miércoles, 15 de agosto de 2012

Oswaldo Payá, los frutos del sacrificio

Oswaldo Payá, los frutos del sacrificio
Publicado el Miércoles, 15 Agosto 2012 08:17
Por Dagoberto Valdés

La tarde del domingo 22 de julio de 2012 nos sorprendió con una noticia
inesperada y terrible: Oswaldo Payá Sardiñas, fundador y líder del
Movimiento Cristiano Liberación (MCL), murió trágicamente cerca de la
ciudad de Bayamo, como buscando las raíces de nuestra cubanía para
despedirse de la tierra que tanto amó y por la que tanto luchó
pacíficamente.

La vida de Oswaldo aparece hoy más transparente y coherente que nunca.
La muerte es, para todos, resumen, tránsito y lección.

La historia no se escribe ahora. Pero se protagoniza ya. Y no es bueno
esperar mucho para que el tiempo coloque cada cosa en su justo lugar
cuando hay, desde ahora, ejemplo y legado que recoger, aprehender y
continuar. Intento, aún conmovido por la inmediatez, esbozar lo que para
mí ha significado esta pérdida y esta ganancia para Cuba, su presente y
su futuro.

Pérdida porque cada persona es única e irrepetible. Ganancia porque nada
se pierde y todo se gana en las entrañas de la tierra cuando la semilla
buena cae en el surco de la vida, para dar más frutos.

Ciudadanos de segunda clase

A Payá, el joven casi adolescente, lo conocí en uno de los salones de la
Parroquia del Cerro, siendo el entonces Padre Petit su párroco y mentor,
en un encuentro de los pocos jóvenes que profesábamos la fe católica en
los duros años 70. Eran los tiempos en que fuimos discriminados solo por
ir a la Iglesia y declarar en las planillas de nuestras escuelas si
éramos creyentes o no. Toda la vida de Oswaldo, como la de tantos
cubanos y cubanas fieles a Cristo y a Cuba, es una ofrenda del martirio
civil cotidiano de todos los que son tratados como ciudadanos de segunda
clase, como "no confiables" por vivir en lo que se llegó a denominar "un
reflejo fantástico de la realidad" por tener creencias religiosas.

En aquel tiempo, ni él ni yo teníamos aún nuestros propios y diversos
proyectos a favor de Cuba y su libertad y prosperidad. Pero nos
formábamos en el seno de una Iglesia pobre, perseguida, comprometida y
fiel al Evangelio de su Fundador. Recibimos, gracias a la Iglesia, hay
que reconocerlo y agradecerlo siempre, una formación ética, cívica,
religiosa, cubanísima, que seguía la saga de Varela, Luz, Mendive, Martí
y tantos otros. Ese es el origen, la causa y la raíz de nuestras vidas y
el alma de nuestro compromiso cristiano. Esa es su motivación profunda,
su esencia, su inspiración, su estilo, sus métodos, sus criterios de
juicio, sus valores determinantes, sus líneas de pensamiento, sus
ejemplos de vida.

Cada cual lo ha vivido a su forma, como debe ser, diversos en el
compromiso social cristiano, pero unidos en la entraña evangélica,
eclesial y cubana. Desde esa comunión fraterna y cotidiana donde se
forjó la vida que ha terminado demasiado rápido, doy testimonio de lo
que creo que es el legado de Oswaldo para Cuba y su Iglesia.

Persona y camino

Para toda Cuba, Payá deja una trayectoria de vida coherente. De hombre
entero, de una pieza, fiel a lo que era, lo que es y lo que será: un ser
humano al que no queremos endiosar, no lo necesita quien ya tiene y cree
en un solo Dios verdadero.

Fue un ser humano, terrenal, con sus defectos y muchas virtudes. Pero lo
más importante es que en su existencia no hubo contradicción raigal
entre lo que era, lo que pensaba, lo que decía y lo que hacía. Cuba
necesita hombres y mujeres con esta eticidad, ese "sol del mundo moral".

Para toda Cuba, Payá es también un ciudadano que optó libremente por
permanecer en su país, a pesar de las constantes amenazas y peligros. Un
ciudadano que no se quedó en un exilio interno o en la alienación de una
torre de marfil, ni "se refugió" en una religión-opio, sino que aprendió
de su Maestro Jesús que la verdadera religión es encarnación, cruz y
resurrección. El MCL fue una expresión de ese compromiso activo y
sistemático. El Proyecto Varela es otra muestra de su fe en acción,
siendo el ejercicio cívico más importante en el último medio siglo, que
logró trascender las fronteras del MCL para ser y existir con Todos
Unidos. Cuba necesita ciudadanos que se queden aquí, que sean una sola
nación con los que se van y que trabajen duro para buscar soluciones
pacíficas.

Para la Iglesia, Oswaldo es un paradigma de la vocación y la misión de
los laicos cristianos. No abandonó a la Iglesia a pesar de los pesares e
incomprensiones. No la utilizó para fines políticos aunque le exigió lo
mismo que ella le enseñó: coherencia y fidelidad al Evangelio de Cristo.

La Iglesia necesita laicos comprometidos en el mundo de la política, de
la sociedad civil, de la cultura, de la economía… Y los laicos necesitan
no ser excluidos, ni vistos como raros, por tirios y troyanos, a causa
de sus compromisos, sean políticos o cívicos. Necesitan ser considerados
y acompañados, sin tomar sus mismas opciones políticas, tanto en la vida
como en la muerte, como hacen nuestras comunidades parroquiales,
sacerdotes, religiosas y obispos. Tal como se hace con otros laicos que
cuidan enfermos, dan catequesis, trabajan en Cáritas, rezan el Rosario,
o animan una casa de misión. Esto fue lo que pudimos ver y agradecer en
el funeral de Payá.

