viernes, 20 de julio de 2012

Enigmas y paradojas del Moncada

Enigmas y paradojas del Moncada
Viernes, Julio 20, 2012 | Por Juan Carlos Linares Balmaseda

LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -Acercándose la celebración por
un nuevo aniversario del fracasado y publicitado asalto al cuartel
Moncada, en 1953, resulta oportuno revisar ciertos pormenores del suceso
que, curiosamente, la hagiografía oficialista siempre ha esquivado abordar.

En primer lugar, hubiera sido algo insólito que tuviera éxito el plan de
tomar por asalto el segundo cuartel militar más importante del país, sin
que la mayoría de los asaltantes tuvieran la menor oportunidad de
conocer con anticipación detalles de su estructura interna, distribución
de los efectivos, las salidas, puntos débiles, etc.

Cualquiera que haya visto una película de ficción sobre un simple robo
bien orquestado, habrá observado que siempre los atracadores ensayan
minuciosamente todos los posibles escenarios y sus alternativas. Pese a
las razones de discreción para garantizar la sorpresa, alegadas por los
historiadores que han investigado el asalto, es evidente que la poca
preparación táctica y estratégica claramente indican que fue un plan
atolondrado, una masacre anunciada sin la menor posibilidad de éxito.

En segundo lugar, el hecho de que los atacantes se disfrazaran con el
mismo uniforme que vestían los soldados de la República, añade un
elemento artero a la acometida. El Convenio de Ginebra, de 1929,
establece que el uso del mismo uniforme del adversario para sorprender
en una acción bélica anula sus derechos al prisionero de guerra. Fue
otro vil actuar de los autodenominados "moncadistas", que incitaría en
su momento la sed de venganza de los contrarios y la ejecución inmediata
de un grupo de atacantes. Hoy, un acto así, sería considerado terrorismo.

Sólo nueve años antes del ataque al Moncada, en la ofensiva alemana de
las Ardenas, comandos nazis conformados por ex-ciudadanos
norteamericanos de origen germánico, se introdujeron entre las filas
norteamericanas disfrazados con el uniforme de los soldados de Estados
Unidos, matando a muchos por sorpresa. Al ser capturados aun vistiendo
ese uniforme, fueron ejecutados.

El ejemplo quizás no justifique las golpizas y la masacre de los jóvenes
capturados en el Moncada, pero ciertamente aporta otros elementos para
poder juzgar con mayor equidad ese lamentable hecho. No hay que olvidar
que los que dispararon primero fueron los asaltantes, matando alrededor
de una veintena de soldados. Y los disparos de respuesta tardaron,
precisamente por la confusión causada por los uniformes de los
asaltantes. Se olvida que aquellos soldados de la República también eran
cubanos, y la mayoría cayó en los primeros momentos del encuentro,
tiroteados y masacrados sin tregua por los atacantes.

Un hecho singular se destaca, por la escasa investigación académica y
documentación con que ha sido avalado. Me refiero a la atroz tortura que
supuestamente sufrieron los asaltantes Abel Santamaría y Boris L. Santa
Coloma. Pese a la tenacidad con que los revolucionarios -después de su
triunfo en enero de 1959- persiguieron a sus antiguos enemigos, nunca
se revelaron los nombres, ni las imágenes de los sádicos que ejecutaron
las supuestas atrocidades.

Con tanta tinta gastada en divulgar otros pormenores del asalto al
cuartel Moncada, ¿por qué no se conoce quienes fueron los verdugos y
torturadores? ¿O será que fueron capturados y juzgados expeditamente?
¿Quiénes fueron los médicos forenses que examinaron los cadáveres de los
dos asaltantes y dónde están los certificados de defunción que
establecen la emasculación de Coloma y los ojos arrancados y las
quemaduras de Santamaría? ¿Cómo es posible que sobre estos hechos no
exista información exacta? Resulta sospechosa la omisión, teniendo en
cuenta la supuestamente rigurosa pesquisa histórica mantenida por más de
medio siglo sobre el hecho.

La reacción de alevosía desatada con el irresponsible y sangriento
asalto terrorista al cuartel Moncada sigue siendo hoy un signo de
fatalidad que marcó nuestra Historia. Fue un motivo esencial para que la
dictadura autoritaria de derecha de Batista respondiera asesinando a
cubanos en las calle y marcó el inicio de un ciclo sangriento, que la
nueva dictadura -totalitaria, de izquierda y mucho más larga y cruel que
la anterior- continuó, con el asesinato de más cubanos en el paredón de
fusilamiento.

Los cubanos no tenemos nada que celebrar en esa infausta fecha.

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