martes, 21 de agosto de 2012

Ser maleducada o morir de vergüenza

Ser maleducada o morir de vergüenza
Martes, Agosto 21, 2012 | Por Gladys Linares

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Mi vecina Evangelina es muy
educada y muy elegante. No es que se crea superior ni mucho menos, es
que recibió una educación esmerada, pues sus padres, sin serricos, eran
personas sensibles que supieron inculcarle muy buen gusto, y enseñarle a
apreciar la belleza y el arte.

Además de recibir clases de piano, Evangelina se hizo maestra hogarista.
En la Escuela del Hogar aprendió cómo expresarse, cómo comportarse, cómo
vestirse. Aprendió tan bien, que incluso hoy, cuando apenas sobrevive
con el poco dinerito de su pensión, sigue siendo ejemplo de elegancia y
de clase. Ni parece que la mayoría de su ropa sea hecha por ella misma.

Pero nuestra situación afecta a todos, y ella no es la excepción.
Resulta que hace unas semanas se tupió el inodoro de la vieja casa de
viga y loza donde vive. Cuando llamó al plomero, un viejo amigo
dispuesto a no cobrarle la visita, este le dio la peor noticia: la
solución era comprar un inodoro nuevo.

Evangelina creyó que se moría. Ni en un año podría reunir los 100 CUC
que cuesta un inodoro. Pero eso no era lo más terrible: el cambio debía
ser hecho con cierta urgencia, pues el inodoro actual no debía seguir
siendo usado.

A pesar de este golpe, mi vecina no perdió su presencia de ánimo. Con la
misma clase que siempre ha tenido, improvisó un sanitario con una silla
rota y jabitas (bolsas) de nylon, como hace la mayoría de los cubanos en
la misma situación. Y con la misma elegancia de siempre, salía a botar
las jabitas con un gesto tan digno que nadie en el mundo podía
imaginarse jamás lo que contenían.

Hasta que la vida quiso poner a prueba sus modales y todo el roce que
esta señora había adquirido a lo largo de su vida. Aquel día, Evangelina
salió muy temprano hacia la iglesia donde almuerza. Como casi siempre,
llevaba en sus manos la habitual jabita con su carga pesada, con la idea
de botarla en la esquina. De pronto, se tropezó con un vecino que la
aprecia mucho.

Evangelina quiso que la tierra se la tragara cuando este, muy cortés, le
dijo: "No se preocupe, vecina, deje que yo le bote la basura."

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