Para la Iglesia, Payá es también un ejemplo de profetismo cristiano. Fue
voz de muchos que no tenían, ni tienen voz, pero ni descalificó, ni
excluyó a sus hermanos que pensaban diferente. Discrepar y debatir, no
es excluir. Excluir es segregar de la familia a los que se consideran
"disidentes" o "peligrosos", o "conflictivos", o no aceptados por los
poderes de este mundo. Oswaldo sufrió esto y mucho más. Pero su
profetismo no descansó, ni se agotó. Denunció los males que sufren el
pueblo y la Iglesia que forma parte de él. Anunció la liberación
cristiana y creó, propuso proyectos, pensamiento, leyes, caminos nuevos,
de forma absolutamente pacífica y de forma proactiva.

Cuba y su Iglesia necesitan este tipo de profetas que no solo denuncian
sino que proponen soluciones y las llevan a la práctica, paciente y
valientemente.

Los frutos de la muerte

Allí, en la Parroquia del Cerro, todavía con el cuerpo presente, pude
observar varios frutos inmediatos del sacrificio de Oswaldo Payá.
Mencionaré algunos:

La familia carnal del fallecido ha dado un testimonio de fortaleza
espiritual, serenidad y fidelidad a la obra de Oswaldo. Sumidos en el
indecible dolor no perdieron la integridad, ni la paz, de los que saben
que su esposo y su padre ha entregado su vida a una causa justa y ha
muerto en el cumplimiento de un deber cristiano y cívico.

La Iglesia, familia religiosa de Payá, ha ofrecido durante su
sepelio un ejemplo de comunión sin exclusión, de solidaridad en el dolor
y de coherencia con lo que predica. Ha sido verdaderamente orgánica y
sacramento del Buen Pastor, desde las condolencias del Papa, hasta la
última feligresa de su parroquia que brindaba agua o consuelo, pasando
por religiosas de varias congregaciones, su párroco, otros sacerdotes y
frailes, pastores evangélicos, obispos y su obispo el cardenal, cuya
homilía debe ser estudiada y vivida. Todos unidos por la fe en Cristo y
por el amor a Cuba. A pesar de las diferencias normales, e incluso
deseables, en el sano pluralismo del Pueblo de Dios. Ha sido el fruto de
una Iglesia unida en la diversidad, encarnada, profética, dialogante y
reconciliadora, comenzando por ella misma.

La sociedad civil, familia ciudadana de los que compartimos la
misma historia, nación y destino, también ha dado, con ocasión de la
muerte de Payá, un claro e inequívoco gesto de unidad en la diversidad,
de respeto a las diferencias sin descalificaciones, de excluir los
odios, confrontaciones y otras miserias humanas que todos tenemos y
debemos superar, para poner por encima de todas las discrepancias
ideológicas y políticas que, en sí mismas, no son malas… poner por
encima de todo a Cuba, nuestro hogar nacional, la casa común, su
libertad y prosperidad. Lo que vi allí, ese civismo maduro y tejedor de
convivencia, es la Cuba que sueño y que construimos entre todos.

El cuerpo diplomático, representado allí, así como la prensa,
acreditada o independiente, muestran también el respeto y la normalidad
con que los observadores, internacionales y propios, van considerando a
la sociedad cubana como un cuerpo plural y en franco proceso de
maduración y compromiso serio y pacífico con los cambios y la democracia.

Madurez de la sociedad civil

Estos gestos también han sido posibles gracias a la buena voluntad y a
la madurez cívica y política de la sociedad civil. Otros frutos
inmediatos pudieran mencionarse como ejemplo y confortador ánimo para
familiares, miembros de su movimiento y amigos. En el futuro devenir
mediato, y a largo plazo, seguramente que veremos más de lo que es capaz
de producir una semilla, un símbolo, un paradigma, una bandera de paz y
entrega por amor. Nadie lo puede calcular.

Quiero terminar dando fe de que en el funeral de Oswaldo Payá pude
constatar que el pluralismo y el respeto a la unidad en la diversidad
han llegado, poco a poco, primero a la vida de la sociedad civil y, de
cierta forma, a la vida de la Iglesia, pueblo de Dios. Quiera Dios que
también llegue al Estado que debe promoverlos, para que Cuba sea un
hogar donde "quepamos todos".

Pido a Dios, por la intercesión de Oswaldo Payá, de Harold Cepero, de
Laura Pollán, de Wilman Villar, de Wilfredo Soto, de Orlando Zapata, de
Pedro Luis Boitel, y de tantos otros, que fueron fieles a su fe y a sus
ideales en esta vida, que llegue al fin, plenamente, para todos en Cuba,
ese respeto al pluralismo, esa unidad en la diversidad, esa coherencia
ética, cívica y religiosa, que hemos recibido como fruto resucitado y
esperanzador de la cruz vivida y aceptada por estos hermanos nuestros.

Ellos pudieron. Sigamos su ejemplo y legado. Que así sea. Amén.

http://cafefuerte.com/opinion/opinion/puntos-de-vista/2110-oswaldo-paya-los-frutos-del-sacrificio

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