viernes, 16 de marzo de 2012

Los proyectos independientes y el Estado

Opinión

Los proyectos independientes y el Estado
Jorge Camacho
Columbia 16-03-2012 - 7:30 am.

Los espacios de libertad avanzan mientras el poder se repliega.

En los últimos años, uno de los acontecimientos más interesantes en la
escena política cubana ha sido la aparición de proyectos alternativos de
índole no abiertamente política, sino cultural, social, de pensamiento.
Se trata de proyectos que critican prácticas institucionales y dan voz a
sectores hasta ahora excluidos del debate social. A pesar de cierto y
variable grado de tolerancia por parte del Estado, son iniciativas que
han tenido que soportar las continuas presiones de la policía política.
Entre ellas están los grupos OMNI Zona franca, Estado de SATS,
Observatorio Crítico, las publicaciones Havana Times y Voces, el
Observatorio Cubano de los Derechos LGTB, el Colectivo La Rueda, el
Comité Ciudadano por la Integración Racial, la Cofradía de la Negritud,
el Club de Escritores Independientes…

El fenómeno no es nuevo. Apunta a un despliegue de la política por otros
medios ya aparecido a fines de la década del 80 con proyectos como
PAIDEIA, finiquitados, entre otros factores, por la presión estatal. Si
bien aquellas iniciativas estaban más centradas en la esfera artística,
representando, si acaso, los intereses de escritores y artistas jóvenes,
sus homólogos actuales tratan de temas tan diversos como la etnicidad,
el medio ambiente, el arte, la sexualidad. En ningún caso se presentan
como plataformas políticas o de rechazo frontal al régimen. Buscan
cambiar las cosas desde abajo. Su función es más cercana a un activismo
que trabaja por crear conciencia a nivel nacional o local, proponiendo
mejoras, que a la de grupos políticos que buscan cambiar el sistema.

Pudiera pensarse que estos proyectos, al no proponer un cambio radical,
no tienen otra función que propiciar una vía de escape para la
ciudadanía, una propuesta de reforma del régimen. Siendo así, tarde o
temprano el Estado podría institucionalizarlos o instrumentalizarlos.
Ciertamente, es una posibilidad. Especialmente si el Estado, con sus
enormes recursos y poder de intimidación, logra atraer a algunos
líderes. Pero aun siendo este el caso, cualquier proyecto alternativo
que se origine en una sociedad totalitaria tiene la capacidad de
desestabilizar el sistema. La cuestión está en aprovechar el momento y
en crear espacios de libertad, acción y reflexión. Con esto se evitaría
que temas como el de la afrocubanía, la sexualidad, la cultura o el
medio ambiente sean monopolizados por el régimen, con la consecuencia de
que le sirvan para afianzar su ideología y aceitar su engranaje represivo.

Estos grupos tienen a su favor el desgaste de las políticas
tradicionales, y la renuncia gubernamental, dada la crisis económica, a
su papel de padre protector del pueblo. El retroceso puede ser una
oportunidad para que la ciudadanía se apropie de las zonas abandonadas,
cree proyectos y agendas horizontales.

Pongamos el caso del CENESEX. A través de este organismo, el gobierno ha
monopolizado el debate originado a principios de la década del 90 sobre
la inclusión de gays y lesbianas en la sociedad, a la vez que
estructuró, desde el punto de vista institucional, un discurso, una
forma de enfocar las relaciones sexuales patrocinado por la ideología
hegemónica. Su estrategia se limita a cambiar la percepción desde
arriba, desde la institucionalidad del Poder. Tal perspectiva le asegura
al gobierno el completo dominio del tema y la capacidad de decidir
cuáles serán los cambios en el futuro. La aparición, sin embargo, de más
de un interlocutor social en este campo, que formule una visión
diferente y sólida, obligará al CENESEX a renunciar a sus pretensiones.

Lo mismo podría decirse de las llamadas organizaciones "de masas"
(Central de Trabajadores de Cuba, Federación de Mujeres Cubanas y el
mismo Partido Comunista), que hoy en día poseen el control sobre
diversos sectores de la ciudadanía. La única forma de arrebatarles
autoridad es creando otras que, irónicamente, ya existían antes del
triunfo de la revolución, eliminadas en virtud de la línea política que
siguió el Partido tras tomar el poder. La FMC por ejemplo, fue creada en
1960 para asumir funciones que hasta entonces tenían otras asociaciones
como la Hermandad de Madres "Marta Abreu" (1956), y las Mujeres
Oposicionistas Unidas (1957). La Hermandad de Madres tenía su propio
congreso y un programa sólido de ayuda comunitaria; entre sus objetivos
estaba buscar el mejoramiento de la maternidad en Cuba, la lucha contra
la desnutrición, la enseñanza de los padres sobre el cuidado de los
hijos, y la educación de la población en los principios democráticos.

