miércoles, 19 de octubre de 2011

Oriki (canto) para Laura Pollán, in memóriam

Laura Pollán

Oriki (canto) para Laura Pollán, in memóriam

Laura Pollán tenía una voluntad inquebrantable, pero también unos
padecimientos que no conciliaban con la desestabilización que el poder
le imponía

María I. Faguaga Iglesias, La Habana | 19/10/2011

La noticia del fallecimiento de Laura Pollán en la noche del viernes 14
de octubre de 2011, no sé si a todos, pero a muchos toma por sorpresa.
Los más cercanos a ella conocerían sus males de salud, diabetes,
migraña, hipertensión; los otros no, únicamente veíamos a la maternal,
risueña y recia mujer, juvenil y superactiva para sus más de sesenta años.

La mayoría de a los que hoy nos conmociona su muerte conocimos a Laura
en los trajines que le impusieran otros, los represores
castrosocialistas que en alarde de prepotencia apresaran, procesaran y
condenaran a 75 hombres por el único delito de hacer uso del humano
derecho a expresarse críticamente sobre la situación de su país. Su
historia, como las de esas mujeres que terminarían siendo sus amigas y
hermanas, las esposas, madres, hijas y otras familiares de los hombres
apresados, es de amor. Ese fue el móvil por el cual la mayoría de ellas
libraría rápidamente y creo que sin consciencia, el camino de anónimas
profesionales, obreras, amas de casa, mutando en activistas civiles.

Por amor al sociólogo Héctor Maseda, compañero de su vida, Laura Pollán
emergió como la vocera de aquel núcleo de mujeres que terminaría
deviniendo en una de las mayores amenazas para el gobierno de los
hermanos Castro Ruz. Su liderazgo fue natural. La pujanza y entereza que
demostrara la situó en esa posición. También su entrega y auténtico
sentido de la solidaridad. Viviendo con modestia pero en casa propia,
rápidamente su casita de Neptuno, en la popular barriada de Centro
Habana, se convirtió en espacio de acogida para el intercambio y la
fragua de sus estrategias y donde pernoctar las que vinieran del
interior del país y no contaran en la capital con sitios en los que
permanecer. Después, llegarían hasta allí para participar de los té
literarios, salir juntas a emprender sus denuncias, reclamaciones y
caminatas, ir a misa o, sencillamente, para sentir calor humano.

Solo recientemente supe del extenso desempeño de Laura como profesora de
literatura y de su distancia de las actividades opositoras de su esposo
—pues él así lo quería— antes de convertirse en Dama de Blanco. Su
naturaleza de líder y luchadora corrió la prueba de fuego del
necesariamente rápido crecimiento y madurez. La vimos en los primeros
tiempos pelear por los hombres injustamente apresados, y la vimos en los
últimos meses feliz por el propósito a medias logrado, el de verlos
fuera de las prisiones. Propósito trunco porque no fueron exonerados de
cargos ni retiradas sus sanciones, ahí, siempre pendientes sobre los que
aceptaron la salida del país y sobre los que, como Maseda, insistieron
en permanecer aquí.

Indolencia y represión versus Amor

Han debido sufrir mucho estas mujeres. Las puertas institucionales
cerradas ante sus toques, la apatía y el rechazo a sus reclamos, darían
lugar a injurias, ofensas y celadas en contra de ellas. Intentando
atemorizarles, las fuerzas represivas subieron el tono, prohibieron sus
reuniones, les impidieron salir de sus provincias, poblados y hasta de
sus viviendas; medidas que palidecerían ante las más recientes, cuando
los llamados "mítines de repudio" y las golpizas propinadas por mujeres
y turbas estimuladas y trasladadas en transporte gubernamental dieron
paso a los ataques directos de jóvenes y fuertes hombres.

Las imágenes de la violencia desatada contra Laura y otras mujeres los
pasados 8 y 24 de septiembre, en el poblado de El Cobre (Santiago de
Cuba) y en La Habana, son escalofriantes. Mientras, los noticiarios
nacionales informan sobre violencia en otras partes del mundo y
enardecidos periodistas reclamaban del presidente Barack H. Obama la
liberación de cuatro de los espías cubanos allí prisioneros y el retorno
de uno de estos, excarcelado el mismo día que hospitalizaran a Laura.

