

Yerba, pastillas y polvos

Yerba, pastillas y polvos
Miércoles, 22 de Agosto de 2012 00:40
Escrito por Luis Cino Álvarez

Cuba actualidad, Arroyo Naranjo, La Habana (PD) Últimamente, la ketamina
es la pastilla mágica. Quiero decir, la pastilla de los que no pueden
pagar la coca, que son los más. Halar polvo es un lujo que solo se
pueden dar los macetas, las jineteras, algunos músicos y ciertos hijos
de papá. Las diferencias clasistas también alcanzan -¡y de qué manera!-
a los junkies cubanos.

En una irónica alusión a aquella "cleptómana de bellas fruslerías" de la
trova tradicional, la protagonista de una canción del cantautor Adrián
Berazaín es una ketainómana (¿del parque de G?).

Dicen que la ketamina es capaz de tumbar a un caballo. Y es cierto: los
veterinarios la utilizan como anestesia. Aseguran que no crea adicción,
que causa euforia, sientes como el cuerpo se te estira o se te encoge,
como la mente y el alma se te desprenden del cuerpo. Pero depende: a
algunos les causa estados de pánico o ansiedad. De cualquier modo, lo
peor viene después, cuando empieza a pasar el efecto inicial. Deja una
resaca oceánica, y el cerebro enredado en sargazos que te lo trituran. Y
vómitos y mareos. La sobredosis puede resultar mortal. Pero los que se
enganchan vuelven una y otra vez a consumir.

"Nada, es como emborracharse, pero mejor, más descargoso", me dijo un
adolescente, con piercings en los labios y los párpados, con un aspecto
pálido y enfermizo, acentuado por la ropa negra que vestía.

La ketamina –o kit-kat, como también la llaman- un poco más cara, pero
también mucho más efectiva, ha venido a competir con la amitriptilina y
el parkisonil –"el paco", como le llaman- que se vende de 15 a 20 pesos
la pastilla y otros medicamentos que en Cuba son utilizados por los
jóvenes "para arrebatarse" desde hace varias décadas.

El fenómeno de la droga, pese a las periódicas operaciones policiales,
las discotecas clausuradas y las severas sanciones contempladas por el
Código Penal para los traficantes, nunca se erradicó del todo, como
pregonaba hasta hace una década –antes de la Operación Coraza- la
propaganda oficial.

Recuerdo que cuando era un adolescente, allá por los inicios de los años
70, la marihuana estaba a tutiplén por toda La Habana. Un cigarro, con
independencia de la calidad, no costaba más de 10 pesos. En cada barrio
había tipos que la vendían. En las fiestas "de onda", los pitillos –o
las aldabas, como las llamaban en dependencia del grosor- se pasaban
entre los pepillos. Los "iniciados" recomendaban inhalar fuerte y
tragarse el humo. Así se ahorraba, alcanzaba a más, hacía efecto más
rápido y se disimulaba la humareda y el olor.

También los muchachos, sobre todo en las etapas de la escuela al campo,
solían tomar cocimiento de flor de campana o fumarla, pero resecaba
mucho la garganta y había que tener mucho cuidado porque una especie de
campana era sumamente tóxica. Si te descubrían con el cocimiento,
siempre podías alegar que eras asmático. Como el Che...

Por entonces, la droga dura era el desartedrón, que se tomaba con
cerveza o ron para multiplicar su efecto, que de todos modos era
demoledor. Conozco a muchos que terminaron convertidos en guiñapos, con
el cerebro achicharrado o muertos. Cuando llegaron los tiempos de las
agujas infestadas de SIDA, el balance de bajas fue aterrador

Hoy, un cigarro de marihuana cuesta el doble y hasta el triple que hace
veinte años. Pero la calidad es mejor. Ya casi no circula la llamada
"yerba de parque" que antes tanto abundaba y que tanto defraudaba a los
"que sabían". Desde hace unos años, los adictos se refieren a la
"marihuana yuma" (¿colombiana?), "la buena", y desdeñan la otra
(¿nacional?). La primera cuesta no menos de dos CUC el cigarro; la otra
se consigue a la mitad.

"La piedra es más cara y muy incómoda para halar, calentar la lata y
toda esa descarga. Es demasiado foco. Y hace más daño. Pero si la rallas
y ligas el polvo con la ganja, es lo máximo", me explicó un muchacho de
Mantilla, de unos 19 años. Cuando le pregunté por qué se endrogaba si
sabía el daño que hacía, me miró como si le hubiese hablado un sapo, se
enganchó los audífonos y dijo: No hay más ná, puro, esto no está fácil".

Casualmente, fue la misma respuesta de los muchachos de El Callejón, más
o menos de la misma edad, y que se definen como "repas" Todos aceptan
haber fumado o tomado pastillas alguna vez y refieren que les gustó.
Parece que me puse impertinente con las preguntas y no quisieron
explicarme el gusto que le han cogido algunos muchachos a machetearse
entre ellos o con cualquiera que se les cruce en su camino.

Definitivamente, ninguno de ellos es el hombre nuevo de que hablaba Che
Guevara. O sí: precisamente eso fue lo que salió de la probeta.

Para Cuba actualidad: luicino2012@gmail.com

http://primaveradigital.org/primavera/component/content/article/117-politica/4994-yerba-pastillas-y-polvos.html

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