miércoles, 21 de marzo de 2012

Los compromisos incumplidos del castrismo con la Iglesia

Publicado el martes, 03.20.12

Los compromisos incumplidos del castrismo con la Iglesia
Pedro Corzo

El régimen cubano y sus dirigentes nunca se han distinguido por hacer
honor a los compromisos contraídos.

Desde la revolución verde como las palmas que derramó en nombre de
castrocomunismo la sangre de miles de cubanos, hasta la consignas "armas
para qué", para en poco tiempo constituir el ejército más poderoso que
ha tenido cualquier país de América Latina, las promesas incumplidas han
sido una constante del castrismo.

Tal vez una de las pocas promesas que hizo realidad y que la mayoría del
pueblo aplaudió, fue la de "elecciones para qué".

En 1961 Fidel Castro le prometió a la madre de Humberto Sorí Marín,
comandante del ejército rebelde y su compañero de la Sierra Maestra, que
su hijo apresado en una conspiración contra el régimen no sería
ejecutado. En unas horas Sorí Marín murió en el paredón de fusilamiento
en La Cabaña.

Hay muchos aspectos a destacar en las relaciones del totalitarismo
%cubano con la Iglesia Católica pero hay uno que en este apretado
recuento no se puede soslayar: el abuso de que fue objeto el sacerdote
Miguel Ángel Loredo.

En 1964, Loredo fue designado párroco en la iglesia de San Francisco de
Asís, en la Habana Vieja, y Guanabacoa. Un hombre de principios sólidos
y consecuentes con su ministerio, en poco tiempo se ganó el odio de los
esbirros de la tiranía.

El padre Loredo fue acusado en abril de 1966 de dar albergue en la
iglesia de San Francisco de Asís al autor de un intento de secuestro de
un avión de Cubana de Aviación, durante el cual murió el piloto; también
le acusaron de esconder un alijo de armas. La policía ingresó a la
iglesia con fusiles y pistolas, contra un hombre que era contrario a la
violencia.

En otro caso, el gobierno de los Castro se comprometió con las
autoridades eclesiásticas cubanas y con el Vaticano a respetar la vida
de ocho personas, tres mujeres y cinco hombres que habían interrumpido
violentamente en la Nunciatura en La Habana.

Las autoridades cubanas rodearon la sede, entraron en contacto con
representantes del Vaticano y se pusieron de acuerdo para negociar con
los ocupantes.

Los funcionarios de la embajada, en este caso clérigos, les aseguraron a
los refugiados que si salían del recinto se buscaría una solución a su
deseo de abandonar Cuba y que con ese objetivo, diplomáticos de otros
países participarían en las negociaciones.

Los ocupantes fueron al patio de la embajada, lugar que habían acordado
para reunirse con los diplomáticos, pero se percataron de que en
realidad los individuos eran agentes de la policía política armados, lo
que originó un tiroteo en el que murió el custodio civil de la sede
diplomática.

Los ocupantes fueron juzgados y los tres hermanos García Marín, Ventura,
Cipriano y Eugenio, 19, 21 y 25 años, respectivamente fueron fusilados y
su madre, la señora Margarita Marín Thompson, sancionada a 20 años de
cárcel, por no haber informado a las autoridades de los planes de sus hijos.

La señora Marín Thompson, relató el doctor Ricardo Bofill al autor,
rindió testimonio ante la Misión de la Comisión de Derechos Humanos de
Naciones Unidas que visitó Cuba en 1988 y le dijo a la delegación que no
sabía donde estaban sepultados los restos mortales de sus "muchachos"
fusilados.

A pesar de estas experiencias, el cardenal Jaime Ortega y Alamino
solicitó a las autoridades castristas que procedieran al desalojo, sin
violencia, de trece activistas del opositor e ilegal Partido Republicano
por Cuba, que habían ocupado la iglesia de Nuestra Señora de la Caridad
en La Habana para demandar que el papa Benedicto XVI interceda en sus
demandas políticas relacionadas con la democratización de la sociedad
cubana durante su visita a la isla.

Según la información, las autoridades también se comprometían a no
procesar a los activistas y no tomar represalias contra su integridad
física. Sin embargo, en cuanto fueron sacados de la iglesia les
condujeron a una estación de policía en la que les tomaron fotos,
cortaron pedazos de cabello, les hicieron análisis de orina y les
hicieron firmar un acta de advertencia, lo que deja abierta las opciones
para cualquier acto represivo en contra de los activistas.

¿Quién garantiza que no habrá actos de repudio, acoso policial, arrestos
y, en el mejor de los casos, detención domiciliaria?

La pregunta de rigor, después de las experiencias de la Iglesia Católica
cubana con el régimen de Fidel y Raúl Castro, ¿hay espacios para creer
en las promesas de respetar la integridad de los Trece de la Caridad,
cuando ningún ciudadano cubano es respetado por la dictadura?

Periodista de Radio Martí.

http://www.elnuevoherald.com/2012/03/20/1156947/pedro-corzo-los-compromisos-incumplidos.html

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