jueves, 12 de julio de 2012

Soborno público

Opinión

Soborno público
Eliécer Ávila
Puerto Padre 12-07-2012 - 5:14 pm.

La represión política es todo lo efectiva que tendría que ser la lucha
contra el delito.

El Estado negocia inmunidad a cambio de silencio. El día que multaron a
mi padre por hospedar en su casa a una extranjera no pudimos dormir.
Avanzada la madrugada nos pusimos a conversar intentando entender toda
aquella locura, y una cosa nos quedó clara a los dos: aquí todo está
puesto en la represión política, por lo demás se puede caer el mundo.

Llegamos a esta conclusión después de analizar todos los casos que
conocíamos de delincuentes de todo tipo, que no eran ni siquiera
molestados, aun siendo pública sus actividades y sus negocios,
fundamentalmente las personas vinculadas a la actividad estatal, ya que
no queda un solo lugar o rama administrativa que no esté corrompida
hasta los huesos.

Hacía unos días había conversado con un señor que pasó cuatro años en
prisión y pudo ver incluso cómo en esos centros muchos se enriquecen a
costa de los reclusos, sus familias, el combustible, los alimentos. Y no
hay nadie capaz de ponerle freno a ese drama.

Por otra parte, conocemos decenas de casos, sobre todo de robos e
incluso asesinatos, que no han sido resueltos.

Últimamente, la moda policial es que, si te roban algo, lo investigues
tú y, si das con el ladrón y tienes todas las pruebas, les avises,
porque ellos no tienen carros ni recursos para andar por los campos en
estas tareas.

Así se lo informaron textualmente a varios campesinos del pueblo a los
que les han robado su vaquita o su yunta de bueyes. Uno de ellos fue,
hasta hace unos años, auxiliar de la propia policía.

En este contexto, cuando uno ve los medios, los hombres y los recursos
que se malgastan para vigilar, perseguir, molestar, reprimir y amenazar
a personas que nunca han cometido ni cometerán delitos, es fácil darse
cuenta de cuán enfermo está este sistema.

Fíjense si tener una opinión política equivale a enfrentar problemas con
la ley, que la mayoría de mis amigos que tienen un trabajo en una
panadería o en una bodega, o que hacen un negocito en la casa, se las
arreglan para verme sin que el encuentro sea público y algunos hasta me
han pedido que no vaya a su trabajo. "Tú sabes que todos pensamos igual,
pero en la pincha están los chivatones del PCC que te ponen el pie y ya
tú sabes".

Para mí es más que triste oír esas cosas, primero porque no sé cómo un
hombre de verdad puede aceptar esas reglas de vida y, más triste
todavía, es ver cómo ese soborno es general en todo el país.

Un amigo español me comentó hace años que durante la dictadura de
Franco, sobre todo en la última etapa, se podía tener cualquier negocio
o hacer lo que quisieras en la esfera económica. Lo que no se toleraba
era cuestionar su poder y su gobierno, porque si lo hacías entonces sí
te iba a ir mal en todo.

Hoy estamos entrando en Cuba en una etapa parecida. No obstante, me
queda la satisfacción de conocer otros cubanos que, pese a todo, no
aceptarán el soborno, que ya es público, y seguirán pensando en el bien
común, que no es más que construir otro modelo de sociedad donde nadie
esté obligado a callar para sobrevivir a escondidas y sin dignidad.

http://www.diariodecuba.com/opinion/11995-soborno-publico

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