Las Damas de Blanco se convirtieron en objetivo prioritario del gobierno
y Laura, su más visible figura, se les transformó en obsesión. Era
preciso silenciarlas. Ellas ganaron la atención de la prensa extranjera
acreditada en la capital cubana y la simpatía de muchos en el mundo. El
mitin que les preparan en marzo, cuando conmemoraban otro año del inicio
de "la primavera negra cubana", terminó el primer día, pues la apatía de
los vecinos devino en explícitas críticas por la abusiva actuación de
fuerzas que deberían ser dedicadas a garantizar y establecer el orden
público. Acabada de iniciar la pésima mascarada, alguien en una de las
farmacias del barrio, ante la inexistencia de un medicamento, amenazó
con denunciarlo ante Laura, que ya comenzaba a ser vista por sus vecinos
con simpatías pese a campañas desinformadoras y desacreditadoras.

El cantautor cubano Pablo Milanés se declaró opuesto a la represión
contra esas mujeres y afirmó en Miami estar dispuesto a cantarles a
ellas, pero no a los gobernantes cubanos. Era demasiado para el
esclerotizado gobierno isleño. Despreciarles a ellos, que restringen y
confiscan libertades, que golpean y hambrean con igual vigor que exigen
que eso no suceda en otras partes del mundo, es algo que nunca han
permitido. La televisiva Mesa Redonda lleva adelanta una de las más
tergiversadora campañas en contra de Las Damas; reiterativamente se les
acusa de "mercenarias al servicio de la Sección de Intereses del
gobierno de Estados Unidos en La Habana" y las instan a su
desintegración una vez excarcelados sus esposos y familiares. No se
aclara que ellas declararon proseguir su lucha por la liberación de
todos los presos políticos.

El sufrimiento como penitencia castrista

Desgarrar la carne, fracturar huesos y crear intrigas, divisiones y
confabulaciones, son métodos empleados por la seguridad del Estado
cubano en su intento de lacerar espíritus, de debilitar psicológica y
físicamente. Laura lo aprendió; le fracturaron un brazo, estimularon
intriguillas especialmente dirigidas contra ella pues había que
descabezar el grupo para poderlo eliminar. En los últimos días llegaron
al arrebato de emprenderla contra ella a mordidas y le impidieron llegar
a la Parroquia dedicada a la Virgen de las Mercedes en el día de la
patrona de los presos (24 de septiembre), fecha en la que
tradicionalmente se reúnen allí.

Sí, ha sido mucho el sufrimiento de una mujer tierna y activa, fuerte y
valiente, que no permaneció guarecida tras la fachada de su vivienda,
que cruzó el umbral y enfrentó la represión sin que lograran arrebatarle
la dignidad ni la sonrisa. Debe haberla impactado profundamente la
traición de la cual se supiera víctima por parte del por ella creído
periodista opositor, que se transformara en presencia cotidiana en su
vida como en las de las otras Damas, que reportara muchas de sus
actividades con inmediatez y muchas veces con el favor de la exclusiva,
para finalmente ser revelado en la televisión cubana como un agente de
la seguridad del Estado.

Claro que también pudo satisfacerse con algunos logros. Las Damas
obtuvieron el Premio Zajárov de derechos humanos, que el gobierno no les
permitió ir a recibir. Dirigentes internacionales las han estimulado y
apoyado, y también el exilio, pendiente de sus necesidades económicas.
Tener de vuelta, en casa a Maseda —"mi viejo" le llamaba ella— debió ser
estímulo fundamental; también las actividades en las que este se ha
implicado tras su excarcelación. E invariablemente contó con el
aliciente de la hija y la pequeña nieta, partes esenciales de sus
amores, a quienes siempre mencionaba.

De héroes y mártires que el castrismo crea

Pero los humanos somos perecederos y la vida nos somete a pruebas que
pueden dar al traste con esta. La voluntad es fundamental pero no
exclusiva fuente de vida. Laura Pollán tenía una voluntad
inquebrantable, pero también unos padecimientos que no conciliaban con
la desestabilización que el poder le imponía. Estuvo siempre pendiente
de todo y de todos, de la muerte de Orlando Zapata Tamayo o de las
huelgas de hambre dentro y fuera de las prisiones, de los reclusos y de
las golpizas y pésimos tratos dados a estos, de la desesperada situación
de la señora Reina Luisa Tamayo, en fin, de todo. Afrontaba la carga de
la constante solicitud de entrevistas, de su participación en
actividades propias de Las Damas y de tantas a las que se le invitaban,
con la sobrecarga del estrés causado por el récord de detenciones en
contra de opositores políticos pacíficos en el último mes, y por el
remonte de cuesta en la escalada en contra de Las Damas y de ella
particularmente, no quiso sentir la carga en su organismo ni la
debilidad que este iría progresivamente experimentando, hasta que ya no
fue posible evitarlo.

