lunes, 20 de agosto de 2012

Cuba entre el abismo y el misterio

Publicado el lunes, 08.20.12

Cuba entre el abismo y el misterio
Alejandro Armengol

Hay una diferencia fundamental entre un enigma y un misterio.

Un enigma ocurre cuando no sabemos lo suficiente sobre un hecho. Si
contamos con la información necesaria, el enigma desaparece. Cualquiera
puede descifrarlo si tiene a su disposición los datos necesarios.

El misterio, por otra parte, elude las respuestas simples. Para
resolverlo, se necesita tener una gran capacidad de juicio, la habilidad
necesaria para evaluar incertidumbres, realizar un análisis lo menos
apasionado posible y estar dispuesto a admitir la existencia de varias
respuestas o de una respuesta muy amplia.

El estado actual de salud de Fidel Castro es un enigma. Lo que ocurrirá
en Cuba tras su muerte es un misterio.

Si se publicaran informes médicos detallados, desaparecerían los rumores
y las conjeturas sobre el destino de Fidel Castro. Aunque poco a poco
los cubanos y el resto del mundo se han acostumbrado a que su presencia
esté limitada a unos textos de importancia variable, que desde el inicio
eludieron una definición mejor que la decretada por su autor, quien bajo
la categoría de "reflexiones", a veces ofrece un simple ejercicio de
copy and paste de informaciones disímiles, y otras nos brinda un par de
oraciones disparatadas sobre los hechos más diversos, pasados y
presentes, aunque casi siempre eludiendo referirse directamente a los
asuntos de la administración del Estado cubano, a cargo de su hermano Raúl.

"Reflexiones" que, por otra parte, aparecen con una frecuencia
arbitraria: a veces se amontonan en una semana y luego pasan días y días
sin dar noticia de si Fidel Castro sigue "reflexionando" o no, lo que ha
dado pie también a otra serie de especulaciones: ¿recaídas, estados
depresivos, tratamientos más intensos?

Al tiempo que el gobierno de Raúl Castro ha ido afianzándose en el
ejercicio cotidiano del poder, se ha mantenido el hermetismo decretado
por el propio Fidel, como una forma de eludir el misterio de lo que
ocurrirá a su muerte. Es más, ha declarado la ausencia del misterio: la
sociedad cubana y el gobierno de la isla no cambiarán de rumbo. Esto,
sin embargo, todo el mundo sabe que no es cierto.

Aunque el tiempo ha afianzado el proyecto de continuidad y cambios
paulatinos y extremadamente lentos, no hay duda que la desaparición del
líder revolucionario tendrá un efecto catalizador.

Sin embargo, en el exilio se ha confundido un efecto con una causa, y en
vez de analizar las razones que explican la estabilidad del gobierno
cubano, hay una apuesta, al desnudo o más o menos encubierta, de cifrar
las esperanzas –mejor sería decir sus ilusiones– en la muerte de Fidel
Castro.

Nada mejor para los intereses de La Habana que este desenfoque. A fin de
cuentas, se trata de una jugada estratégica que ha rendido sus frutos,
pero a la cual, involuntariamente o no, hemos colaborado todos.

O resolvemos el enigma con una simpleza –decimos que Fidel Castro está
muerto desde hace algún tiempo– o encubrimos nuestra incapacidad de
análisis sobre el futuro de Cuba con propuestas alejadas de la realidad
y juicios fundamentados en premisas erróneas.

Uno de los errores que más se repite en esta ciudad es confundir los
términos. Tratar la situación que vivirá Cuba tras el fin de Fidel como
si fuera un enigma, el cual se podría resolver si se contara con los
datos necesarios. El problema con este enfoque es que, a diferencia de
lo que ocurre con la salud del caudillo, hay datos más que suficientes
para poder imaginar varios escenarios posibles tras su desaparición.

Sin embargo, el fundamento de cualquier escenario debe partir de una
realidad: existe en Cuba un gobierno que hasta el momento puede exhibir
un control político y represivo casi absoluto, pero que al mismo tiempo
necesita con urgencia de un respiro económico y enfrenta una situación
propicia para que en cualquier momento se produzca un estallido social o
una situación caótica espontánea. Estos términos pueden parecer
contradictorios, pero así es el panorama actual cubano.

Remitir al hecho de que la salida de Fidel Castro de la administración
cotidiana del país significa que se ha dado respuesta a la permanencia
de un sistema tras la desaparición de su creador pasa por alto un factor
fundamental: el peso simbólico y real que esta figura representa no sólo
en el imaginario nacional, sino como punto de referencia.

La muerte de Fidel Castro significará el fin de la época de un régimen
fundamentado en la "legitimidad de origen", obtenida por el triunfo
frente a la dictadura de Fulgencio Batista, para dar paso a una
"legitimidad de ejercicio", marcada por la promesa de una prosperidad
económica, aunque está por ver hasta dónde los cubanos pondrán de nuevo
sus esperanzas en promesas hechas por figuras vinculadas con el gobierno
actual.

http://www.elnuevoherald.com/2012/08/20/1280298/alejandro-armengol-cuba-entre.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario