martes, 14 de febrero de 2012

Estafas de sobrevida

Estafas de sobrevida
Martes, Febrero 14, 2012 | Por Frank Correa

LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -El cubano ha perfeccionado la
estafa, ya no sólo como medio de sobrevida, sino como hábito de su
cotidianidad. Lo corroboran varios hechos ocurridos recientemente en La
Habana. Los afectados no acudieron a la policía porque también estaban
inmersos en delitos. Los sucesos quedaron solo para enriquecer el
imaginario popular.

Uno fue la estafa realizada por dos mujeres del barrio Romerillo a un
hombre, en la calle Infanta, que se dedicaba a comprar dólares de manera
clandestina. La autora intelectual del timo, a la que apodan Empella,
confesó que ese día estaba al borde del suicidio, por la vida
desgraciada que lleva, agobiada de deudas.

Dijo que jamás había pensado cometer un delito, pero, estando de visita
en casa de su abuela, vio pegado en la pared, como adorno, un billete
de cien dólares que parecía original. El billete la tentó. Se lo pidió a
la abuela para efectuar un fraude y, a cambio, le prometió darle una
parte, si lograba salir airosa.

Cuenta Empella que se vistió con sus mejores ropas, se enmascaró tras
unas gafas de sol, y se fue a la parada del ómnibus, a suerte y verdad.
Allí se encontró con su amiga Cuca, otra reventada social que andaba en
las mismas, y que se entusiasmó con el billete falso y la posibilidad de
buscarse en una hora lo que se ganaba en meses de trabajo. Cuca le pidió
a Empella que la dejara hacerle la pala en la estafa. Conocía en Infanta
a un comprador de dólares que resultaba perfecto para pasarle gato
por liebre.

El plan que trazaron fue sencillo: Empella se haría pasar por una
extranjera, y Cuca se encargaría del resto. Todo salió cómo lo
planearon. Encontraron al comprador de dólares apostado en un zaguán,
Cuca dijo que Empella era una turista que no hablaba español y quería
cambiar cien dólares, pero veía muchos policías en torno a una iglesia
tomada por fanáticos, y tenía miedo.

El hombre las condujo dentro del zaguán. Observó el billete a trasluz, y
dijo que era bueno. Pagó los noventa cuc, según el cambio oficial, y
Empella se marchó por la calle Infanta, mientras Cuca tomaba Carlos
III, para reunirse luego en el parque Trillo. Empella le dio lo
convenido a Cuca, veinte cuc, y acordaron decirle a la abuela que el
billete lo habían perdido en la calle Monte, cuando tuvieron que salir
corriendo, al descubrirse que era falso.

Otra estafa de sobrevida ocurrió en el barrio habanero La Lisa
recientemente, justo en la calle 8, que bordea el río Quibú y
constituye una zona prodiga en delitos. Dos amigos llegaron a casa de
un tercero y lo despertaron, a media noche, para darle la noticia de
que habían salido los números que jugó, en candado, esa tarde en la
bolita. "Eres rico -le dijeron-, hay que celebrarlo".

Con el dinero que el hombre tenía guardado, compraron una caja de
cervezas y dos botellas de ron, y comenzaron a festejar por anticipado.
Lo embullaron a matar el puerco que criaba en el patio, porque, le
dijeron, con el dinero del premio podría comprarse otro puerco más
grande. Frieron carne y bebieron hasta que amaneció, cuando los
timadores se marcharon.

Entonces el hombre fue a casa del banquero, a cobrar el premio, y
recibió un chasco. Contó la historia de la rumbantela anticipada y cómo
sus amigos andaban ahora evaporados. Y todo el que escuchó la historia
le dijo lo mismo que lo habían: "estafado a la cara".

http://www.cubanet.org/articulos/estafas-de-sobrevida/

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