No conoció el descanso esta grande mujer de diminuta figura, al menos no
en los ocho años que distan desde que nos vimos por vez primera. Es
cruel incongruencia, absurdo contrasentido, que pernoctara por siete
días en una cama de hospital, con respiración asistida, en sala de
cuidados intensivos, donde ni siquiera puede contarse con la cercanía
física de familiares y amigos. Paradojas de la vida: los malos duermen y
mueren bien, los buenos sufren y penan para morir, como Laura Pollán,
como Tamayo, pero dejan tras su partida física el dolor porque les
queríamos entre nosotros, haciendo y compartiendo, y esos son motivos
para tenerles siempre presentes en la memoria, para hacer y compartir en
tributo a ellos y a ellas, a nosotros.

No queremos mártires, la difícil realidad, la intolerancia
gubernamental, nos lo impone, ayer el afrocubano Zapata, hoy la férrea
mujer Laura Pollán. Hubiese sido mejor haberles tenido en esa proverbial
sencillez que no les permitía identificar su osadía, inspirándonos
aunque no les conociéramos personalmente o aunque no existiera entre
nosotros amistad.

El jueves anterior había visto de pasada al médico Darsi Ferrer, él
mismo y su familia objeto de represión. Supe por Darsi de la gravedad de
Laura. Nada me hizo suponer el infeliz final. Una afección respiratoria
no necesariamente termina en tragedia. Una se niega a aceptar que la
muerte acecha en cualquier sitio, a cualquiera, sin importar dignidades.
Una vecina me había dicho que supo por su clandestina conexión con la
televisión hispana de La Florida, que se oraba por la recuperación de
Laura. En la soledad, entre la máquina computadora y yo, le dedicaba un
buen pensamiento y confiaba en su fortaleza, además, pensaba en Maseda,
en la hija, en la pequeña nieta. El intempestivo timbre del teléfono me
hizo reaccionar. Así recibí la noticia. La radio exterior española era
la que informaba. No di crédito hasta la mañana, cuando regresando de mi
turbación pregunté dónde le velaban.

Con Laura convertida en memoria viva

Abundantes lluvias y mi indisposición emocional me demoraron
enfrascándome en lo que supongo es mi mejor contribución social,
escribiendo. Cruzando las pocas cuadras que me separan de su casa, la
tempestad me retuvo, abundante agua fría y el viento que batía en mi
rostro me acariciaron estremecedoramente hasta sacarme del
ensimismamiento. Apenas unos metros me separaban de Laura, ahora
convertida en cenizas. Ese día 15 de octubre, dedicado en el santoral
cristiano-católico a Santa Teresita, en el panteón yoruba sincretizada
con Oyá, la divinidad que envuelve en remolinos de viento, toda ella
ímpetu y fuerza, genio y garbo, como la Pollán. Sin saber el lapsus
transcurrido pero pareciéndome inmenso, anegada en agua y bajo esta,
decido regresar a casa.

Para mí no es tiempo de enfrentar a Laura en un pote sino de imaginarla
con la radiante sonrisa con que la viera hace unas semanas, en
rapidísimo y casual encuentro. Me satisface saber que, desde donde ahora
esté, burla a unas fuerzas policíacas que tanto daño le hicieran y que,
en medio de esta tempestad, se las deben estar viendo muy difícil para
poder acompañar los más recientes encuentros, no lo últimos, de Laura
con familiares, amigos y cuantos ahora puedan estar acompañando a
Maseda, hija y nieta.

Ahora solo atino a escribir sobre las mujeres cubanas. Es mi tributo a
ella, a su hermana afrocubana Berta Soler a quien imagino dolida y
sacudida en lo más profundo. Me tomo un ínterin, unos minutos para
dedicarle mi oriki personal a Laura Pollán, ya in memoriam, sabiendo que
nos quedó pendiente esa historia de vida que me inspirara. Solo entonces
puedo retornar a mi texto, a nosotras, donde estará perdurablemente
Laura Pollán, memoria viva, como tiene que ser.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/oriki-canto-para-laura-pollan-in-memoriam-269557

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