miércoles, 18 de julio de 2012

La ira salvadora

La ira salvadora
Miércoles, Julio 18, 2012 | Por Ibis Pascual

RANCHO VELOZ, Cuba, julio, www.cubanet.org -Ángel Luis no pudo haber
llegado solo al Cuerpo de Guardia del Policlínico de Rancho Veloz, en
Villa Clara, al centro de Cuba. Pero allí estaba, casi deshidratado,
pues, el pequeño, de solo cuatro años de edad, sufría un ataque de asma
desde las tres de la madrugada.

Eran ya las diez de la mañana, y la ambulancia no había llegado aún para
llevárselo. La doctora de guardia, María Esther Moya, lo había remitido
de urgencia para que fuera ingresado en el Hospital "Mártires del 9 de
Abril", de Sagua la Grande, ya que en el policlínico, recién estrenado e
inaugurado, no había medicamento alguno para aliviar su crisis respiratoria.

La doctora Moya, con un buen haber internacionalista en Venezuela,
Bolivia y Haití, había hecho hasta lo indecible para que Ángel Luis
volviera a agarrar la pelota que su madre le ofrecía para entretenerlo.
Pero era imposible. Parecía no verla. Aunque se notaba que hacía un gran
esfuerzo para seguir su curso en el aire.

La madre y el padre del niño estaban desesperados, y trataban de
alquilar un auto particular para trasladarlo, pero tampoco aparecía.

Como en el recién inaugurado policlínico de Rancho Veloz no hay
ambulancia, se veían obligados a esperar por una que vendría desde el
Policlínico Integral del municipio de Corralillo, ubicado a más de 20
kilómetros de distancia. Y mientras, el niño seguía empeorando.

Los padres, Liudmila Rodríguez Marín, jurista especialista del área de
economía en las entidades de comercio, y Duniesky Martínez García,
ingeniero controlador del Departamento de Elaboración del CAI Quintín
Banderas, salieron ya casi arrebatados a conversar con los dirigentes
del PCC municipal y con la Delegada de la zona, para ver si ellos les
ofrecían una solución.

La respuesta de los dirigentes fue muy rápida y contundente: "Disponemos
del carro, pero el combustible que nos queda es para trasladarnos esta
misma tarde a la reunión que tenemos en Santa Clara, por las elecciones.
No obstante, si ustedes tienen con qué comprar la gasolina, o cómo
conseguirla, quizás podamos resolverle el problema".

Fue entonces cuando Duniesky Martínez García, con una cara de ira muy
poco habitual en él, se abrió paso por todo aquel salón de reuniones, y
medio enloquecido por la desesperación, fue desbaratando todo el local
con su carga de consignas, murales, banderas, bustos, burós, macetas…
Entretanto, los dirigentes, espantados de miedo, no sabían dónde
esconderse, porque hasta las cortinas de las paredes las arrancó
Duniesky a tirones.

Dichoso arranque de locura, pues sería la única forma en que este
ingeniero iba a lograr que en la puerta del Cuerpo de Guardia del
Policlínico de Rancho Veloz, en cuestión de minutos, apareciera un auto,
que no era ambulancia, sino un Lada, con chapa del gobierno, para
trasladar con la mayor urgencia a su hijito Ángel Luís Martínez Rodríguez.

¿Qué vendrá después? ¿Cómo este hombre desesperado pagará sus destrozos?
¿Será condenado a una larga prisión por desafiar a los intocables
dirigentes del partido comunista? ¿Cómo terminará esta historia de dolor
popular e indolencia gubernamental? Es algo que está por ver. Pero de
momento, ha ocurrido lo más importante: el hijo de Duniesky Martínez
García se salvó de la muerte por asfixia.

Hoy, Ángel Luís agarra nuevamente su pelota. Y está a la espera de un
nuevo hermanito para compartirla, porque tiene una sola. Mientras,
encerrado en un calabazo desde hace varios días, su padre comenta,
sentencioso: "Por difíciles que sean las circunstancias, si no pones
algo de ti mismo para salir de ellas, entonces las circunstancias
terminan comiéndote".

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