Al fundarse la FMC, el activismo social simplemente se convirtió en
activismo a favor del Estado revolucionario, desapareciendo la enseñanza
de la democracia de entre los propósitos de la organización.

Una sociedad civil en la que participen los múltiples actores de la
actualidad cubana desde un plano horizontal, sin jerarquías políticas,
haría bien en retomar estos proyectos clausurados, adaptarlos a las
necesidades actuales, buscar fondos para sostenerlos. En tal sentido
valdría comparar el programa de las Mujeres Oposicionistas Unidas (1957)
con el de las Damas de Blanco (2003), pues ambas organizaciones se
crearon con objetivos bastantes similares. La primera para ayudar y
protestar por los prisioneros políticos del régimen de Batista, la
segunda para reclamar la excarcelación de los presos de la Primavera
Negra de 2003.

Otros grupos independientes han tomado un camino similar, retomando el
activismo social que precedió el régimen de Castro. La Cofradía de la
Negritud, por ejemplo, fundada en 1998, se planteó llamar la atención
del Estado y la ciudadanía sobre "la desigualdad racial que está
teniendo lugar en nuestro país", "propiciar la promoción y el fomento de
la iniciativa y el esfuerzo propios de la población negra", y "trabajar
para asegurar la prestación de una efectiva atención a la defensa del
respeto de los derechos de todo tipo de la población negra cubana". La
creación de este grupo se hace particularmente importante, ya que al
triunfo de la revolución el Estado monopolizó los reclamos de igualdad y
bienestar social de este sector de la población. Así, acabó con las
sociedades de color y los clubes independientes, haciéndoles creer que
sus miembros eran quienes más se habían beneficiado con el cambio
social. Sin embargo, siguieron manifestándose actitudes racistas a todos
los niveles de la sociedad, y la pobreza en este sector aumentó
dramáticamente, sobre todo en los años 90.

La cuestión está en que no siempre los proyectos independientes van en
contra de la perspectiva del Poder, y por tanto son susceptibles de ser
absorbidos por él. A juzgar por las palabras de Norberto Mesa Carbonell,
fundador de la Cofradía de la Negritud, esto fue lo que sucedió con su
grupo. Primero el gobierno presionó para que abandonara su propósito,
después lo aceptó y ahora lo invita a eventos oficiales, como la
celebración del primer centenario de la fundación del primer partido negro.

Las estrategias de cada grupo pueden ser muy diversas. Lo que sí queda
claro es que el Estado no se moverá mientras no se sienta presionado, y
que la opción de crear proyectos que se alejen de las políticas
tradicionales puede resultar efectiva. Ante todo, es necesario
establecer redes alternativas de comunicación y atomizar estas
organizaciones con el objetivo de reconstruirlas de forma individual, no
jerarquizada y democrática. Por supuesto, no es una tarea fácil. El
régimen no está dispuesto a reconocer a ningún actor independiente,
mucho menos con una agenda de cuestionamiento abierto. Por eso, no hay
que esperar por dicho reconocimiento.

A la nula voluntad de escucha, al chantaje, al ataque personal y a la
calumnia se oponen ahora internet y las nuevas tecnologías de la
comunicación. Antes, cuando PAIDEIA, dichas herramientas no existían.
Por eso urge que los proyectos independientes adquieran más visibilidad
en la red, den a conocer sus objetivos y las necesidades que quieran
cubrir. Faltaría la cuestión de cómo sobrevivir frente a un régimen que
no acepta otro actor social, dispuesto a todo con tal de mantener el
estatus quo. ¿Cómo sobrevivir al maltrato y evitar ser absorbido por la
maquinaria estatal? ¿Es estratégicamente recomendable definirse
políticamente en oposición al Estado o mantener una agenda neutral con
el fin de seguir trabajando en temas específicos?

Habrá quien piense que solamente la lucha frontal y directa contra el
régimen traerá réditos, habrá quien crea que es preferible un cambio
paulatino. En cualquier caso, a menos que surja un levantamiento
repentino de la población, el cambio parece venir ahora mismo de esa
pugna silenciosa y persistente a la que se enfrenta el Estado desde
distintos ángulos.

http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/10129-los-proyectos-independientes-y-el-estado

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