lunes, 9 de julio de 2012

Cómo huele La Habana

Cómo huele La Habana
Lunes, Julio 9, 2012 | Por Luis Cino Álvarez

LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -Lamento defraudar a los
exiliados que llevan décadas añorando la fragancia de su tierra – los
emigrados, como pueden venir de visita, aun la conservan fresca-, pero
si me preguntan a qué huele La Habana, no tengo más remedio que
contestar que huele a rayos.

No hablo de La Habana virtual, al gusto de los clientes extranjeros, con
puros Cohiba, mojitos, daiquiris y música de Compay Segundo. Esa ciudad
de utilería huele a lechón asado, a mariscos y al aire acondicionado
que escapa de las tiendas en divisa con precios del Primer Mundo. No me
refiero a esa pintoresca estafa, ni tampoco a las zonas congeladas en
los barrios del oeste de la ciudad, al otro lado del Túnel de Línea,
donde habita la elite, y que también forman parte de la engañifa para
turistas, sino a la otra Habana, la real, la que habla a gritos y con
palabrotas.

En ella hay una mezcla de olores que salen de las cocinas: el olor a
fritanga y churros de cuentapropistas, a café mezclado ligado sabrá Dios
con qué, a alcohol de reverbero –también sirve para beber-, a picadillo
de soya y pescado podrido, a la comida subsidiada y mal cocida de los
que comen gracias a la libreta de abastecimiento
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En Habana Vieja y Centro Habana, huele a arrecife sucio y muy
contaminado. Y en todos los barrios, huele a basura sin recoger desde
hace varios días, al petróleo adulterado con kerosén que despiden los
almendrones de alquiler y que se nos mete en los ojos, nos hace llorar
y parece que va a destrozarnos los pulmones.

Se siente fuerte la peste a amoniaco que despiden los meaderos en
portales, escaleras, árboles, columnas -tantas como son-, en una ciudad
donde apenas hay baños públicos.

Pero sobre todo, la peste a mierda nos sale al paso en cada esquina,
nos acompaña, ligada con la sempiterna peste a grajo, en cada atestada
guagua que montamos.

No puede ser de otro modo. Para caminar por la ciudad hay que sortear
los paquetes de basura y los papeles cagados que lanzan por ventanas y
balcones a punto de derrumbarse, los baches llenos de agua verdosa, los
ríos de aguas albañales que brotan de cualquier parte, cual
manantiales inmundos, y corren a cualquier lugar, o se acumulan en las
esquinas, represadas por los escombros, y hacen un lagunato que crece y
crece…hasta hacernos recordar a otra Venecia, más cálida y gris.

Y si cree que en la periferia respirará aire puro, se equivoca. En
Luyanó, Lawton y El Cotorro, reina el hollín y la peste a sebo. Del
vertedero que está a un costado de la calle 100 se eleva, hacia
Marianao, el humo negro y marrón de la basura quemada. Y si va hacia el
sur, de La Palma hacia allá, en Arroyo Naranjo, ni hablar. Las mismas
aguas albañales, todavía más, y la misma basura, que como no la recogen,
los vecinos la queman, lo que se suma al hedor del sancocho y las
cochiqueras, las vísceras de cerdo, las cabezas de claria, los perros
muertos en las cunetas, los cagajones de chivos y caballos, las
alcantarillas tupidas –si es que hay alcantarillado-, los arroyos
convertidos en mojoneras…

Lamento decepcionarlos. Si lo prefieren, no me crean. Tal vez exagero:
la opresión me hace demasiado susceptible a la peste. O viceversa.

luicino2012@gmail.com

http://www.cubanet.org/articulos/como-huele-la-habana/

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